Existen frases y palabras que parecen totalmente desagradables a penas las escuchas. Sin embargo, la mayoría de ellas denota algún interés por el contexto en el que están expresadas. Pese a ello, existe una frase con tres palabras que trae con sí un trasfondo egoísta y desinteresado peor que cualquier otra manifestación.
“I don’t care”, en inglés; “no me importa”, “me da igual” o “no me interesa”, en castellano, es la frecuente respuesta que se ha ido apoderando cada vez de más bocas. Esta frase “demuestra claramente enfado y desinterés hacia los demás”, opina la doctora Peg O’Connor, profesora de estudios de la sexualidad, filosofía y género, quien reflexiona sobre el excesivo uso de esta expresión en Psychology Today.
“Cuando las decimos creemos que no importan, pero en realidad son una señal de que hay un problema más grande detrás”, cuenta la experta, quien además asegura que usarla a diario puede convertir al individuo en una persona egoísta.
La indiferencia expresada por esta respuesta es más grave aún cuando de verdad no te importa lo que te están planteando. Al respecto, la doctora de 49 años comentó que “la declaración ‘no me importa’ se ha convertido en una especie de no-respuesta común a casi cualquier tipo de pregunta: desde dónde ir a comer o el destino de vacaciones”.
“Realmente significa que uno no tiene una opinión o interés en el tema que se les plantea dejando claro que decida la otra persona lo que quiera porque le da igual”, confiesa la maestra en filosofía.
En algunos casos sí, en otros no
La doctora aclaró que hay casos que es el uso de esta expresión no tiene mayor trascendencia. Cuando clasifica un equipo de fútbol y no te interesa el deporte o cuando Paris Hilton es arrestada y poco te importa la vida de esa celebridad, esta respuesta es una “actitud moralmente neutral”. Sin embargo, la experta demostró preocupación cuando es utilizada en otras situaciones.
“Estoy empezando a preocuparme porque la respuesta ‘no me importa’ se está expandiendo a más áreas de la vida, especialmente a aquellas en las que todos deberíamos tener una moral cuidadosa y demostrar preocupación o interés”, cuenta Peg.
“Cuando realmente dejan de importarnos las cosas sin medida alguna nos convertimos en seres apáticos dominados por la insensibilidad social que termina por convertirse en indiferencia moral: La apatía y la insensibilidad son etapas en el camino a la indiferencia, que es una de las orientaciones más peligrosas y devastadoras del mundo”, advierte la autora.
Respecto a lo anterior, la doctora diferencia el hecho de actuar con apatía a convertirse en una persona apática, en donde la última es una característica adquirida luego de reaccionar con indiferencia a menudo. “La apatía moral se considera una falta de motivación o de empuje para alcanzar ciertas metas que en muchas ocasiones suele atribuirse a personas perezosas o desconectadas del mundo”, aclara.
Insensibilidad e indiferencia
Otra característica que lamentó de la sociedad actual O’Connor fue la insensibilidad o, peor, el egoísmo. “La insensibilidad moral es una especie de despreocupación total con respecto al cuidado, las necesidades o el bienestar de los demás”, cuenta y agrega que en este caso el individuo establece sus intereses sobre al de los demás sin importar el contexto.
“Si no se pone freno, las personas se vuelven más crueles y se muestran más propensas a actuar única y exclusivamente para satisfacer sus deseos por encima de todo, aunque sean capaces de reconocer necesidades en las personas que les rodean”, señala la autora.
Respecto a la insensibilidad, Peg O’Connor asegura que una persona insensible moralmente culpa a los demás “por tener necesidades o estar en circunstancias que requieran ayuda”. Lo anterior, también se relaciona con el orgullo personal, puesto que existen personas que, reconociendo que necesitan de los demás, no consideran a quienes les rodean para solucionar sus dificultades.
A lo anterior, la experta ejemplifica con instituciones que manifiestan esta característica negativa. “La industria de tabaco se niega a admitir alguna culpabilidad o a asumir cualquier responsabilidad proactiva y sólo da la cara ante las múltiples demandas que le interponen cada año”, comenta.
“Bajo las excusas de que los consumidores conocen los riesgos y deciden consumir sus productos libremente –lo que, en cierto sentido, es cierto-”, opina. “En este caso, los fumadores no son vistos como personas sino más bien como piezas estropeadas de su juego de mesa particular”, sentencia O’connor.
Una solución
“Lo contrario de amor no es el odio, es la indiferencia. Lo contrario de la belleza no es la fealdad, es la indiferencia. Lo contrario de la fe no es una herejía, es la indiferencia. Y lo contrario de la vida no es la muerte, es la indiferencia”, es la conocida cita del escritor sobreviviente a los campos de concentración nazis, Elie Wiesel, a la cual se aferra firmemente la experta.
“La buena noticia es que la gente también puede llegar a ser menos apática e insensible. Una persona que esté siendo cada vez más moralmente insensible puede sentirse motivada para introducir cambios positivos en su vida que no estén únicamente relacionados con su bienestar sino con el de los que le rodean”, cuenta la autora con esperanza.
Ante situaciones difíciles que inevitablemente “endurecen” e insensibilizan el carácter, la doctora llama a reemplazar los sentimientos negativos por otros que conducen a los positivos. “La compasión puede sustituir a la insensibilidad, lo que puede motivar a la gente a cuidar y a proteger a otras personas además de a ellos mismos”, explica Peg.
“La indiferencia es la evacuación de las emociones morales, lo que la convierte en la forma de actuar más devastadora posible, por lo que debes medir hasta qué punto ‘te da igual’ o no lo que les ocurra a quienes te rodean e incluso a ti mismo”, finaliza O’Connor.