El viernes 13 de abril de 1945 fue el día en que Chile dejó atrás su pasividad y decidió participar de lleno en el más sangriento conflicto bélico de la humanidad. Sin disparar una sola bala, nuestro país sufrió 27 bajas: los tripulantes del vapor Toltén, torpedeado por las fuerzas nazi frente a las costas de Estados Unidos.
Y fue precisamente la potencia americana quien presionó a Chile para tomar partido en la contienda. En ese entonces, ya había interés en preservar la amistad económica de Estados Unidos, se invocaba la solidaridad con los vecinos del continente y, tal vez el argumento de mayor peso, Chile buscaba ser considerado en la naciente Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Fue así como el 20 de enero de 1943 el Congreso apoyó al presidente Juan Antonio Ríos en romper las relaciones diplomáticas con los países del Eje y, cuando el triunfo de los Aliados era prácticamente irreversible, Chile declaró la guerra a Japón, aquel 13 de abril de 1945.
Claro está que el grandilocuente anuncio no pasó de las palabras. Sin embargo, hubo un hecho poco conocido, ocurrido con anterioridad a este “estado de guerra” y que significó la muerte de 27 chilenos en medio de las hostilidades.
El hundimiento del “Toltén”
Si bien no sería una agresón directa de Alemania a Chile, un lamentable mal entendido permitió a un buque de Adolf Hitler lanzar un torpedo contra el Toltén, barco de bandera chilena que llevaba salitre a Baltimore, Estados Unidos, bajo administración de la Compañía Sudamericana de Vapores (CSAV).
Kenneth Pugh Gillmore, oficial del Estado Mayor de la Armada de Chile, investigó lo ocurrido con esta embarcación, pues su medio hermano, Norman Pugh Cook, era oficial de guardia del navío. De niño acompañó a su dolido padre en la búsqueda de la verdad sobre este hecho.
Era la madrugada del 13 de marzo de 1942. Alemania atacaba con éxito la costa este de Norteamerica hundiendo más de 25 buques enemigos en unas semanas. ¿Cómo pasaría el Toltén en medio del fuego cruzado? Las instrucciones eran claras y reconocidas por los beligerantes: tener a la vista la bandera de su país neutral y navegar con las luces encendidas durante la noche.
Sin embargo, el capitán Aquiles Ramírez aquella noche dio la orden de apagar las luces, convirtiendo el navío comercial en sospechoso y en un blanco de los alemanes.
Un par de horas más tarde, entre las 2 y las 4 de la madrugada del 13 de marzo, una explosión en el costado de babor interrumpía para siempre el trabajo del navío mercante chileno, y quitaba la vida a 27 compatriotas.
La obvia pregunta: ¿Por qué apagaron las luces?
De acuerdo a lo indagado por el capitán Kenneth Pugh, un patrullero estadounidense interceptó al Toltén y le conminó a navegar a oscuras. La versión estadounidense señala que fue solo una “recomendación”, pero la versión chilena y del único sobreviviente del naufragio, el fogonero Julio Fausstt Rivera, asegura que fue una “orden” insalvable, a riesgo de ser atacados por los aliados.
¿Para qué pedir a un mercante intentar navegar desapercibido? Esta es la duda no resuelta que dejó lugar para atrevidas elucubraciones, como la del New York Times, que sugería este hecho como un motivo para que Chile entrara en la guerra.
“Se piensa que nosotros (EEUU) necesitamos sólo una voz resuelta entre los líderes chilenos para denunciar el hundimiento del Toltén, que declare que es inútil apaciguar al Eje y demandar una cooperación total con los Estados Unidos. Sin embargo, desafortunadamente nadie ha adoptado tal actitud”, señalaba el diario, cuatro días más tarde.
Hoy los restos del Toltén son visitados por aficionados al buceo frente a las costas de Nueva Jersey y su tripulación fue homenajeda por los marinos del Buque Escuela Esmeralda, en su paso por ese lugar.
Más allá del recuerdo ¿quedan estas muertes sin responsables? Aún resta saber el por qué de dicha orden pues, como plantea el capitán Pugh, “cabe preguntarse si algo más que el destino fatal fue el responsable de la única baja por acción de guerra de la República de Chile”.