La Patagonia, ubicada en la zona más austral de América del Sur, está habitada desde hace unos 10 mil años según estudios arqueológicos. Actualmente en ese lugar tienen soberanía Chile y Argentina.
Cientos de años atrás, en esa zona que abarca también la Isla Grande de Tierra del Fuego, vivían distintas comunidades indígenas. Algunas de las etnias que se asentaron ahí fueron los Onas o Selk’nam, Yámanas o Yaganes y los Alacalufes o Kawésqar, a todos ellos también se les llamaba fueguinos.
Con la llegada del hombre europeo, que implicó la matanza de indígenas a cambio de dinero, las enfermedades y el estilo de vida que no pudo con sus costumbres, miles de aborígenes murieron a finales del siglo XIX y a principios del siglo XX. A raíz de ello algunas etnias se extinguieron, mientras que otras aún están en peligro de desaparecer.
Anne Chapman, antropóloga franco-estadounidense viajó a Tierra del Fuego en 1964 por recomendación de una amiga arqueóloga, y de ahí en adelante tuvo la suerte de conocer y tener contacto directo con Lola Kiepja y posteriormente con Ángela Loij, las dos últimas mujeres selk’nam de la historia.
A diferencia de Ángela Loij, Lola Kiepja fue la última persona que vivió hasta su juventud la tradición selknam. Tras varios viajes al extremo sur, Chapman logró recopilar información de los onas al pasar varios meses con Kiepja.
“Casi al final de su vida, cuando la conocí, parecía realmente feliz al revivir su antiguo modo de vida a través de sus relatos y de sus cantos. Pero sabía que su mundo había desaparecido para siempre”, dice la antropóloga en su libro ‘Fin de un Mundo: Los Selknam de Tierra del Fuego’, en el que recopila su experiencia durante su paso en el extremo sur.
Según contaba la investigadora, ella conoció a esta selk’nam dos años antes que muriera. En ese entonces Lola era una anciana de unos noventa años que vivía en la reserva indígena cerca del Lago Fagnanoen, en el lado argentino.
Se casó dos veces, la primera con un indígena haush, con el que tuvo siete hijos y luego con un chileno, con quien tuvo cinco hijos. Para ese entonces, todos ellos estaban muertos.
Lola Kiepja era chamán, lo que le fue heredado por el lado materno luego que soñara con el espíritu de un tío que había muerto recientemente. En su sueño él la visitaba y le transmitía su poder a través del canto. Ella había curado tanto a indígenas como mestizos, incluso a algunos blancos. De hecho la misma Anna Chapman cuenta que en dos oportunidades fue “sanada” por Kiepja.
Además de chamán, la última selk’nam cantaba. Durante su estadía en Tierra del Fuego, la antropóloga realizó numerosas grabaciones, sobre todo luego de su último viaje a Francia, donde se le hizo ver que esa era la última oportunidad de conseguir datos sobre una etnia que se consideraba ya extinguida.
“Le encantaba grabar su voz en ‘la máquina’…Invariablemente, Lola insistía en que yo rebobinara la cinta del grabador cuando ella terminaba de cantar para escucharse. Solía reír y comentar “lindo” al oírse. Empero, a veces estaba contrariada y decía”qué feo”, y aunque a mí no me parecía tal, se empeñaba en que volviéramos a grabar el mismo canto, esperando cantarlo mejor”.
Lola Kiepja sabía que Anne Chapman debía irse, pero creía que ella venía de una estancia de ovejas cerca de Buenos Aires, y que su “patrón” la había mandado a grabar la voz de ella por tener simpatía con los indígenas, también le preguntaba por su regreso.
A su partida, Lola se negó a abandonar la reserva y pasar el invierno en otro lugar acompañada, por lo que ese invierno lo pasó sola, a excepción de cuando recibía visitas de vecinos.
Esos meses de frío, en los que se registraron hasta 30 grados bajo cero, Kiepja se quedó en su cabaña. A fines de septiembre, el trabajador de una casa vecina que le proveía leña y alimentos se dio cuenta de lo enferma que estaba. Pese a pedir ayuda y trasladarla al hospital de Río Grande, el 9 de octubre de 1966 falleció Lola Kiepja, la última mujer que creció y vivió con las costumbres selk’nam en Tierra del Fuego.
Ángela Loij
Ella nació a comienzos del Siglo XX, cuando el hombre blanco ya había destruido el modo de vida indígena en la Patagonia. Sus padres eran Selk’nam pero vivió desde niña en la misión salesiana.
Chapman dice en su libro que la conoció en 1965, y que gracias a ella pudo continuar el estudio de la cultura de los onas tras la muerte de Lola Kiepja, y si bien sabía bastante de la cultura no vivió las costumbres de su etnia en un 100%. “Creo que Ángela se sentía selk’nam aunque era demasiado tarde para ser selk’nam”.