Es lógico pensar que tomar alimentos grasos durante unos días no conlleve cambios significativos en el cuerpo. Un viaje, las vacaciones o una celebración especial podrían ser la ocasión para darnos estos caprichos sin sufrir consecuencias para la salud.
Sin embargo, un equipo del Instituto Tecnológico de Virginia (EE UU) ha demostrado que no es cierto. “Mucha gente cree que puede permitirse comer alimentos ricos en grasas sin consecuencias pero tan solo cinco días son suficientes para que los músculos del cuerpo noten el cambio”, señala Matt Hulver, líder del estudio que se publica en la versión on line de la revista Obesity.
Los investigadores han descubierto la forma en la que los músculos cambian para metabolizar los nutrientes en tan solo cinco días debido a una alimentación alta en grasas. Este es el primer trabajo en demostrar que este cambio sucede tan rápido.
Hulver y sus colegas encontraron que la capacidad de los músculos para oxidar la glucosa en la sangre, después de las comidas, se interrumpe tras cinco días llevando una dieta rica en grasas. Esto provoca que el cuerpo no sea capaz de metabolizar la insulina, lo que supone un factor de riesgo para el desarrollo de la diabetes y otras enfermedades.
Metabolización de la glucosa
El proceso se entiende porque los músculos son un centro importante de metabolización de la glucosa en el cuerpo –cuyas cantidades en sangre se elevan al comer– donde se transforma en energía o es almacenada como reservas.
Teniendo en cuenta que los músculos constituyen el 30% del peso del organismo, una alteración en el metabolismo puede tener consecuencias directas con el resto del cuerpo, apuntan los autores.
“Estos resultados muestran que nuestro cuerpo responde de forma dramática a los cambios en la dieta en un espacio de tiempo más corto de lo que habíamos previsto”, añade Hulver.
Para llegar a estos resultados se alimentó a estudiantes universitarios, que normalmente tenían hábitos saludables, con una dieta elevada en grasas –que incluía galletas saladas, macarrones con queso, y alimentos cargados de mantequilla– para aumentar su porcentaje de consumo diario de grasa.
Sin variación en el peso
Una dieta normal se compone de alrededor un 30% de grasas y los participantes tomaban dietas que tenían en torno a un 55% de grasas. Además, la ingesta calórica total de los estudiantes siguió siendo igual que era antes de la prueba.
Tras cinco días, se recogieron muestras de músculo para ver cómo se había metabolizado la glucosa. Además de los cambios en el proceso de oxidación de la glucosa, se observó que el peso de los estudiantes no había variado.
Ahora, Hulver y el equipo de investigadores están interesados en examinar la forma en la que estas variaciones pueden afectar negativamente al cuerpo a largo plazo y en la rapidez con que estos cambios perjudiciales pueden revertirse después de consumir una dieta baja en grasas.