Esta semana se celebraron los 126 años del nacimiento de Gabriela Mistral. Me lo recordó Google. La conocí de infante con sus rondas y sus ‘piececitos de niño’ que no lograron emocionarme. Me parecía un habla afectada que no tenía que ver con el trato real de los adultos. Lo que buscaba en esos años no necesitaba diminutivos para expresarse.
De joven me conmoví con los sonetos de la muerte: “me alejaré cantando mis venganzas hermosas, ¡porque a ese hondor recóndito la mano de ninguna bajará a disputarme tu puñado de huesos!”. En ese amor celoso y desgarrado resonaba la pérdida, y asomaba la ira pura que suele acosar a los jóvenes.
Ya mayor me interesó para siempre su exploración del lugar que ocupa el arte en nuestras vidas. Venía de las ciencias sociales y de su pretensión objetivadora, y podía percibir que lo mejor de los discursos científicos, su carencia y su añoranza, eran sus atrevimientos hipotéticos, sus exageraciones y su riesgo, en corto, su poesía.
Descubrí la prosa de Gabriela gracias a mi trabajo en una imprenta. Me tocó participar en la publicación de los “Recados para hoy y mañana”, editados por Luis Vargas Saavedra para Sudamericana en los noventa. Nunca más me separé de ella.
Aprendí a buscar en sus textos el momento huidizo en que el discurso empieza a formarse y a romperse, se incendia de belleza y de calentura, se inclina hacia una piedra entre millares y la recoge, la guarda y la coloca a la vista, al alcance de la mano y de la boca. La poesía, dice ella, “es causa de gozo y de ejercicio de gozo”. Me parece todavía que esta dimensión ejercitante-creativa abre desde la poesía una época nueva en la pedagogía.
Gabriela fue poeta y profesora en un mismo cuerpo de amores barrocos y dolidos. Conocía bien las dificultades de la coexistencia de ambos mundos. “Nuestras pedagogías criollas tratan a la Poesía como una especie de bufón, vuelta payasa para los niños”, “nunca se consideró a la Poesía como reino de la imaginación creadora”.
Gabriela exploró en soledad el lugar de la poesía en la sociedad y dejó planteadas intuiciones ineludibles sobre la economía de su encuentro. “La poesía es útil por rebosadura, por sobre abundancia de su propio bien”.
“La imaginación es causa única de la creación…” escribía en 1938, anunciando el desborde necesario de la imaginación en el lenguaje y el desplazamiento de la imagen lejos de la aridez del concepto. En sus cartas y ensayos se guarda la actualidad de una voluntad de sociedad y de educación que, en su economía, será poética o que permanecerá servil.
Sobre la docencia escribía “excepto cuando está enfermo, el niño es una criatura ávida de experiencia”, por eso el maestro se acaba pronto y después de unos veinte años, lo que queda de él son unos residuos mecánicos de material mortecino o máquina de repetir la operación mágica”. “Con razón parece que la poesía fuera una contra pedagogía”. ¿Quién pudo decir que a la Mistral le faltó el humor? “El hecho es que en patios y salas escolares circula con nombre de poesía una cosa híbrida y valetudinaria, una pobre vieja digamos, como yo u otra semejante”.
Fernando Balcells
Sociólogo, escritor y director de la Fundación Chile Ciudadano.