No hay mucha claridad y acuerdo de si son efectivamente reales, o no, pero los casos no son pocos y han ocurrido a través de la historia. Hablamos de los estigmas, las marcas que aparecen en algunas personas, y que reflejarían las heridas que sufrió Jesús tras la crucifixión.
La Real Academia de la Lengua Española (RAE) define al estigma como una “huella impresa sobrenaturalmente en el cuerpo de algunos santos extáticos, como símbolo de la participación de sus almas en la Pasión de Cristo”.
Desde medios católicos, este hecho es -coincidiendo con la RAE- un fenómeno “místico extraordinario” por medio del cual se presentan en el cuerpo las llagas que tuvo Cristo en vida, antes de morir. Por tanto, se concuerda que su origen es “sobrenatural”.
Los estigmas no los vive a cualquier persona, sino que “únicamente a quienes merecen ser presencia amorosa de Dios en el mundo”, detalla el portal de catolicismo Catholic.net.
Los primeros casos
En un artículo sobre el mismo tema, el medio especializado explica que el primer caso documentado es el del sacerdote San Francisco de Asís, santo italiano, que fue diácono y fundador de la Orden Franciscana. A éste se le atribuye la aparición de estigmas mientras practicaba un retiro espiritual en un monasterio de los Montes Apeninos, el 14 de septiembre de 1224.
Según se cuenta, fue en medio de una oración cuando “en sus manos y pies comenzaron a aparecer las señales de clavos… y en el costado se había formado una llaga que sangraba con frecuencia, hasta el punto de que su túnica y sus calzas se veían a menudo mojadas por aquella sangre”, que tenía relación a la lanza que atravesó a Jesús en la cruz.
Posteriormente, ocurrió el caso del padre Pio De Pietrelcina, quien también tras una oración en 1915 presentó unas heridas en pies, manos y costado, marcas que lo siguieron por años y que lo obligaron en un primer momento a no celebrar misas ni confesiones.
“Estaba en el coro con los demás religiosos, después de que terminó el rezo de la Liturgia de las Horas, todos se retiraron, quedando solamente el Padre Pío recogido en su oración personal junto al padre Arcángel. Al toque de la campanilla para la comunidad, los dos se levantan. Las manos del Padre Pío están sangrando. El Padre Arcángel preocupado, le pregunta: ‘¿Se ha herido?’. Con paso incierto y con el rostro pálido se fue a presentar al Superior, quien al verlo quedó petrificado. Además de las manos y los pies, también el costado sangraba abundantemente. Lo raro también era que la sangre no coagulaba y, además, emanaba un agradable perfume”, afirma el canal católico EWTN.
El sacerdote fue en algunas ocasiones fotografiado sin permiso, donde se le ve las manos con sangre, parte de estas llagas que permanecían cerradas todos los días y “sólo se abrían y sangraban los viernes”. Estas marcas lo acompañaron por 53 años, siendo el caso más famoso por la iglesia.
Pero contrario a lo que se creería, la iglesia no es muy dada a exaltar estos hechos.
“La Iglesia (Católica) nunca ha querido servirse de estos acontecimientos sobrenaturales para promover la fe católica o la misma imagen de la Iglesia. Al contrario, siempre ha adoptado una actitud de reserva, dando más importancia a las virtudes y al testimonio de vida que al carácter sobrenatural de los que han recibido la estigmatización en su cuerpo”, explica Catholic.net.
Lo anterior toma fuerza, al pensar en los cientos de casos fraudulentos, uno de ellos el de Giorgio Bongiovanni, quien supuestamente comenzó a padecer las marcas y creó una especie de secta que predijo -sin éxito- el fin del mundo en tres ocasiones (agosto de 1991, luego en 1993, y en 1996). Luego afirmó que vendrían unos Ovnis a buscarlos a él y su grupo, cosa que tampoco pasó.
Antes estos casos, la iglesia ha preferido tomar algo de distancia, aunque no por ello desconocer situaciones donde sí acreditan en papel, el estigma. De hecho, el Vaticano da fe que 250 de sus santos y beatos han vivido estigmas a lo largo de la historia.
Tito Paolo Zecca, catedrático de espiritualidad, comenta que esta ‘gracia’ dada por el Señor, ocurre como “un servicio que la Iglesia necesita en un momento particular de su historia. Es como un signo profético, un llamamiento, una dato sorprendente capaz de recordar a los hombres las cosas esenciales, es decir, la conformación con Cristo y la salvación de Cristo que con sus llagas nos ha rescatado”.
Qué dice la ciencia
La ciencia, que ha tenido la oportunidad de analizar estos casos, no tiene una respuesta del todo definida. La más cercana y en cierta forma fundamentada, aparece en el libro Dermatología en Medicina General, de Thomas Fitzpatrick, que establece a los estigmas como entidad patológica denominada púrpura psicógena, que es generada por “un desencadenante psicológico”.
“El fenómeno más dramático e interesante es la aparición de estigmas en las manos y en los pies de los fanáticos religiosos, principalmente en época de Pascuas. Esta entidad se denomina síndrome de púrpura psicógena, y el pilar fundamental del tratamiento es el apoyo psiquiátrico”, escribe Fitzpatrick.
Buenasalud.com agrega que la púrpura psicógena “consiste en hemorragias en determinado nivel de la piel, lo que se denomina extravasación sanguínea. Estas hemorragias pueden ser puntiformes, alargadas, o en forma de moneda”.
Para estos pacientes, lo fundamental es un trabajo psiquiátrico, que se hace “difícil” porque éstos “no admiten que necesitan ese tratamiento”, rayando en lo que especialistas califican de histeria y delirios.
“La sintomatología clásica de la histeria incluye síntomas fisicos como parálisis locales, dolores y anestesias para los cuales no se encuentra causa orgánica”, sin embargo un sujeto “puede no presentar ninguno de los síntomas corporales típicos de la histeria y no obstante ser diagnosticado de tal modo, ya que no es sólo un conjunto de síntomas, sino una estructura”, agrega Buenasalud.com.
De esta forma, el estigma vendría a ser una identificación histérica con Cristo “al punto de encarnarlo” y llevarlo al extremo. “Los pacientes con delirios místicos muchas veces se producen heridas, y no lo admiten. La necesidad de demostrar que su delirio es verdadero los lleva a actuar sobre el propio cuerpo”.
Cabe indicar que muchos de los casos han sido escritos por personas a favor de estos misterios, los que eran visto de manera positiva, existiendo así un sesgo entre lo que realmente vivía una persona, y lo que se contaba. Catalina de Siena, por ejemplo, era anoréxica, enfermedad que también se explica como un accionar de la mente sobre el organismo. De ahí que no haya un amplio acuerdo entre el mundo científico sobre estos casos.
Así entonces, estas marcas seguirán siendo un manto de misterio, aprovechados por crédulos e incrédulos, y donde la iglesia no parece querer exaltar ni acallar.