En el marco de la reciente conmemoración del Día Internacional de la Mujer y a 42 años del secuestro colectivo de miles de compatriotas en Dictadura, un grupo reducido de ellos, pero no menos relevante, comienza a redactar parte de la historia de Chile. Mujeres que fueron sometidas a torturas y agresiones sexuales rememoran sus vivencias en la obra “Voces Transgresoras, memorias de mujeres a cuarenta años del golpe en Chile”.
En septiembre de 2013 el Centro Cultural por la memoria “la Monche”, convocó a presas políticas de Concepción y alrededores para compilar sus testimonios con el fin de visibilizar los crueles abusos sexuales cometidos en los centros de detención y tortura.
A un año y medio del encuentro, luego del trabajo de edición de varias integrantes del centro cultural, la obra fue presentado en el auditorio de la Facultad de Humanidades y Arte de la Universidad de Concepción. El eventó congregó a familiares de víctimas desaparecidas, mujeres protagonistas de la obra y agrupaciones feministas.
Lily Rivas Labbé era profesora de historia y geografía del Liceo Experimental de Niñas de Concepción y tenía 38 años para el 11 de septiembre de 1973. Era militante activa del MIR, Movimiento de Izquiera Revolucionaria y residía en el centro de Concepción donde le encantaba caminar todas las mañanas para llegar a clases.
“Toda la gente de izquierda sabíamos que se preparaba un golpe, yo incluso lo supe el día antes por razones familiares. Fueron muchas emociones cuando escuchaba los vuelos rasantes, porque aquí del aeródromo de Concepción despegaron los Hawter Hunter a bombardear La Moneda. Todo estaba controlado por Carabineros, pasaban patrullas llenas de jóvenes desgarbados, se notaba que los habían sacado de sus camas. Eso fue muy impactante. Al llegar al liceo nos reunimos a escuchar la radio entre las pocas profesoras y alumnas que llegaron ese día, constatamos el hecho y determinamos que lo único que había que hacer era irse a la casa”, detalla Lily en conversación con BioBioChile.
Para ese entonces, Ester Hernández Cid era estudiante de Servicio Social en la sede de Talca de la Universidad de Chile, era integrante del FER, Frente de Estudiantes Revolucionarios. Cuando supo del “Golpe” ella y sus amigas se organizaron para trabajar con el MIR, pero fueron detenidas antes de emprender cualquier acción.
Con ojos cristalinos y acento extranjero, Lyli recuerda su aprehensión. “Llegué a mi casa y a los pocos minutos llegaron militares a detenerme cerca del medio día. De ahí hice un itinerario en centros de detención. Primero me llevaron a la Isla Quiriquina, luego al Estadio Regional, Cárcel del Buen Pastor y después de un año me llevaron a Santiago a Tres Álamos. Eso fue un campo de concentración, donde estábamos detenidos hombres y mujeres. No tenían ninguna intención de dejarnos libres, hasta ese punto todos los que estábamos ahí ya habíamos sobrevivido a las etapas anteriores. Allí me tocó ver a mis compañeras que llegaban muy destruidas, maltratadas por la tortura”.
Resistencia
“Compañero”, “lucha” y “resistencia” son términos que generan cuadros de urticaria en determinados sectores político-sociales. Pero cuando una mujer de avanzada edad y con la emoción atragantada da testimonio de su resistencia tras la tortura, traspasa todo lo imaginado.
Se trata de mujeres que sintieron el peso de la violencia desde dos frentes: víctimas de agresiones físicas y sexuales; y por otra parte, féminas que sufrieron la separación familiar, quienes por décadas vivieron la angustiosa búsqueda y reconocimiento de cuerpos de parejas o hijos desaparecidos.
“Fuimos víctimas de momento, pero después no. Resistimos a través de distintas organizaciones que nosotras mismas íbamos creando como las Comadres Populares, bolsas de trabajo, el teatro, entre otras”, comenta Ester sobre el trabajo en equipo para ayudar a sus compañeras a “parar la olla”.
Incluso en labores de búsqueda “nos preguntábamos entre los detenidos por las compañeras que quedaron atrás en los lugares de tortura. Qué pasó con fulano y sutano. Recordar quiénes estuvieron conmigo y si salimos juntas o no de la tortura”, recuerda Lily el método para seguir el rastro de desaparecidos.
Tras la Dictadura, Ester formó familia y Lily retornó al país luego de catorce años de exilio en Suecia e Ingaterra. Ester es secretaria del Centro Cultural por la memoria “la Monche” y Lily es integrante de la misma agrupación, además de movimientos feministas.
Ambas continúan generando instancias de rememoración para hacer de conocimiento público el abuso sexual a través de las obras: Los Muros del Silencio, Relatos de Mujeres,Violencias, Identidad y Memoria lanzado en 2012 y con el reciente lanzamiento Voces transgresoras, memorias de mujeres a 40 años del golpe en Chile.
“Esperamos que se conozcan los relatos de nosotras para que el resto se atreva a hablar porque como todavía hay miedo y mucho dolor no hay denuncias por violencia sexual. Esto recién se está armando en Santiago y nosotras pretendemos hacer lo mismo acá en Concepción”, adelanta Ester a BioBioChile.