Su madre quería formar una familia al estilo de ‘Los Locos Adams’ y su padre sin querer se transformó en el primer sacerdote de la Iglesia de Satán, mientras ella vivía una vida adoctrinada a un culto que aprendió a sentir como suyo. Se trata de Zeena Schreck, hija de Anton LaVey y Diane Hegarty fundadores de la primera ‘secta’ que promovía el satanismo de manera pública.
Claramente, a través de la historia han existido innumerables sectas que defienden el satanismo dentro del mundo ‘underground’, sin embargo, LaVey comenzó a salir del closet de las religiones y no tenía miedo en profesar un tipo de creencia distinto al popular, muy marcado para los 60s.
La noche del 30 de abril de 1966, LaVey oficializó la Iglesia y la religión, que según él mismo ese sería el ‘primer día del primer año de Satán’.
Cuando tenía 13 años Zeena ya había formado parte de los cultos, veía en las reuniones de cada viernes a su padre con un grupo de hombres presenciando espectáculos al estilo burlesque y strippers disfrazadas de brujas y vampiresas, pero “nada que fuera necesariamente satánico”, dice.
Su padre se paseaba por San Francisco con una cría de león y “en realidad hacía todo lo posible para vender su presencia a nivel local”, explica Zenna. Pero no fue hasta que un publicista se refirió a él como ‘el primer sacerdote de Satán’ que las cosas se empezaron a tornar más complicadas y la idea de fundar una religión no salían de la cabeza de LaVey.
Y todo se salió de control. “Despegó tan rápidamente que a mi padre se le fue de las manos”, explica. A pesar de que era su progenitor quien escribió los estatutos, la biblia de Satán y fijó todo en lo que debía convertirse la misma Iglesia, eran los seguidores del sacerdote quienes se tomaban las cosas en serio, de hecho “creían en esta entidad y no tanto en la idea de satanismo” de su padre.
De hecho, Zenna admite que Anton “no tenía demasiados conocimientos sobre el tema y lo que hizo fue crear sobre la marcha una versión postmoderna del satanismo”.
LaVey había sido acusado de ser un timador, palabras que su hija apoyaba a pesar de que le parecía que “como timador no era muy eficiente. Era perezoso y nunca hizo planes para el futuro ni cuidó de su familia porque esa es la naturaleza del satanismo, según LaVey. Obtén lo que puedas, vive el momento, ocúpate de ti mismo, haz que otro se ocupe de ti. Como ser un niño grande”.
A lo largo de su vida, Zeena debió vivir vigilando qué autos se paraban frente a su casa, aprendió a anotar las patentes y a memorizar las caras de la gente que veía. Convivió con llamadas de psicópatas que amenazaban de muerte y dejaban mensajes en la contestadora. Arrojaban huevos y bombas, también disparaban balas. “El satanismo no era muy querido”, expresó.
Ninguno de sus padres movía un dedo para defenderla, peleaban constantemente, existía violencia y paranoia por parte de LaVey y en eso se basaron las enseñanzas que le dejaron.
“En los años 80, los fundamentalistas cristianos empezaron a usar la Iglesia como chivo expiatorio de cualquier cosa; era el grupo al que con toda impunidad podían señalar como responsable de secretas mutilaciones de ganado, de secuestros de niños y hasta de esas chifladas teorías conspiratorias que leían en la prensa en la que siempre estaba involucrado el Gobierno, relata Zeena en una entrevista con el sitio de noticias VICE.
“Me entró el pánico. Sentí que estaban atacando a mi religión y a mi padre. Contacté con él y le pregunté qué planes tenía con respecto a esa situación. Me enteré de que no tenía plan alguno porque no había quien le ayudara, ya que, de hecho, ya no existía ninguna Iglesia de Satán”, explica.
“Todos los miembros de los años 60 y 70 hacía largo tiempo que habían dejado de participar; sólo eran nombres en una lista de correo. Decidí que haría de portavoz suya de forma temporal, para mostrar al mundo que existíamos realmente. El caso es que un año se transformó en cinco y mi lucha terminó sirviendo para que otras personas se hicieran nuevos miembros de la Iglesia”, agrega.
Zeena admite que su padre era demasiado flojo y además tenía mucho miedo como para ser él mismo su propio relacionador público. “Se alegró de tenerme a mí para que me ocupara de las cosas, pero ni él ni los miembros de la Iglesia que quedaban me dieron un apoyo real cuando lo necesité. Él vivía en un mundo de sueños en el que cualquier cosa que tuviera ver con las relaciones sociales carecía de importancia. Éramos el blanco de una caza de brujas a nivel nacional y todo lo que él quería era que hablara de Marilyn Monroe y Jayne Mansfield”.
Su propia secta
El embarazo precoz ayudó a Zeena a pensar en otras soluciones para calmarse y buscar ayuda en otros entes, ya que sus padres no eran de mucha ayuda. “A los 13 años me quedé embarazada y empecé a aprender meditación para poder sobrellevar mis tareas. Tenía que estar consciente durante la operación de cesárea. Era la mente sobre la materia, y vi esto como una forma de magia. De no haber experimentado aquella clase de miedo y poder mental a tan temprana edad, nunca me habría sentido inspirada a buscar mi lado espiritual”, señala.
Debido a ésto y gracias a que se dio cuenta de cómo iban las cosas en la Iglesia y en las relaciones con sus padres, fue que decidió dejar todo de lado. “Yo pensaba, ‘¿Cómo han podido mis padres hacerme esto durante tanto tiempo creyendo que nunca sabría la verdad? ¿Cómo han podido mentirme sobre mi identidad y mi religión y sobre esas cosas por las que he dado la cara por ellos y me han hecho quedar ante los demás como una loca?’”, expresa.
“Creo que debes poder aprender cualquier cosa sin tener que unirte a una organización. Yo empecé a enseñar magia negra independientemente de la Iglesia. Mucha de la gente a la que enseñaba y formaba parte de la Iglesia de Satán vio también lo que estaba pasando entre bastidores y se desencantó tanto como yo”, añade.
El acoso que recibía Zeena por parte del resto de los miembros de la Iglesia fue una de las razones porque las que ella decidió abandonar la secta y comenzar a enseñar lo que sabía sin obligar a nadie a formar parte de un culto. “Al igual que la mayoría de cultos que se basan en proteger la imagen de su fundador, hacen todo lo que está en su mano para atacar a cualquiera que diga algo negativo sobre sus puntos de vista o revele la verdad sobre ellos. Tras dejar la Iglesia dijimos adiós a Estados Unidos y nos mudamos a Europa para centrarnos en empresas creativas (…)”, dice.
“Cuando residía en Viena visité un museo en el que tenían un altar sethiano. Tuve allí una profunda experiencia que me permitió ver con claridad el curso de mi futuro. Así y todo, pensé, ‘No voy a unirme’. Debería haberme escuchado a mí misma, pero aun así me uní. Le escribí una carta de reconciliación a su fundador, Michael Aquino, un antiguo miembro de la IdS, pues asumí que había tenido una experiencia religiosa parecida con la entidad real de Seth antes de formar el grupo. No fue hasta que me involucré más en el grupo que descubrí que era un club de fans de Anton LaVey”.
Su decepción fue tal que esperó un tiempo ya que creía que la gente era un poco tímida y no se sentía segura compartiendo sus conocimientos de teología o cosmología, sin embargo, se dio cuando de que era otro grupo abusivo y corrupto.
“Hoy en día la gente tiene una gran necesidad de guía. Con el ocultismo no puedes tontear de manera caprichosa. Debes preguntarte: ‘¿Parecen honestos y saben de lo que están hablando?’ Y si no tienen todas las respuestas, ¿intentarán encontrarlas o te dirigirán a alguien que sí lo haga? Por desgracia, las ganas de la gente de entretenimiento —tener algo interesante de lo que hablar el lunes, en el trabajo— provoca que subconscientemente se encuentren cada vez más y más enredado en estos grupos peligrosos”, comenta.
Ahora Zeena enseña a la gente de todo el mundo sin importar sus creencias o procedencia social, como “adictos a las drogas, antiguos niños estrella, miembros de sectas religiosas como la cienciología y los Testigos de Jehová, miembros de grupos políticos marxistas iraníes”, y agrega: “Siento la necesidad de ayudar a la gente que requiere a corto plazo de asistencia espiritual, y las técnicas que enseño pueden servirles de apoyo para superar sus problemas del mismo modo que yo lo hice. Si puedo plantar la semilla, mis enseñanzas pueden seguir siéndoles de ayuda el resto de su vida, y si en algún momento terminan buscando guía en cualquier otra parte, a mí me seguirá pareciendo bien”.