La atribución del Mundial-2022 a Qatar, decidida en 2010 por votación en la FIFA, ha levantado una gran polémica por tres grandes motivos: las acusaciones de corrupción, el calor y las condiciones laborales de los trabajadores de las obras de los estadios.
- Corrupción: ¿Existe un ‘Qatargate’? -
“Qatargate”, es el titular llamativo que usó la revista France Football en enero de 2013, para hacer referencia a la corrupción y los amaños que explicarían la concesión de la FIFA del Mundial-2022 a Qatar. Una tesis compartida por la prensa británica.
La prestigiosa revista señaló las dudas sobre la honradez de la FIFA que se decantó el 2 de diciembre de 2010 por Qatar, cuya candidatura estaba apoyada por un presupuesto récord de 33,75 millones de euros.
France Football también habló de “una reunión secreta” en el Palacio del Elíseo el 23 de noviembre de 2010. Entre los participantes: el entonces presidente de Francia Nicolas Sarkozy, el príncipe de Qatar, Tamim bin Hamad al Thani, y el presidente de la UEFA, Michel Platini. Su supuesto objetivo: asegurar que Platini votaría por el emirato. Una “sarta de mentiras” según el exfutbolista francés.
Ante el aumento de denuncias, la FIFA pidió un informe a Michael Garcia, abogado, exfiscal federal de Estados Unidos y presidente de la Cámara de Investigación de su Comité de Ética. La FIFA se negó a publicar el informe final, y se limitó a comunicar este jueves las conclusiones del presidente de la Cámara de Enjuiciamiento de la Comisión de Ética, Hans-Joachim Eckert.
Su veredicto: en la atribución de los Mundiales de 2022 a Qatar y de 2018 a Rusia no hubo corrupción, pese a ciertas irregularidades pequeñas y no hay motivo para reabrir el proceso de atribución.
Pero en un nuevo giro de guión, tres horas más tarde Michael Garcia emitió un comunicado denunciando “varias presentaciones incompletas y erróneas de los hechos y conclusiones que se detallan en el informe” y anunció su “intención de recurrir esta decisión ante el Comité de Apelación de la FIFA”.
- Calendario: una cuestión caliente -
Desde el principio, la programación del torneo en pleno verano boreal fue polémica. En esa época del año, las temperaturas en Qatar pueden superar los 50º C, lo que imposibilitaría jugar al fútbol.
La tendencia general apunta a que el Mundial-2022 se dispute en el invierno septentrional, pese a que ello supondría problemas de calendario para los campeonatos nacionales.
Platini apostó por esta solución desde el principio, mientras que Joseph Blatter, presidente de la FIFA, ha mostrado, recientemente, su apoyo a esta postura.
Para ello hay dos opciones: enero-febrero y noviembre-diciembre de 2022, en lugar de junio-julio. A título personal, Blatter afirmó que él prefería noviembre-diciembre.
El argumento del calor no parece suficiente para justificar que a Qatar no le dejen organizar el Mundial.
“La única duda que queda es cuándo, no si”, aseguró en septiembre el director ejecutivo del Comité de Organización Nasser Al-Khater. “Ya sea en verano o invierno, estaremos listos”, añadió.
- ¿’Esclavitud’ en las obras? -
En septiembre de 2013, The Guardian, el respetado diario británico, publicó un reportaje sobre las obras en Qatar y habló de “explotación” y de un abuso “que parece esclavitud moderna”.
Según la cifras del periódico, entre junio y el inicio de agosto de 2013, 44 obreros nepaleses habrían muerto en la construcción en el emirato. A ese ritmo, al menos 4.000 trabajadores podría perder la vida en Qatar antes del inicio del Mundial-2022, según denunció la Confederación Internacional de Sindicatos (ITUC).
La FIFA expresó rápidamente su “preocupación”, aunque las obras en las que se produjeron los decesos no estaban directamente relacionadas con el Mundial-2022 y la construcción de los estadios. Qatar se enfadó.
“No hay esclavitud ni trabajo forzoso en Qatar”, declaró Ali Al Marri, presidente del Comité Nacional de Derechos Humanos, para quien “las acusaciones del The Guardian son falsas y las cifras exageradas”.
En enero de 2014, la FIFA subió el tono y “requirió” a Qatar tomar medidas concretas. Por ello, en mayo, el emirato prometió abolir la kafala, un sistema de patronato que hace que los asalariados casi sean propiedad del empleador y lo reemplazó por “un sistema de contrato de trabajo”.