Los gatos son animales tan fascinantes como enigmáticos. Quizá, su encanto resida precisamente en ello, en los misterios que representan para nosotros… sobre todo en su comportamiento. Si conviven con uno en casa saben de lo que estamos hablando: saltos repentinos, sesiones de regaloneo que terminan en ataques, indiferencia aparente, destrozos, etcétera.
No. No es que tu gato esté loco. De hecho, según el doctor Tony Buffington, un veterinario de la Universidad Estatal de Ohio especialista en comportamiento felino, es muy probable que tu amigo peludo piense que tú eres el desquiciado, sólo por los problemas de comunicación que tenemos gatos y humanos, debido a que nosotros somos incapaces de comprender su lenguaje.
Y la gravedad del asunto va más allá de que nos muerda o de que se afile las uñas en el sofá de la abuela. Según Buffington, el estrés encubierto al que un gato puede estar sometido en un hogar donde “no lo comprenden”, puede acarrear serias enfermedades -al igual que en los humanos- incluyendo las temidas infecciones urinarias.
En una entrevista con la revista estadounidense Wired, este veterinario delineó los 5 fallos más frecuentes que tenemos en la relación con nuestros gatos, y cuya solución podría ser mucho más simple de lo que pensamos.
1. Simios gigantes e impredecibles
Imagina la escena: sorprendes a tu gato rasguñando la cortina o paseándose entre tu colección de muñecas de porcelana en la repisa. Le gritas, le lanzas una almohada (con lo que terminas rompiendo tú las muñecas), lo rocías con agua o peor aún, le das algunas palmadas.
¿El problema? Tu gato no tiene idea por qué lo hiciste. Es incapaz de conectar su “mal” comportamiento con el castigo que pretendes darle, así que apenas tenga oportunidad volverá a hacerlo.
“¿Por qué demonios tu gato debería comprender que le estás gritando porque arañó el sofá? Para él, tú eres solo un primate loco que lo ataca de la nada y sin razón”, explica Buffington.
Para empeorar las cosas, no sólo tú sino que también tu gato se sentirá frustrado porque le impides realizar acciones que para él son naturales -como afilarse las uñas o escalar hasta lugares altos. “Los gatos enferman cuando no les permites expresar sus comportamientos naturales”, advierte el veterinario.
¿Cómo resolverlo? La mejor forma es dejar que tu propio hogar sea el “policía malo” mientras tú eres el “policía bueno”. Por ejemplo, pon cinta adhesiva de dos caras en las esquinas de tu sillón o coloca papel aluminio sobre el mesón de la cocina. A continuación dale alternativas aceptables, como un poste para rascar o, mejor aún, un árbol de juegos para gatos. Luego dale una golosina o cariños como premio por utilizarlos, para reforzar que se quede con ellos.
2. Feng Shui felino
Durante sus periodos de actividad, los gatos disfrutan deambular por la casa, pero no podrán hacerlo si nos encargamos de interrumpir su “flujo natural”.
Un caso típico es cuando ponemos su caja de arena junto al refrigerador o la lavadora. Puede que a nosotros apenas nos moleste el ruido, pero según el doctor Buffington, para un gato es como tener un monstruo gruñendo en su cara mientras hace sus necesidades.
Lo mismo sucede con una puerta de vidrio. Si pones su caja junto a la terraza o el patio y fuera tienes a perros, otros gatos u elementos que pudieran asustarlo, será difícil para él usarla porque no comprende que el cristal lo está protegiendo.
Trata de poner su caja de arena en lugares tranquilos, donde además el gato disponga de una ruta de escape para que no se sienta acorralado (no uses el clóset). De igual forma, dale acceso a lugares altos como un árbol para gatos o una repisa. Nada lo calma tanto como poder observar desde las alturas.
3. ¡No toques su pancita!
Si tienes un minino extra regalón que ama ser tomado, abrazado y apretado, felicitaciones. Por desgracia, la mayoría de los gatos no son tan permisivos. Es más, para muchos de ellos lo que tú consideras un inocente mimo, para él puede ser una transgresión violenta.
Uno de los más comunes es cuando el gato expone su panza. Es una forma de decir que confía en ti al mostrarte su zona más vulnerable, sin embargo no es una invitación a que la frotes. No te extrañes entonces si reacciona mordiendo o arañándote: se siente violado.
Otro problema frecuente es cuando acaricias la base de su cola mientras tu felino la mantiene erguida. Si bien esa zona es en extremo placentera para él ya que está llena de terminales nerviosas, el mismo motivo puede llevar a sobre estimularla, de forma similar a lo que sucede con nosotros cuando nos hacen cosquillas. De ahí que algunos gatos acaben por salir huyendo a esconderse.
¿Una confusión más? Cuando tu gato se sube a tu regazo, no necesariamente está pidiendo que lo tomes en brazos. Es más: para un gato, ser acunado como un bebé es algo totalmente anti natural.
“Si tu gato actúa raro, lo más probable es que algo haya gatillado ese comportamiento”, asegura Buffington. La mejor forma de asegurarse es dejar que el propio minino te guíe en lo que desea. Por ejemplo, si se frota contra ti, te está autorizando a acariciarlo en esa zona.
4. Tu gato NO quiere amigos
“Pobre Micifuz… parece estar tan solo. ¿Consigámosle un amigo?”. No te engañes. Una de las grandes equivocaciones respecto de los gatos es pensar que les gusta tener a otros congéneres a su alrededor. Error: en la naturaleza, los gatos cazan solos y no les gusta compartir. Para ellos -explica Buffington- otros gatos no son compañía, sino competencia.
De ahí que tratar de hacer que dos o más gatos traben amistad pueda ser, en algunos casos, un evento traumático, con bufidos, siseos, arañazos, golpes y al menos uno de los contendores escondido en un rincón.
Si es imprescindible hacer que dos gatos socialicen, comienza acariciándolos con una misma toalla de forma que se acostumbren al olor del otro. Antes de presentarlos, asegúrate de que cada uno se sienta contento -habiendo comido, hecho sus necesidades y recibido afecto- para luego acercarlos lentamente, dándoles todo el tiempo que sea necesario.
Asegúrate de que siempre tengan una ruta de escape por si uno de ellos entra en pánico.
5. Sí: tu gato se preocupa por ti
Aunque los amantes de los perros se diviertan burlándose de la aparente indiferencia de los gatos, están en un error: tú sí le importas. De hecho le importas tanto que para él o ella puede ser muy triste ver que cada día te vas al trabajo o los estudios.
Según Buffington, lo mejor para remediarlo es crear pequeños rituales de despedida y reencuentro. “Antes de irte, puedes llamar a tu gato y darle algo de cariño para que sepa que te estás despidiendo”. Repítelo de forma similar cuando vuelvas a casa.
El juego es otro ritual importante que une a un humano y su gato, pero debes hacerlo bien. No muevas el puntero láser como un histérico por el muro. Hazlo a una velocidad que le permita seguirlo y ‘cazarlo’ de vez en cuando. Lo mismo si tienes un juguete de caña con una pluma en su extremo.
“Algunos matrimonios sobreviven con menos de 1 hora de contacto al día. La relación con tu gato puede sobrevivir con menos de 10 minutos diarios, siempre y cuando esos 10 minutos sean realmente tiempo de calidad”, concluye el especialista.