De vez en cuando algunos títulos clásicos son modificados para ver cómo se acomodan los códigos originales de una historia y una escritura a una realidad social y local diferente.
Sucede con “El gato con botas”, recopilado en 1697 por el francés Charles Perrault (1628-1703) y difundido en el libro “Cuentos de mamá ganso”.
La versión de Teatrópolis Gentil (“El quitasol rojo”, “True west”, “525 líneas de Parra”) es dirigida por Freddy Huerta Sierra, el tony Marraqueta, compañía que lleva 15 años de vida combinando recursos teatrales y circenses.
Esta vez, el grupo sube al escenario una especie de primo hermano del famoso y astuto felino que, en esta ocasión, no utiliza las tradicionales y elegantes botas caballerescas.
“El gato con ojotas” (Sebastián Lazcano) luce nada menos que ese humilde y popular calzado campesino que se fabrica con pedazos de suela o trozos de neumático. Junto con emular a su pariente lejano, exhibirá una personalidad propia.
También se modificó el perfil de todos los personajes que lo acompañan, el ambiente humano y social en que se mueve y, sobre todo, el sentido y los valores éticos que se proponen.
Huérfanos y herederos
Un primer cambio se produce en el protagonista humano. El hijo menor de un molinero que recibe omo hercencia un gato que engaña al rey diciéndole que su amo es el Marqués de Carabás, para subirle el pelaje social al huérfano y casarlo con su hija, en la versión chilena es reemplazado por la desafortunada Rosita.
La actriz Kjesed Faundes se encarga de mostrar la calidez y simpatía de una sencilla niña de campo que siente de verdad la soledad y se aflige por su futuro.
Pero a diferencia de su modelo, se conforma con el pobre y humilde gato que le tocó como patrimonio, sin imaginarse que también le ayudaría a cambiar su vida.
A su vez, el ogro que el gato con botas devora para apropiarse de su castillo, para después decirle al rey que pertenece al falso Marqués, ahora es un parcelero que anda en busca del amor.
De este modo, la obra se aleja del engaño y la ambición del relato original. En este pasaje, el de las botas confunde y engaña al ser mitológico de aspecto humano, aprovechándose de la vanidad ajena y de la capacidad que tenía para transformarse en león y en el ratón que se comió.
La astucia es un elemento común en ambos gatos. A esta cualidad el montaje teatral le agrega al que usa ojotas conductas y sentimientos bondadosos, y aunque lo define como una gato güiña, subraya los gestos de amistad, presentes en todo lo que hace para beneficiar a Rosita.
Teatrópolis Gentil
Mezcla de recursos
En el terreno escénico, la visualidad se acomoda a las imágenes convencionales que se tienen del campo. La escenografía alude al frontis de una casa-castillo, con sus puertas y ventanas, todo bien colorido, lo mismo que la tradicional pollera campesina de Rosita (Diseño de Cecilia Cárcamo).
Como es de esperar, el parcelero enamorado que interpreta Huerta recoge en toda su dimensión las características correspondiente al payaso. E, igual que todos los personajes, utiliza la rima en los diálogos, además de constantes guiños al público que evidencian la opción de buscar complicidad rompiendo la denominada “cuarta pared”.
La música en vivo (Juan Bustamante) dialoga de manera permanente con la obra y es un recurso fundamental que enfatiza el tono festivo y crítico del relato escénico.
Leopoldo Pulgar
En suma, gracia y cercanía provoca esta producción, también risas y carcajadas a partir del predominio de los gestos de comicidad que se relacionan con lo ingenuo, la astucia y torpeza, elementos que, finalmente, configuran seres humanos corrientes y presentes.
Leopoldo Pulgar Ibarra
Periodista
Centro Mori Bellavista. Constitución 183. Domingo, 12:00. $ 4.000 y $ 2.500. Desde el 12 de octubre.