No es equivocado afirmar que a ciertos chilenos les cuesta o disgusta mirar el pasado histórico, sobre todo el más reciente período de dictadura.
Hacerlo reflota temores y traumas en algunos. Otros, según se dice, optan por el olvido o la indiferencia como una forma de ser moderno y no estar “preso del pasado”.
Sin embargo, pese a todo, el teatro, el cine y la televisión cada cierto tiempo han dado algún espacio a producciones que ofrecen una mirada crítica sobre esta etapa oscura que vivió el país.
De alguna manera, han visibilizado personas e instituciones que han aportado testimonios, rastreado archivos y entregado antecedentes para que la ciudadanía se vaya formando un juicio más completo sobre el golpe militar.
Este interés es muy explicacble porque, pese a que estos hechos sean de hace más de 40 años, fueron claves para instaurar una dictadura cuyos efectos económicos, políticos y sociales todavía perduran, luego del retorno a la democracia formal.
Sin embargo, poco o casi nada se sabe de una realidad potente que existió y se desarrolló en la clandestinidad durante ese período: la lucha armada antidictatorial que involucró a miles de personas, cuya historia e incidencia incomoda y parece no existir para las fuerzas políticas que llegaron al poder en 1990.
En este universo humano, político y social incursiona parcialmente “La vida doble”, adaptación teatral de Marco Antonio Parra de la novela homónima de Arturo Fontaine.
Historia de lealtades y traiciones
La obra narra momentos claves en la vida de Lorena, combatiente de una organización revolucionaria armada, capturada en acción, interrogada y torturada.
Luego de quedar en libertad y ser nuevamente secuestrada, se convierte en delatora y activa agente represiva.
Así, la obra realiza un viaje que zarpa desde la ribera de la lealtad a los principios y a la guerrilla urbana hasta arribar a la orilla de la traición, pasando por el dolor y el sufrimiento.
En realidad, la mirada del autor no busca a través de su personaje Lorena valorar como necesaria y justa la opción radical de autodefensa que se adoptó luego del golpe militar del 73.
Más bien configura el fracaso del compromiso revolucionario de una combatiente que, luego de quebrarse por las feroces torturas, se convirtió en delatora y agente activa y letal de la represión contra sus propios camaradas.
De alguna manera resulta curioso que un intelectual como Arturo Fontaine, muchos años vinculado al poder a través del Centro de Estudios Públicos (CEP), exponente del pensamiento de una derecha política liberal y empresarial, auscultara el mundo de la clandestinidad.
El propio autor explica su punto de vista en entrevista a Punto Final. “La novela, dice Fontaine, es una exploración del mal. Está situada en la dictadura, pero la traición trasciende, por supuesto, ese momento. Lo perturbador de esta historia es lo humano que resulta el mal, el mal de veras”.
Respecto del personaje que construyó, basado en tres casos reales de mujeres que tuvo a la vista y una larga conversación con una ellas, recalca que “más bien me atrajo imaginar una vida quebrada por la traición”.
Énfasis y precisiones
Ya sobre el escenario, con la dirección de Claudia Fernández, destacada actriz y directora con experiencia, el montaje parece mostrar un abanico más amplio de sugerencias éticas. Y, sin dudas, un perfil más político.
A su vez, la notable actriz Paula Zúñiga (egresada de la Universidad de Chile, ex integrante de las compañías Del Cancerbero y Teatro en el Blanco) es el vehículo para transmitir una experiencia de vida compleja y llena de matices y contradicciones.
Entre ambas, a través de la voz de Lorena, logran proyectar voces humanas sumidas en una doble oscuridad: la de quienes traicionaron sus principios y, de algún modo, la de aquellos que lucharon por la libertad por medio de las armas, una opción política todavía ignorada por la sociedad como parte de la historia del país.
Para Claudia Fernández, actriz también formada en la Universidad de Chile, ex integrante del Teatro del Silencio y directora de su compañía La Fábrica Teatro (“Cinco minutos”. 2010), el cuerpo del actor es el soporte del trabajo escénico.
Su objetivo en “La vida doble” es facilitar que la protagonista hable desde su memoria física como cuerpo trasgredido, torturado y que, en muchos momentos, permanece con la vista vendada.
La directora juega con habilidad con los recursos escénicos que maneja, creando un ambiente de cambios que configuran el perfil de la protagonista y una estructura coherente con una obra de desarrollo no lineal.
En este sentido, los énfasis corporales en la actuación adelantan, preanuncian o acompañan el sentido del texto y da pistas al espectador para asomarse al debate interior que vive la protagonista, a sus ansias, miedos, incertidumbres y pasiones.
Así, la actriz impulsa a Lorena a viajar desde el vértigo y el atropellamiento en la expresión hasta el silencio profundo o ensimismado. A veces para explicar, comentar, aceptar, rechazar o justificar su quiebre y doble vida.
Los cambios vivenciales se complementan con las rupturas en la línea del tiempo y del espacio, giros que van dibujando el sentido, expresividad y opción artística de esta propuesta.
A este objetivo acompañan con personalidad propia una escenografía cuya estructura se despliega y adopta formas que recoge y expresa la propuesta de cambios de espacio y tiempo constante de esta obra.
Mesas, micrófonos, sillas metálicas y otros elementos de utilería, más un ambiente sonoro incómodamente expresivo, forman parte de una visualidad que tiene en su centro lo humano y el horror, al mismo tiempo. (Diseño integral, Raúl Miranda; Música, Jorge Martínez; Iluminación, José Luis Cifuentes; Audiovisual, Daniel Kraunik)
La directora agrega tres actores jóvenes al elenco. Aunque son personajes utilitarios -ayudan a la actriz a desplazarse cuando está vendada e intervienen en otras circunstancias- son parte del entorno que tiene atrapada a la detenida y, además, transportan una arista escénica de gran importancia.
En momentos, Paula Zúñiga, luego de detener la escena, habla con ellos, les cuenta lo que siente su personaje. De este modo, además, rompe la ficción como para decirle al público: “Lo que ustedes están viendo no es un invento, sucedió en Chile”.
La hora de los hijos
Quizás la decisión más relevante y notoria de este montaje, además de acentuar que la memoria de un país nunca debe diluirse, sea acentuar la condición de madre de la protagonista, en medio de la lucha política.
Por esta vía se muestra la conflictiva, potente y contradictoria relación de vivir la clandestinidad en medio de una realidad tan cotidiana como tener hijos y criarlos, siempre sujetos al riesgo, al peligro y a la represión.
Amenazar con matar o detener a los hijos y familiares fue un recurso clave de los servicos de inteligencia para quebrar el espíritu de Lorena.
Con estas opciones y énfasis, es inevitable que a través de “La vida doble” vaya surgiendo el país, más allá de un caso particular.
La traición se encarna a nivel nacional, las desgracias se hacen colectivas, como víctima y verdugo.
En realidad, el cuerpo de Lorena se ofrece como territorio de las contradicciones nacionales.
Sala Finis Terrae. Pocuro 1935. Jueves y viernes, 21.00 horas; sábado, 20.00 horas; domingo, 19.30. $ 6.000, $ 3.000 y $ 10.000. Hasta el 14 de septiembre.
Leopoldo Pulgar Ibarra
Periodista