Puede pasar desapercibido cuando usted concurre a una oficina pública, pero ese monitor frente al cual el funcionario gestiona su trámite esconde un gran negocio.
Un negocio multimillonario, a decir verdad: nada menos que 36 mil millones de pesos que el Estado de Chile paga anualmente a empresas por concepto de “licencias de software”, es decir, la autorización para utilizar programas tan comunes como el sistema operativo Windows o los programas de oficina, Word y Excel.
Pero, ¿sabía usted que este desembolso -superior al monto requerido para construir un hospital de alta complejidad- es en su mayoría, innecesario? Esto porque en los últimos años, países como Alemania, Francia, España, Rusia, China o Brasil se han unido a la tendencia del software libre, una modalidad en la cual se utilizan programas desarrollados en forma conjunta por cientos de personas, los cuales luego se distribuyen para su uso en forma gratuita.
Siguiendo esta política, el diputado Vlado Mirosevic presentó en mayo de este año un proyecto de ley que ordenaba al Estado chileno a preferir el software libre por sobre el software patentado. En la normativa se especificaba que sólo cuando un departamento presentara una justificación por escrito, podría adquirir una licencia.
“No estamos en contra de que el Estado contrate a Microsoft u otros servicios de licencia, sino que estamos quebrando esta tendencia en la cultura del Estado de contratar el software patentado porque es el que está más a la mano. La idea es que el Estado se obligue a buscar servicios alternativos que son gratuitos, que van a significar un ahorro importante”, declaró en aquella oportunidad el diputado por Arica al diario La Tercera.
Al poco tiempo, Mirosevic comprendió que las grandes empresas de software habían acusado el golpe. Tal como explica un reportaje de la revista El Sábado recogido por El Mostrador, Alex Pessó, gerente de asuntos legales y corporativos de Microsoft, viajó hasta el Congreso para reunirse con él, a fin de exponer estudios y argumentos que rebatían el proyecto que había presentado.
Sin embargo el parlamentario no transó. Muy por el contrario, recibió inmediato apoyo en otros ex dirigentes estudiantiles como Giorgio Jackson o Gabriel Boric, quienes eran más afines a la ideología del desarrollo comunitario. En el caso de los demás congresistas, se dio cuenta de que la mayoría de ellos no comprendían el tema.
“La mitad de la gente no tenía idea de qué estábamos hablando. No digo del concepto software libre, más bien de los softwares, pero como habíamos calculado, el resto siguió a los que sí habían entendido”, relató Mirosevic a la publicación.
¿El resultado? A comienzos de junio el proyecto fue aprobado masivamente: 64 votos a favor y 12 abstenciones. Sólo votó en contra el diputado Daniel Farcas (PPD).
“Me cerró todo. Tenía que ver con mi ideología y además producía un bien tangible. Significaba que yo ahí podía hacer algún tipo de diferencia medible”, fue el alegre balance de Mirosevic tras la votación.
Pero la situación tendría un giro radical sólo 24 horas después. Según detalla el propio diputado, al revisar la tabla de iniciativas a votar ese día, se percató de que estaba en tabla un proyecto firmado por Daniel Farcas que anulaba completamente el suyo. Asegura que era evidente la intervención de Microsoft, ya que en el proyecto se citaba el mismo estudio y argumentos que Pessó le había mencionado cuando se reunió con él.
Aún más sorprendente, el proyecto figuraba como respaldado por 9 diputados de la Nueva Mayoría, de los cuales cinco -Daniella Cicardini, Jorge Insunza, Cristina Girardi, Marcela Hernando y Yasna Provoste- habían votado a favor del suyo el día anterior.
Farcas logró que su proyecto se aprobara, aunque con 39 votos a favor, 5 abstenciones y 16 votos en contra.
En la nota de El Sábado se detalla que tras la extraña jugada, el jefe de Gabinete de Mirosevic se dirigió a la oficina de Farcas a pedirle explicaciones. La única respuesta: “No te piquís, perrito. Se lo dimos vuelta”.
Tras contactarlo, el parlamentario PPD explicó que propuso su proyecto como una forma de proteger a los pequeños programadores y que se había equivocado al votar. “Debí votar a favor de el de Vlado también”, asegura.
Por su parte, Mirosevic realizó un mea culpa de su inexperiencia sobre los efectos del lobby político, asegurando que esa tarde había “perdido la inocencia”.
“Microsoft nos violó. Y para peor, fue una violación que terminó en embarazo”, espetó.
Esto porque bajo el nuevo proyecto de Farcas, no sólo ya no se promueve el software libre en el Estado, sino que se establece una exención tributaria para empresas que contraten o suscriban servicios tecnológicos a través de internet. “Es un beneficio tributario a las empresas para que usen los softwares patentados. Fomenta comprarlos y el Estado, en vez de ahorrar, termina subvencionándolos”, añadió.
“Lo que queríamos era un proyecto que ahorraba millones de pesos al Estado. Pero como a una empresa en particular no le convenía (Microsoft), utilizó el lobby para poder echarlo abajo”, fue el amargo resumen de Mirosevic, tal como relató a Radio Bío Bío en Santiago:
¿Se puede trabajar en una oficina sólo con software libre?
Acostumbrados durante décadas, muchos usuarios son escépticos a la posibilidad de trabajar con programas que no sean Windows y Microsoft Office. De la misma forma resulta común desconfiar de software que se puede obtener en forma gratuita, versus soluciones por las cuales se paga.
Sin embargo no sólo entidades tan estrictas como el Departamento de Defensa de Estados Unidos o el Ministerio de Relaciones Exteriores de Alemania trabajan con programas de esta índole, sino que un usuario común y corriente puede alcanzar los mismos niveles de productividad que con el software patentado.
Un ejemplo son las propias oficinas de BioBioChile, que desde su apertura hace 5 años trabajan sobre el sistema operativo basado en Linux, Ubuntu. En tanto, el trabajo de oficina se realiza sobre OpenOffice, la edición de audio con Audacity y la edición de imágenes con Gimp, todos programas tanto libres como gratuitos.
Más aún, el propio sitio web de BioBioChile está montado sobre la plataforma WordPress, un administrador de contenidos de código abierto, lo que permite a su equipo de desarrolladores modificarlo según se requiera, sin incurrir en costo alguno.