El 6 de agosto de 1825, la Asamblea General de Diputados de las Provincias del Alto Perú declaró la independencia de Bolivia, en ese entonces conocida como República de Bolívar. Esta fecha se recuerda cada año como el día oficial de esta nación altiplánica
Hoy, 6 de agosto, se cumple un nuevo aniversario patrio de Bolivia – patria que no se confunde con una nación, desde que la reforma a la Constitución impulsada por el gobierno de Evo Morales reconoció inéditamente en 2009 el carácter plurinacional del Estado boliviano.
En efecto, la heterogeneidad boliviana no es solo geográfica (con marcadas identificaciones regionales: cambas, collas, tarijeños, etc.) sino también nacional (se cuentan más de 30 etnias o grupos nacionales conviviendo en un mismo espacio estatal).
Tal diversidad pudiera alarmar o confundir a estados tan centralistas y tendencialmente homogeneizantes como el de Chile sin ir más lejos (donde, por ejemplo, es difícil sino imposible distinguir por su acento si alguien viene de Arica, Santiago o Punta Arenas), pero la verdad es que la heterogeneidad es casi la norma en la mayor parte de los estados sudamericanos, por de pronto con identificaciones regionales muy ricas y variadas (para seguir con el ejemplo de los modos característicos de hablar, nadie se confunde entre un cordobés y un porteño en Argentina, como tampoco entre un nordestino y un gaúcho en Brasil, o un costeño y un andino en Colombia).
Para graficar el desconcierto que llega a generar la subrayada heterogeneidad boliviana, un cientista social cochabambino, que trabajó por años en la Cepal, me confidenció la siguiente historia.
Hubo una vez un filósofo alemán que visitó Bolivia, con ánimo indagativo. Al cabo de un año de correrías por distintos puntos del país, el cientista social le preguntó si había logrado captar algo de la cultura boliviana. El filósofo alemán lo miró con una sonrisa burlona, y respondió: “Personalmente tengo cierta familiaridad con la lógica clásica, la aristotélica, y también con variadas expresiones de la lógica moderna: lógica formal e informal, lógica estocástica, lógica modal, etc. Pero debo reconocer que la lógica boliviana me supera por completo: ¡aún no entiendo nada!”.
Naturalmente, no hay ni habrá habido (sólo) una “lógica” boliviana, si por lógica entendemos, de manera amplia, patrones o referencias culturales marcantes. Junto con el influjo occidental, hoy perviven de manera vivaz en Bolivia por de pronto la raigambre andina así como la amazónica.
La actual cónsul de Bolivia en Chile, Magdalena Cajías, brillante historiadora (se ha ocupado del movimiento obrero y, con su hermano Fernando, de la historia de la coca, entre otros temas) y gran lectora de Borges (“Ficciones” es uno de sus libros favoritos), me comentó hace algunos días, mientras almorzábamos en un restaurant de Ñuñoa, cómo la ‘dualidad asimétrica andina’, por ejemplo, se nota cotidianamente tanto en el mundo rural como en las ciudades del occidente boliviano (La Paz, Oruro, Sucre, etc.).
Desde ya, las comunidades indígenas andinas son intrínsecamente duales, es decir, se estructuran a partir de una complementariedad entre ‘el lado de arriba’ (hanan o alaxsaya) y el ‘de abajo’ (urin o manqhasaya), y su sistema de autoridad es también dual.
Esta “lógica” tiene la virtud milenaria de impedir todo monolitismo absoluto pero a la vez introduce implícitas jerarquías, que, en el contexto actual (con las políticas de despatriarcalización impulsadas por el gobierno del MAS), conllevan un formidable desafío: cómo respetar y fortalecer las tradiciones indígenas y a la vez, reconociendo que no son piezas arqueológicas ni estructuras eternas, cómo desmontar toda jerarquización arbitraria (de género, por ejemplo, de las que las feministas bolivianas, Julieta Paredes y María Galindo, entre otras, se habrán ocupado recientemente).
¡Quien no haya entendido esto —concluyera la cónsul Cajías— no habrá entendido nada de Bolivia!
En el prólogo de Ficciones, Borges puntea justamente en referencia a un relato incluido en el libro: “el narrador presiente o adivina a través de A la remotísima existencia de Z, a quien A no conoce”.
Andrés Ajens
Poeta, ensayista y traductor (Concepción, 1961)