Notable regreso de una obra maestra de Verdi

Otello, TMS (c)
Otello, TMS (c)
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Una interesante y atractiva puesta en escena, encabezada por el director teatral argentino Pablo Maritano, es el marco para una sólida entrega musical y actoral del elenco internacional que debutó el sábado pasado trayendo de vuelta la ópera “Otello” al Teatro Municipal de Santiago. Considerando la calidad de todos los elementos conjugados, es sin duda hasta ahora el espectáculo más logrado en la actual temporada lírica de ese escenario.

Por Joel Poblete

Estrenada en 1887, “Otello” es considerada no sólo una de las obras maestras compuestas por el maestro italiano Giuseppe Verdi y una de las mejores adaptaciones operísticas de una obra de Shakespeare, sino además una de las mejores óperas de la historia, por su prodigiosa fusión entre música y texto, fruto del trabajo conjunto entre el compositor y su inspirado libretista, Arrigo Boito. Pero además es uno de los títulos más exigentes del repertorio universal, en particular por las demandas vocales y teatrales que requiere de sus protagonistas, lo que siempre genera muchas expectativas para el público cada vez que se la programa. Y el estreno el sábado pasado de la nueva producción que trajo de regreso esta pieza al Teatro Municipal de Santiago, tras ocho años de ausencia y como cuarto título de su temporada lírica, no fue la excepción.

De partida, porque en las 20 ocasiones anteriores en que “Otello” se presentó en este escenario santiaguino desde su estreno ahí en 1894, ha contado con intérpretes muy ilustres; y además porque la última vez que se llevó a la escena en el Municipal, en 2006 (y pese al desempeño de un elenco en que brilló una emotiva Verónica Villarroel), quedó un recuerdo algo amargo, ya que no alcanzaron a realizarse todas las funciones programadas, a raíz de la crisis interna que afectó al teatro en esas fechas. Entonces, el regreso de la obra era muy esperado, y afortunadamente los resultados superaron las expectativas: el estreno del sábado fue muy aplaudido y en su conjunto, considerando como un todo los logros musicales y escénicos, es sin duda el espectáculo más notable que hasta ahora ha ofrecido la temporada lírica 2014.

A primera vista, lo que más deslumbra de este montaje es la contundente y vital propuesta escénica. El talentoso director teatral argentino Pablo Maritano, una de las más destacadas figuras en la actual escena lírica trasandina, ya había cosechado elogios el año pasado en el Municipal con su versión de otro clásico verdiano, “El trovador”, y ahora superó un desafío aún mayor, ya que al ser una brillante adaptación de una de las principales tragedias de Shakespeare (que ha originado múltiples adaptaciones en cine, danza y televisión), “Otello” es una de las óperas más potentes en lo teatral.

Justamente en lo que puede considerarse un acertado guiño al legendario autor inglés al conmemorarse este 2014 los 450 años de su nacimiento, el concepto de Maritano giró en torno a un hábil dispositivo escénico circular que se abre, cierra y desplaza, está presente permanentemente durante tres de los cuatro actos de la obra y evoca al célebre Teatro Globo donde se presentaron muchas de las obras del Bardo, incluyendo justamente “Otello”. Aunque en un comienzo, en el primer acto, podría temerse que esta idea sería reiterativa y reduciría el espacio o limitaría el desplazamiento escénico de los solistas y el coro, finalmente se confirmó como una certera base para esta dolorosa y profunda historia de celos, traición y muerte. El director de escena contó con la complicidad del diseñador Enrique Bordolini, cuya efectiva escenografía e iluminación se complementaron muy bien con el hermoso y vistoso vestuario del italiano Luca Dall’Alpi, conformando momentos de gran belleza plástica, como en el sublime dúo de amor nocturno al cierre del acto I, o en los momentos de “teatro dentro del teatro” que diseñaron para los dos primeros actos.

Desde la intensa escena de la tormenta que abre la obra hasta el golpe de escena que la finaliza, Maritano no se quedó sólo en lo visual y en la superficie, ya que supo aprovechar al máximo cada uno de los numerosos detalles y recursos teatrales de una partitura que funciona como un mecanismo dramático perfecto, tanto en los efectivos momentos solistas -por ejemplo, fue memorable el “Credo” del villano Yago- como en los que en otras puestas en escena tienen menos relieve o impacto, como el cuarteto del segundo acto. Y lo bueno es que contó con cantantes que no sólo se conformaron con afrontar las muchas exigencias musicales de sus roles, sino además se comprometieron en lo actoral.

Tomando en cuenta que esta ópera ha contado en el escenario santiaguino con artistas tan ilustres en el arduo rol protagónico como los chilenos Renato Zanelli y Ramón Vinay -este último, en seis ocasiones distintas entre 1948 y 1969, incluyendo su despedida mundial del personaje-, y que incluso su más reconocido intérprete en las últimas décadas, Plácido Domingo, incluyó fragmentos en esa misma sala en conciertos solistas, no es menor la tarea para quien cante en el Municipal un rol que desde ya es considerado una cúspide para la carrera de cualquier tenor que tenga las condiciones para abordarlo. Siempre, en cualquier teatro del mundo, es un logro inmenso encontrar un buen Otello. Y en su debut en Chile, el lituano Kristian Benedikt, quien ha encarnado al “moro de Venecia” en importantes teatros europeos, es de verdad un gran Otello: aunque ocasionalmente dio la impresión de estar superando algunos problemas de salud, Benedikt supo controlar y manejar con excelencia una voz sólida y bien timbrada, que quizás podría desarrollar mayor proyección, pero de todos modos fue capaz de superar todos los escollos, incluyendo algunas expuestas notas agudas; y en lo actoral, fue absolutamente creíble y emotivo, tanto en sus escenas solistas como en los dúos con Desdémona y Yago.

Tres años después de dejar una positiva impresión con su debut en Chile en otra ópera de Verdi, “Simón Boccanegra”, la soprano estadounidense Keri Alkema regresó para encarnar por primera vez en su carrera a Desdémona, y su desempeño fue espléndido, tanto por su presencia escénica como especialmente por su voz rica y cálida, de buen volumen y potencia, que se adapta muy bien a los roles verdianos, luciéndose en particular en el cuarto acto, con una conmovedora entrega de la “Canción del Sauce” y el “Ave Maria”. Por su parte, el barítono de Azerbaiyán Evez Abdulla fue un Yago sorprendente e implacable, lleno de energía, cantado con fuerza y convicción, conformando un memorable villano que guió la intriga logrando ir más allá de los clichés y la caricatura y se complementó muy bien en lo teatral con el Otello de Benedikt.

Además de la rotunda voz del bajo ruso Alexey Thikhomirov en su breve aparición como Lodovico -personaje que encarnará en los dos elencos que abordarán esta obra en el Municipal-, apoyando a los tres protagonistas se cuenta con un muy buen reparto compuesto por artistas chilenos: el tenor Sergio Járlaz fue un Casio muy bien cantado -con buen volumen y proyección- y desenvuelto en la actuación, mientras una vez más la mezzosoprano Evelyn Ramírez tuvo una lucida presencia, esta vez como Emilia, un rol que a menudo queda demasiado en segundo plano pero acá tuvo mayor relevancia. También estuvieron muy bien el tenor Claudio Fernández (Rodrigo), el bajo-barítono Sergio Gallardo (Montano) y el barítono Javier Weibel como un heraldo.

El gran mérito en la buena fusión entre lo musical y lo teatral que alcanza esta producción no sólo reside en su equipo escénico y los cantantes, sino muy especialmente en la dirección musical del maestro italiano Antonello Allemandi, al frente de la Orquesta Filarmónica de Santiago. Este reconocido director ya había tenido muy buenas presentaciones previas en el Municipal, con dos comedias de Donizetti: “Don Pasquale” en 2011 y el año pasado “El elixir de amor”, y ahora con su incursión en el drama verdiano volvió a confirmarse como un músico sensible e inteligente, preocupado de los detalles y del equilibrio entre el foso y la escena. Gracias a su batuta, la tensión, el dolor y la tragedia que despliega la partitura verdiana desfilaron con pasión y entrega, así como la dulzura sentimental del dúo del primer acto y la irreversible y emocionante entrega del desenlace. Y como ya es tradición, el Coro del Teatro Municipal, dirigido por Jorge Klastornik, estuvo excelente en sus intervenciones, que en “Otello” son puntuales y contadas, pero muy exigentes, como en el inicio del primer acto y en la gran escena de conjunto del tercero.

En resumen, este “Otello” es un inolvidable espectáculo, verdaderamente imperdible. Las restantes funciones del elenco internacional se realizarán los días 05, 08, 11 y 14 de agosto, mientras el elenco estelar se presentará los días 06 y 09 de agosto.

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Una interesante y atractiva puesta en escena, encabezada por el director teatral argentino Pablo Maritano, es el marco para una sólida entrega musical y actoral del elenco internacional que debutó el sábado pasado trayendo de vuelta la ópera “Otello” al Teatro Municipal de Santiago. Considerando la calidad de todos los elementos conjugados, es sin duda hasta ahora el espectáculo más logrado en la actual temporada lírica de ese escenario.

Por Joel Poblete

Estrenada en 1887, “Otello” es considerada no sólo una de las obras maestras compuestas por el maestro italiano Giuseppe Verdi y una de las mejores adaptaciones operísticas de una obra de Shakespeare, sino además una de las mejores óperas de la historia, por su prodigiosa fusión entre música y texto, fruto del trabajo conjunto entre el compositor y su inspirado libretista, Arrigo Boito. Pero además es uno de los títulos más exigentes del repertorio universal, en particular por las demandas vocales y teatrales que requiere de sus protagonistas, lo que siempre genera muchas expectativas para el público cada vez que se la programa. Y el estreno el sábado pasado de la nueva producción que trajo de regreso esta pieza al Teatro Municipal de Santiago, tras ocho años de ausencia y como cuarto título de su temporada lírica, no fue la excepción.

De partida, porque en las 20 ocasiones anteriores en que “Otello” se presentó en este escenario santiaguino desde su estreno ahí en 1894, ha contado con intérpretes muy ilustres; y además porque la última vez que se llevó a la escena en el Municipal, en 2006 (y pese al desempeño de un elenco en que brilló una emotiva Verónica Villarroel), quedó un recuerdo algo amargo, ya que no alcanzaron a realizarse todas las funciones programadas, a raíz de la crisis interna que afectó al teatro en esas fechas. Entonces, el regreso de la obra era muy esperado, y afortunadamente los resultados superaron las expectativas: el estreno del sábado fue muy aplaudido y en su conjunto, considerando como un todo los logros musicales y escénicos, es sin duda el espectáculo más notable que hasta ahora ha ofrecido la temporada lírica 2014.

A primera vista, lo que más deslumbra de este montaje es la contundente y vital propuesta escénica. El talentoso director teatral argentino Pablo Maritano, una de las más destacadas figuras en la actual escena lírica trasandina, ya había cosechado elogios el año pasado en el Municipal con su versión de otro clásico verdiano, “El trovador”, y ahora superó un desafío aún mayor, ya que al ser una brillante adaptación de una de las principales tragedias de Shakespeare (que ha originado múltiples adaptaciones en cine, danza y televisión), “Otello” es una de las óperas más potentes en lo teatral.

Justamente en lo que puede considerarse un acertado guiño al legendario autor inglés al conmemorarse este 2014 los 450 años de su nacimiento, el concepto de Maritano giró en torno a un hábil dispositivo escénico circular que se abre, cierra y desplaza, está presente permanentemente durante tres de los cuatro actos de la obra y evoca al célebre Teatro Globo donde se presentaron muchas de las obras del Bardo, incluyendo justamente “Otello”. Aunque en un comienzo, en el primer acto, podría temerse que esta idea sería reiterativa y reduciría el espacio o limitaría el desplazamiento escénico de los solistas y el coro, finalmente se confirmó como una certera base para esta dolorosa y profunda historia de celos, traición y muerte. El director de escena contó con la complicidad del diseñador Enrique Bordolini, cuya efectiva escenografía e iluminación se complementaron muy bien con el hermoso y vistoso vestuario del italiano Luca Dall’Alpi, conformando momentos de gran belleza plástica, como en el sublime dúo de amor nocturno al cierre del acto I, o en los momentos de “teatro dentro del teatro” que diseñaron para los dos primeros actos.

Desde la intensa escena de la tormenta que abre la obra hasta el golpe de escena que la finaliza, Maritano no se quedó sólo en lo visual y en la superficie, ya que supo aprovechar al máximo cada uno de los numerosos detalles y recursos teatrales de una partitura que funciona como un mecanismo dramático perfecto, tanto en los efectivos momentos solistas -por ejemplo, fue memorable el “Credo” del villano Yago- como en los que en otras puestas en escena tienen menos relieve o impacto, como el cuarteto del segundo acto. Y lo bueno es que contó con cantantes que no sólo se conformaron con afrontar las muchas exigencias musicales de sus roles, sino además se comprometieron en lo actoral.

Tomando en cuenta que esta ópera ha contado en el escenario santiaguino con artistas tan ilustres en el arduo rol protagónico como los chilenos Renato Zanelli y Ramón Vinay -este último, en seis ocasiones distintas entre 1948 y 1969, incluyendo su despedida mundial del personaje-, y que incluso su más reconocido intérprete en las últimas décadas, Plácido Domingo, incluyó fragmentos en esa misma sala en conciertos solistas, no es menor la tarea para quien cante en el Municipal un rol que desde ya es considerado una cúspide para la carrera de cualquier tenor que tenga las condiciones para abordarlo. Siempre, en cualquier teatro del mundo, es un logro inmenso encontrar un buen Otello. Y en su debut en Chile, el lituano Kristian Benedikt, quien ha encarnado al “moro de Venecia” en importantes teatros europeos, es de verdad un gran Otello: aunque ocasionalmente dio la impresión de estar superando algunos problemas de salud, Benedikt supo controlar y manejar con excelencia una voz sólida y bien timbrada, que quizás podría desarrollar mayor proyección, pero de todos modos fue capaz de superar todos los escollos, incluyendo algunas expuestas notas agudas; y en lo actoral, fue absolutamente creíble y emotivo, tanto en sus escenas solistas como en los dúos con Desdémona y Yago.

Tres años después de dejar una positiva impresión con su debut en Chile en otra ópera de Verdi, “Simón Boccanegra”, la soprano estadounidense Keri Alkema regresó para encarnar por primera vez en su carrera a Desdémona, y su desempeño fue espléndido, tanto por su presencia escénica como especialmente por su voz rica y cálida, de buen volumen y potencia, que se adapta muy bien a los roles verdianos, luciéndose en particular en el cuarto acto, con una conmovedora entrega de la “Canción del Sauce” y el “Ave Maria”. Por su parte, el barítono de Azerbaiyán Evez Abdulla fue un Yago sorprendente e implacable, lleno de energía, cantado con fuerza y convicción, conformando un memorable villano que guió la intriga logrando ir más allá de los clichés y la caricatura y se complementó muy bien en lo teatral con el Otello de Benedikt.

Además de la rotunda voz del bajo ruso Alexey Thikhomirov en su breve aparición como Lodovico -personaje que encarnará en los dos elencos que abordarán esta obra en el Municipal-, apoyando a los tres protagonistas se cuenta con un muy buen reparto compuesto por artistas chilenos: el tenor Sergio Járlaz fue un Casio muy bien cantado -con buen volumen y proyección- y desenvuelto en la actuación, mientras una vez más la mezzosoprano Evelyn Ramírez tuvo una lucida presencia, esta vez como Emilia, un rol que a menudo queda demasiado en segundo plano pero acá tuvo mayor relevancia. También estuvieron muy bien el tenor Claudio Fernández (Rodrigo), el bajo-barítono Sergio Gallardo (Montano) y el barítono Javier Weibel como un heraldo.

El gran mérito en la buena fusión entre lo musical y lo teatral que alcanza esta producción no sólo reside en su equipo escénico y los cantantes, sino muy especialmente en la dirección musical del maestro italiano Antonello Allemandi, al frente de la Orquesta Filarmónica de Santiago. Este reconocido director ya había tenido muy buenas presentaciones previas en el Municipal, con dos comedias de Donizetti: “Don Pasquale” en 2011 y el año pasado “El elixir de amor”, y ahora con su incursión en el drama verdiano volvió a confirmarse como un músico sensible e inteligente, preocupado de los detalles y del equilibrio entre el foso y la escena. Gracias a su batuta, la tensión, el dolor y la tragedia que despliega la partitura verdiana desfilaron con pasión y entrega, así como la dulzura sentimental del dúo del primer acto y la irreversible y emocionante entrega del desenlace. Y como ya es tradición, el Coro del Teatro Municipal, dirigido por Jorge Klastornik, estuvo excelente en sus intervenciones, que en “Otello” son puntuales y contadas, pero muy exigentes, como en el inicio del primer acto y en la gran escena de conjunto del tercero.

En resumen, este “Otello” es un inolvidable espectáculo, verdaderamente imperdible. Las restantes funciones del elenco internacional se realizarán los días 05, 08, 11 y 14 de agosto, mientras el elenco estelar se presentará los días 06 y 09 de agosto.