El triunfo europeo en Brasil 2014, me refiero a las victorias de Alemania y Holanda, sobre Argentina y Brasil, en los partidos finales, amén de la goleada alemana al dueño de casa en semifinales, van más allá de ser un triunfo ocasional en un juego deportivo. Ya no se trata sólo de eso, de un inocente ejercicio deportivo.
En efecto, la importancia para cada país que este tipo de certámenes ha alcanzado en la sociedad global, el volumen de los capitales involucrados, las repercusiones sociales y políticas son muchísimo más vastas que el buen o mal acierto en tal o cual jugada, tras la “pelotita”.
Las inversiones en preparación en recursos y tiempo son cuantiosísimas.
Y he aquí donde sobresale el valor de la voluntad colectiva que mostraron los equipos ganadores. Esta fue también la nueva fisonomía que tuvo nuestra selección chilena. Es decir, las grandes empresas requieren de organización, de espíritu fraterno, de un cuerpo disciplinado y todo lo que signifique un “alma” que entregue la cuota extra de despliegue, el plus que hace la diferencia.
Cuando digo lo anterior, estoy pensando en lo lejos que estamos en la acción política de llegar a tales alturas o niveles de voluntad colectiva, que supere los incontables apetitos individuales, las innumerables pugnas inconducentes, la atomización de los esfuerzos por que cada cual prefiere hacer lo que sean sus propias ganas o aquello que le indiquen sus exclusivas apuestas.
Hay un individualismo contestatario que se muestra equívocamente como rebeldía ciudadana que es difícil de superar o, que es más difícil de superar, en la medida que no se comprenda que las más descollantes figuras individuales pierden su sentido de ser sino se hacen parte de proyectos compartidos, de la acción colectiva que día a día debe ir desbrozando el camino hacia superiores formas de vida y de convivencia humana.
Se habla en Chile que ahora sí. Que con el elenco humano agrupado en la selección podemos llegar a los triunfos que nunca hemos tenido. Es cierto. En ello, los jugadores son lo esencial, a condición que la voluntad de lucha colectiva que mostraron se fortalezca, se afiancé y logré que el “alma” del equipo continúe alimentando el propósito común que les anima.
Camilo Escalona, presidente del Instituto Igualdad y ex presidente del Senado .