Este jueves 19 de junio se estrena en salas La danza de la realidad, película que recuerda La montaña sagrada y Santa sangre, por mencionar posiblemente las más conocidas. Un filme muy autorreferente, lleno de familiares del Alejandro Jodorowsky en distintos roles y tareas, que relata parte de su infancia en Tocopilla, tomándose todas las libertades que quiso este creador múltiple, a ratos delirante, cargado de esoterismo, de citas visuales y alegorías. Una película ideal para sus seguidores (de su cine, sus libros, charlas, escritor de comics y tantas otras facetas) que no dejará indiferente a nadie.
Alejandro Jodorowsky aparece –es decir es guionista, director y actor en esta película interactuando con el niño que lo representa- en La danza de la realidad hablándole al niño que era, a su infancia, pero en esencia muestra sus sueños, sus traumas, sus obsesiones y hechos que lo marcaron. Una película valiente que lo muestra aparentemente sin censuras, en una experiencia que suponemos de autoanálisis, de introspección. Pero también en una desnudez mucha más fuerte y desconcertante que aquella que hiciera el año pasado en internet y que circulara en redes sociales hablando de la película.
Jodorowsky en la película se da muchas licencias –como tener a Bastián Bodenhöfer interpretando, a mí parecer, débilmente al dictador Carlos Ibáñez del Campo, o tener personajes sobreactuados o mostrar a “su” madre interpretada por la soprano Pamela Flores que canta sus parlamentos-, como explicitando que su foco está en otro lugar, en otro registro.
Y es posiblemente ahí donde está el mayor desafío para el espectador: descubrir la esencia de esta película tan personal, referida al mundo infantil tan íntimo de Jodorowsky, con escenas tan fuertes como las de tortura al padre (que parecen más bien las ejecutadas por la DINA o la CNI), o cuando la madre orina a su padre. Pero en esencia, a mi parecer, La danza de la realidad invita a revisar la vida, a valorar los “hechos” pero también los miedos, los sueños, lo real y lo imaginario como partes de nuestro ser. A celebrar la vida, nuestras vidas, como universos complejos y creativos a vivir y experimentar intensamente.
Posiblemente pocos vean esta película en Chile (muchísimos menos que en el resto del mundo, a pesar de estar filmada en nuestro país), pero en ellos quedará por muchos tiempo, inspirando, inquietando, molestando o estimulándolos.