En 1994 el periodista británico Mark Simpson acuñó el término “metrosexual” para describir a aquellos hombres de las metrópolis que se preocupaban por su imagen y gastaban bastante dinero en productos de belleza y ropa con el fin de lucir impecables.
Ayer, 20 años después de aquél episodio, el mismo Simpson explicó en una columna en el diario inglés The Telegraph, que actualmente existe una versión más extrema, más sexual y más obsesionada con el cuerpo, a la que él llama “spornosexual”.
“Aunque parece que fue ayer que escribí por primera vez sobre él (el metrosexual) en 1994 después de asistir a una exposición organizada por la revista GQ llamada ‘Es un mundo de hombres’, yo había visto el futuro de la masculinidad”, indicó en su nueva columna.
En ese entonces, señaló que el hombre metrosexual, era “un joven soltero con un alto poder adquisitivo, que vive o trabaja en la ciudad (porque ahí es donde están las mejores tiendas)” y que quizás era “el mercado más prometedor de la década de los consumidores”.
Según Simpson, la vanidad masculina no siempre fue tan aceptada. Hoy la mayoría de los hombres se preocupan por su ropa, cabello, zapatos, accesorios, piel y cuerpo, lo que antes era considerado una característica propiamente femenina.
El columnista señala que a principios de la década de los ’90, el metrosexual tuvo que luchar para no ser juzgado, ya que generalmente era asociado a la homosexualidad, la que entonces era muy estigmatizada y hasta criminalizada. “La vanidad masculina era en el mejor de los casos vista como ‘afeminada’ o en el peor, como ‘pervertida’”, afirmó.
Pero al final del siglo 20, con el cambio de mentalidad sobre la homosexualidad masculina y el apogeo de la cultura de las celebridades, las cosas comenzaron a cambiar. Fue así como surgieron ejemplos de hombres metrosexuales que eran considerados varoniles, como el caso de David Beckham, a quien Simpson define como “el futbolista inglés de clase trabajadora que se hizo más famoso a nivel mundial por sus llamativos cortes de pelo, lindeza descarada y el desenfrenado deseo de ser deseado, que por sus habilidades futbolísticas”.
Según el periodista británico, el metrosexual es más que una tendencia superficial. Para él, es toda una revolución masculina, que se trata sobre hombres convirtiéndose en todo para ellos mismos, del mismo modo “que se ha alentado a las mujeres a hacerlo desde hace tiempo”.
“Esta absorción por parte de los hombres de los productos, prácticas y placeres anteriormente reservadas a las mujeres y hombres gay, es tan normal ahora que los hombres jóvenes de hoy dan por sentado que realmente se han convertido en todo para sí mismos. Tanto así que la vieja generación de metrosexuales puede considerar que esto es demasiado”, añadió.
Los metrosexuales de hoy ya no sólo se preocupan por su ropa y cabello, además trabajan sus cuerpos, se cuidan la barba, se tatúan y ponen piercings, buscan aumentar su masa muscular y les gusta lucir su cuerpo.
“La metrosexualidad de segunda generación trata menos de la ropa que la primera”, explica Simpson, quien dice que los hombres se están centrando en sus propios cuerpos, porque también quieren ser objetos de fantasía sexual, como por mucho tiempo se ha considerado a las mujeres.
De hecho, para el periodista esta evolución del metrosexual es más sexual que nunca y se alimenta de elementos como la publicidad protagonizada por Cristiano Ronaldo y Beckham, la pornografía, los medios de comunicación y las redes sociales, especialmente la cultura ‘selfie’.
A estos hombres, Simpson llama “spornosexuales”, que a diferencia de los metrosexuales que se nutrían de la ropa, ellos quieren ser queridos por sus cuerpos, no por su armario… y menos sus mentes.
Según The Telegraph, algunos comportamientos propios de los ‘spornosexuales’, son: publicar fotos en redes sociales donde aparecen ellos mismos en el gimnasio o mostrando su tonificada anatomía; sentir preocupación por cuántos ‘Me gusta’, aprobaciones o comentarios reciben las imágenes que publican; consumir bebidas energéticas, proteínas y productos para mantenerse ‘en forma’; y tener a la pornografía como referente en sus relaciones íntimas.