La agenda energética elaborada por el Ejecutivo en la actual administración, propone dos líneas de acción para mejorar el uso de la leña.
Primeramente, la creación de una “Mesa de Calefacción y Leña” a nivel nacional y regional, desde la región de O’Higgins hasta Aysén, con el objetivo de desarrollar una política nacional y regional sobre calefacción y uso de la leña. En segundo lugar, contempla un estudio para determinar el consumo de leña y sus derivados.
Si bien podría percibirse como mezquina una propuesta con solamente dos líneas de acción y ninguna meta, también la señal podría interpretarse como positiva, ya que por primera vez la leña pasa a ser parte de los desafíos que asume el Ministerio de Energía, en el marco del “Desarrollo de los recursos energéticos propios”. Por lo tanto, se esperaría que ése sea justamente el objetivo de la agenda, “promover el desarrollo del principal combustible renovable que dispone el país”.
No es discutible, ni tampoco es la intención de esta columna, olvidar que la leña es fuente de contaminación, además de degradación de los bosques naturales, lo que es necesario cambiar sin dudarlo. Pero es diferente enfrentar este problema prohibiendo o restringiendo su uso que promoviendo su desarrollo.
En este sentido, nos parece importante brindar la posibilidad de mejorar las condiciones del sector y apoyarlo en conjunto y de manera inclusiva, avanzar en la búsqueda de alternativas más viables y limpias para el uso de esta biomasa. Es decir, como transitamos del uso de la leña contaminante e informal a la utilización de biomasa, con bajas externalidades negativas.
Enfrentar la problemática de la leña sólo desde la contaminación, con políticas públicas lideradas desde el Ministerio de Medio Ambiente (inicialmente como Conama), ha demostrado ser una estrategia equivocada, donde no sólo no se ha solucionado el tema de la contaminación, sino que además se cerró toda posibilidad de desarrollo del sector, centralizando en medio ambiente cualquier acción e iniciativa.
Asimismo, de esta forma se condiciona a sus metas sectoriales, con los resultados ya conocidos por todos, quedando la sensación de que seguimos exactamente tal como antes, ya que los impactos, informalidad y el consumo de la leña continúan igual.
La biomasa es una fuente de energía renovable, y la leña es sólo un producto (un formato) que ha sido utilizado históricamente, con fuerte arraigo cultural y de la que se ven beneficiadas miles de personas en toda su cadena de producción y consumo, desde propietarios de bosques hasta las familias que calefaccionan sus hogares e incluso cocinan sus alimentos.
El problema es que son las actuales prácticas, malos hábitos que hoy generan los impactos negativos que todos conocemos. Pero las prácticas pueden ser cambiadas, mejoradas, incluso la leña puede ser transformada a productos más limpios y eficientes. Existen los instrumentos, tecnologías y recursos para ello, ahí está el desafío y la oportunidad de aprovechar los beneficios asociados al uso responsable de la biomasa que producen nuestros bosques.
Dudo que alguien pudiera decir, a excepción de los sectores que siguen promoviendo los fósiles (gas, parafina, carbón, o las grandes tiendas comerciales), que no merecemos la oportunidad de intentarlo, de ver si somos capaces de transformar el uso de la leña y sus potenciales derivados en una oportunidad para las regiones del sur de Chile. Creo que no se han generados las condiciones para que ello ocurra, y continuar en el camino de la prohibición sería un gran error.
Hoy 5 de junio es el Día Mundial del Medio Ambiente y al pensar en los postulados que la promueven, creo que en el caso de la leña, la invitación es a reflexionar en como nosotros podemos transformarnos en agentes activos, consumidores y usuarios responsables de nuestros recursos naturales, como podemos ser generadores de cambios, en nuestra actitud y hábitos, pensando no sólo en nuestra salud, nuestros bosques, sino también en el mensaje que le damos a los nuestros niños.
A diferencia de otros combustibles, como sociedad sí podemos incidir en el uso responsable de la leña.
Entonces, el llamado es a tomarle la palabra al Ministerio de Energía, para que al menos en esas dos líneas de acción cumpla, y que se formen las mesas nacional y regional para la elaboración de una política de desarrollo a largo plazo, no para los 4 años de gobierno.
Además, he de esperar que todos se involucren y participen activamente, como ha sucedido durante años, proceso del la cual han salido importantes iniciativas ciudadanas como el Sistema Nacional de Certificación de Leña e incluso una propuesta de “Política Dendroenergética”, elaborada con la participación de más de 100 partes interesadas de todo el país.
Hoy en el marco de la conmemoración a nuestro Medio Ambiente la invitación para el Ministerio de Energía es para que incorpore, una tercera y fundamental línea de acción, en su agenda legislativa, dirigida a promover el proyecto de ley que “regule el comercio de la leña y la declare como combustible”, es el mínimo de compromiso que se esperaría materialice para iniciar un proceso de diálogo franco con la ciudadanía.
Por Andrés Venegas S.
Ingeniero Forestal Asociado a Fundación Terram