Cuando un bebé llega a la familia, necesita de cuidados especiales y una dedicación infinita por parte de sus padres. Ese rol de protección implica también un apego físico, en especial por parte de la madre. Es ahí donde comienza el llamado Colecho, la acción de dormir junto a nuestros hijos.
Y si bien esto supone un símbolo de afecto, protección y de brindarle al pequeño esa sensación de “estoy aquí, estoy cuidándote”, una vez que crece, el tema se va complicando. Por lo mismo, la psicóloga Varinia Signorelli entregó algunos consejos y lineamientos sobre si es beneficioso o no dormir con ellos desde que son pequeños.
La experta indica que entre los aspectos positivos destacan la regulación de la temperatura corporal: si la del hijo aumenta, la de la madre disminuye. Asimismo, es importante para un correcto desarrollo del cerebro, genera una conexión mas segura y la mamá está más alerta de lo que su pequeño requiere.
Dormir con ellos, también significa una disminución en el riesgo de la temida muerte súbita y una comodidad para la madre al momento de amamantar. Pero ojo, porque si ella posee algún problema de alcoholismo o drogadicción, lo mejor es que evite dormir con el menor, dice la psicóloga.
Parece ser mucho más placentero para las mamás dormir con sus hijos, pues se genera un lazo afectivo indudable, descansan más y están menos preocupadas durante la noche. No obstante, siempre hay personas que recomiendan no hacerlo para no malcriarlo.
Ante tamaña “ofensa” las madres se asustan, no quieren ni imaginar los riesgos a los que estará expuesto su indefenso bebé al dormir sin su cuidado, ellas quieren hacer las cosas bien, asegura Signorelli.
Lo importante aquí, señala la profesional, es que la decisión radica en cada mamá. Son ellas las que deciden cuándo es el momento oportuno de decirle a su hijo o hija que es tiempo de dormir en su propia cama.
También puede ser beneficioso el hecho de que una vez transcurridos varios meses, los niños vuelvan a dormir en la cama matrimonial si así lo piden o si experimentan algún momento de inseguridad o temor. Este período no debe ser extenso y debe significar un momento de guía por parte de la madre.
Es habitual que cuando los pequeños ya se cambiaron a su propia cama, despierten llorando y nadie los atienda. Esta situación, a juicio de la experta infantil, genera un vacío y una preocupación enorme en la madre pues nadie atendió a su llamado, sintiendo que no cumple con su rol a cabalidad.
Finalmente, la psicóloga recomienda unas cunas de colecho, que no tienen barrotes como las tradicionales y que se adhieren a la cama de los padres. Así, esa sensación de independencia seguirá tan viva como la de cumplir con la ardua pero no por eso menos enriquecedora tarea de ser padres.