Investigadores han determinado que el esqueleto humano de entre 12.000 y 13.000 años hallado hace tres años en una cueva del estado mexicano de Quintana Roo (este) es el más antiguo en América, informaron este jueves el Instituto Nacional de Antropología de México (INAH) y la revista Science.
El descubrimiento confirma además que los amerindios son los descendientes de los primeros habitantes del continente, según los científicos.
La osamenta, que pertenece a una joven de entre 15 y 16 años del Pleistoceno Tardío, a quien bautizaron como “Naia”, “ha sido estudiada desde hace casi tres años por especialistas nacionales y extranjeros y ha sido fechada científicamente con una antigüedad de 13.000 y 12.000 años en laboratorios de Estados Unidos y Canadá”, dijo en conferencia de prensa María Teresa Franco, directora general del INAH.
Tras haber sido sometido a estudios de ADN mitocondrial, Carbono 14 y Uranio/Torio, se dedujo que se trata del “resto humano más antiguo que se conoce en América”, según Franco.
Estos resultados fueron publicados el jueves en la revista estadounidense Science.
Hallazgo extraordinario
El “extraordinario hallazgo” es el eslabón que faltaba para confirmar el vínculo que existe entre los primeros pobladores de América y los grupos indígenas contemporáneos en este continente, añadió la directora, un tema debatido desde hace mucho tiempo por antropólogos y arqueólogos.
El descubrimiento de Naria tuvo lugar en el sitio arqueológico Hoyo Negro, ubicado en una cueva que se inundó después de la última glaciación finalizada hace unos 10.000 años, y los científicos piensan que los restos pertenecen a la joven de origen asiático (Beringio) que formó parte de las migraciones que llegaron a América desde Siberia.
Tres espeleólogos submarinistas “entraron por un túnel lleno de agua, nadaron a 10 metros de profundidad y 200 metros de distancia, y luego caen en este pozo totalmente negro” donde hallaron los restos humanos, relató Pilar Luna, coordinadora del Proyecto Arqueológico Subacuático Hoyo Negro, que se inició en 2009.
Alberto Nava, un ingeniero venezolano que formó parte del grupo de espeleólogos, contó en la rueda de prensa que tardaron “dos meses para poder bajar hasta el sitio” profundo, para el que no estaban preparados.
Una vez ahí, “tardó varios minutos en que nuestros ojos se acostumbraran a la oscuridad, y de pronto empezamos a ver todos estos huesos”. El cráneo de Naia “estaba invertido, con los dientes hacia arriba, y daba la impresión de que era la primera vez que sus órbitas negras miraban a alguien” después de miles de años.
Además del esqueleto humano, se descubrieron restos de 26 mamíferos correspondientes a 11 especies del Pleistoceno Tardío, como ejemplares de gonfoterio, tigre dientes de sable, perezoso de tierra tipo Shasta, tapir gigante, cerdo de monte, oso, puma, lince, coyote, coatí y murciélago frutero, explicó el INAH, que calificó Hoyo Negro como “un contexto paleontológico perfecto”.
Para realizar sus estudios, los científicos se valieron de fotografías, videos y muestras tomadas por los espeleólogos buzos, y luego extrajeron los vestigios más representativos de “Naia” para dejarlos bajo resguardo del INAH.
Organizaciones como National Geographic Society, el Instituto Waitt, el Archaeological Institute of America y la National Science Foundation participaron del análisis científico.
Diferencias morfológicas
La tesis más extendida es que personas oriundas de Asia cruzaron la franja de tierra que unía Siberia y Alaska hasta un período que se remonta a 18.000 años, el territorio está hoy sumergido debajo del estrecho de Bering.
Pero esta hipótesis es muy controvertida porque la morfología facial de los esqueletos más antiguos hallados en el continente americano no se parece a la de los amerindios contemporáneos.
“Los amerindios de hoy se parecen mucho más a las poblaciones chinas, coreanas y japonesas, lo que no es el caso de los viejos esqueletos excavados en América” que datan de menos de 10.000 años en su mayoría, destaca James Chatters, presidente de Applied Paleoscience, firma estadounidense de consultores especializados en paleontología y arqueología.
Los cráneos más antiguos, como el de Naia, son más alargados y angostos que los de los amerindios y sus rostros son también más pequeños. Se parecen más a los africanos y a los aborígenes de Australia y las islas del Pacífico Sur.
“Esto alimenta las especulaciones según las cuales estos primeros americanos y los amerindios proceden de diferentes lugares o emigraron de Asia en diferentes períodos”, explica este científico.
Por su parte, Deborah Bolnick de la universidad de Texas y miembro del equipo de investigación, destacó: “Nuestros resultados del análisis del ADN mitocondrial extraído de un diente de la adolescente indican que estaba vinculada por su madre a los amerindios de hoy porque muestra el mismo origen de población”.
“Estas conclusiones no dan una indicación sobre la existencia de una migración más antigua, procedente del sudeste asiático o de Europa, en el continente americano”, añade.
Según la antropóloga, “los paleoamericanos, incluso los que tienen una morfología craniana y facial diferente a la de los amerindios de hoy, como Naia, podrían haber venido de Siberia”.
“Las diferencias morfológicas se explican probablemente con la evolución en los últimos 9.000 años en los amerindios”, estima.
“Lo que da más entusiasmo en este hallazgo es que finalmente tenemos una respuesta a la pregunta sobre quiénes fueron los primeros americanos”, señaló James Chatters.