Astrónomos europeos podrían haber desentrañado a partir de observaciones del sistema de telescopios VLT del norte de Chile el enigma de los magnetares, unas estrellas con un fenomenal campo magnético que las convierte en “los imanes más potentes” del Universo.

Los magnetares, o magnetoestrellas, de los que apenas habría una veintena en nuestra galaxia, son unos “extraños remanentes superdensos” de supernovas que colapsaron por su propia gravedad. En general, ese fenómeno suele dar paso a un púlsar (estrella de neutrones) o a un agujero negro.

Pero a veces surge “una forma inusual y muy exótica de estrella de neutrones”, los magnetares, “objetos extraños, pequeños y extraordinariamente densos”, hasta el punto de que “una cucharadita de materia de estrella de neutrones tendría una masa de aproximadamente mil millones de toneladas”, explica el Observatorio Europeo Austral (ESO) en un comunicado.

Y el magnetismo que desprenden los convierte en “los imanes más potentes conocidos en el universo, millones de veces más potentes que los imanes más fuertes de la Tierra”, agrega.

Los astrónomos concentraron sus observaciones en un magnetar situado en un cúmulo estelar a 16.000 años luz de la Tierra, en la constelación austral del Altar, que “pudo haber nacido de la explosiva muerte de una estrella con unas 40 veces la masa del Sol”.

Pero ya esa hipótesis era problemática, pues las estrellas tan masivas, al morir, colapsan y forman “agujeros negros, no estrellas de neutrones”.

“No entendíamos cómo podía haberse transformado en magnetar”, afirma Simon Clark, de la Open University de Gran Bretaña.

Los científicos pensaron entonces que ese magnetar pudo haberse formado mediante “las interacciones de dos estrellas muy masivas en órbita una en torno a la otra, en un sistema binario” extremadamente compacto.

Estrellas fugitivas

La idea era atractiva, pero tropezaba con un obstáculo importante, puesto que no conseguían detectar ninguna “estrella acompañante” en las cercanías cósmicas del magnetar, identificado con el poco apetecible nombre de CXOU J164710.2-455216.

Clark y su equipo decidieron entonces buscar en otras partes del cúmulo el rastro de “estrellas fugitivas” -que se alejan a grandes velocidades- usando el VLT (Very Large Telescope) del ESO, situado en pleno desierto de Atacama (norte de Chile).

La hipótesis era que una de esas “fugitivas” pudo haber sido expulsada de su órbita por la explosión de la supernova que luego se transformó en un magnetar.

Y acabaron por descubrir una estrella, bautizada con el nombre de Westerlund 1-5 , que “parecía encajar perfectamente con lo que buscaban”.

Esta estrella no solo tiene “la alta velocidad esperada si está siendo impulsada por una explosión de supernova”, sino también “las condiciones de baja masa, alta luminosidad y abundancia de carbono”, una pista “que indica que debe haberse formado, originalmente, con una compañera binaria”, afirma Ben Ritchie, coautor del artículo publicado en la revista Astronomy & Astrophysics.

El hallazgo permite reconstituir el proceso de formación de un magnetar.

En la primera etapa, “la estrella más masiva de la pareja comienza a quedarse sin combustible, transfiriendo sus capas externas a su compañera menos masiva – que está destinada a convertirse en magnetar – haciendo que gire cada vez más rápido”, resume el ESO.

Y esa rápida rotación “parece ser el ingrediente esencial en la formación del campo magnético ultrafuerte del magnetar”.

En la segunda etapa, la estrella compañera “llega a ser tan masiva que, a su vez, desprende una gran cantidad de la masa recientemente adquirida. Gran parte de esta masa se pierde, pero una parte pasa de nuevo a la estrella original, la que todavía hoy vemos brillando y conocemos como Westerlund 1-5″, precisa.

“Este proceso de intercambio de material ha sido el que ha proporcionado a Westerlund 1-5 su firma química única, y el que ha permitido que la masa de su compañera encoja a niveles lo suficientemente bajos como para que nazca un magnetar en lugar de un agujero negro – ¡una forma de pasarse la “patata caliente” con consecuencias cósmicas!”, concluye Francisco Najarro, del Centro de Astrobiología, España, miembro del equipo de investigación.