David Utiel todavía recuerda las palabras del gobierno español en 2007 para animar a invertir en la energía solar: “el sol puede ser suyo”, pero siete años más tarde, muy endeudado, lamenta al igual que 62.000 particulares haber seguido sus consejos.
“¿Que cómo me siento? Engañado totalmente, estafado, desilusionado, disgustado”, dice este profesor de electrónica, de 37 años, que comparte junto con otros 23 habitantes del pueblo de Madrigueras, cerca de Albacete, en el este de España, un parque con cerca de 360 paneles fotovoltaicos.
“Fue el Estado el que nos encendió la bombilla” al decir que “aquello puede ser una cosa muy rentable”, cuenta, mientras recorre el terreno donde se instalaron esos paneles, a la salida del pueblo.
Animado, David invirtió 450.000 euros en este proyecto en 2007, apostando por esta energía y la promesa de ingresos regulares al igual que la veintena de habitantes implicados, gente “total y absolutamente normal, gente de pueblo, rural, unos trabajamos en el mundo de le enseñanza, otros trabajan de agricultores, otros trabajan en el mundo pequeño industrial”.
“Cuando se pensó, no se pensó para cazar primas, ni para hacerse millonarios ni nada por el estilo: esto se pensó para poder tener una especie de plan de pensiones”, explica.
Pero el gobierno, enfangado en la crisis y enfrentado a un sistema energético deficitario, fue recortando poco a poco las ayudas a las renovables.
Lo que le ha hecho perder su ventaja, dice David, para quien esto explica que “Alemania, con casi la mitad de horas de sol que España, tenga casi 10 veces más en fotovoltaica a día de hoy”.
Y para los particulares que creyeron en ello, el sol ha sido una mala apuesta.
MILES DE ESPAÑOLES “ATRAPADOS”
“El propio gobierno que nos animó a invertir nuestros ahorros en generar energía fotovoltaica comenzó a aplicar recortes retroactivos en las leyes cuando las plantas fotovoltaicas ya estaban construidas. Es decir, cambió las reglas del juego a mitad de la partida”, denuncia Miguel Angel Martínez-Roca, presidente de la Anpier, una asociación que agrupa a 4.300 pequeños productores.
Decreto tras decreto, la remuneración de esta energía limpia ha ido cayendo y ya sólo representa, en algunos casos, sólo la mitad de lo prometido al principio.
La otra asociación, la Unef, que cuenta también con fabricantes de material, cifró en 920 millones de euros lo que ha dejado de ganar en 2014 un sector, que ya acumula una deuda con los bancos de 22.000 millones de euros.
“La situación es francamente dramática”, asegura Miguel Angel Martínez-Roca, ya que “miles de ciudadanos españoles están atrapados” por el coste de las instalaciones, los escasos ingresos que generan y la devolución de los préstamos.
“Estos últimos 6 meses, creo que a lo mejor hemos recibido unos 3.000 o 3.500 euros y las letras del banco y los costes que lleva todo lo demás estarán en torno a los 18.000-20.000 euros”, se lamenta David Utiel, que hipotecó su casa.
La Anpier, que ha presentado varios recursos ante la justicia contra el Estado y acudirá a Bruselas si no obtiene resultados, quiere movilizar a los afectados: a lo largo de varios meses tiene previstas una 30 asambleas en toda España para informar a los particulares que hayan invertido en energía fotovoltaica.
Y el 21 de junio quiere organizar una manifestación en Madrid “para dejarle claro al gobierno que no estamos dispuestos a que nos arruinen, a que nos insulten, a que nos engañen de esta manera”, explica Miguel Angel Martínez-Roca.
En el pueblo de Mahora, también cerca de Albacete, Manuel Alonso Caballero, de 39 años, también expresa frustración: “aposté por la fotovoltaica porque realmente creía en lo que estaban diciendo, realmente creía en la generación de renovables, pero veo que me he equivocado”.
Antiguo empleado en la aviación civil, dejó su trabajo para montar su propia instalación de paneles solares, en la que estima haber invertido cerca de 1,5 millones de euros.
Manuel pensaba amortizarlo en trece años, pero con los recortes, “olvidémonos de amortizar la instalación. Ahora, ni tan siquiera estoy pensando en poder terminar de pagarla”.
Hijo de agricultores, también está preocupado por sus padres, que le avalaron ante al banco. “Estoy profundamente decepcionado con España”, concluye.