La anulación de la temporada de alpinismo en el Everest reavivó las tensiones entre los sherpas y los escaladores extranjeros, capaces de gastar miles de dólares para subir al techo del mundo pero a menudo insensibles a las condiciones laborales de sus guías locales.
La escalada del Everest por la fachada nepalesa es la ruta más fácil y, por lejos, la más popular. Por ella transitan cada año a partir de abril centenas de alpinistas. Pero desde la avalancha del 18 de abril pasado, que costó la vida a 16 sherpas, en lo que fue el accidente más mortífero de la historia del Everest (8.848), se anularon todas las expediciones.
El accidente desató un conflicto entre los guìas de la montaña y el gobierno, cuya propuesta de indemnización de apenas 400 dólares por persona fue rechazada por las indignadas familias.
Los sherpas decidieron suspender el trabajo mientras el gobierno no satisfaga sus reivindicaciones, por lo cual sus clientes tuvieron que volver a sus respectivos países.
El estadounidense Robert Kay de 52 años había planeado este año su tercer intento de subir al Everest, tras dos intentos fallidos debido al mal tiempo en 2010 y 2013. Para preparar la escalada, contrató a dos entrenadores físicos, tomó diez semanas de vacaciones y gastó en total 40.000 dólares.
“Un día te dicen: ‘no habrá ascensión’. Un minuto más tarde: ‘el gobierno va a llegar a un acuerdo y las subidas se van a hacer’. Al día siguiente: ‘se anula todo’”, cuenta Kay.
Los escaladores describen un ambiente muy tenso con los sherpas y rememoran los altercados registrados el año pasado entre clientes empecinados en subir sin tener en cuenta las condiciones climáticas y los guías excedidos.
La catástrofe del 18 de abril dejó nuevamente en evidencia los riesgos que corren los guías y los portadores de bultos nepaleses a cambio de salarios muy bajos. Los sherpas piden que se revaloricen los seguros de salud y de vida y rechazan la mísera indemnización de 400 dólares.
Según Kay, los guías que él había contratado estaban dispuesto a cumplir con su misión pero no lo hicieron por temor a represalias.
Otros escaladores consideran que el comportamiento de algunos alpinistas y de ciertas agencias turísticas nutrieron el rencor de los sherpas.
La actividad de la escalada aporta más de tres millones de dólares por año a Nepal, que en concepto de turismo ingresa unos 356 millones, o sea cerca del 2% del PIB nacional.
“Económicamente el Everest no es muy importante” pero la catástrofe y sus consecuencias “han dañado la imagen de Nepal”, afirma un ex agente turístico nepalés, Prachanda Man Shrestha.
Muchos alpinistas podrían optar por intentar la escalada desde China.