El psicólogo y columnista de la cadena británica BBC, Tom Stafford, aseguró en un reciente artículo que el famoso juego de las escondidas no es más que una forma de aprendizaje que carece de barreras culturales y etarias.
El experto señaló que el origen del gusto por este juego se remonta a una teoría mas bien prematura que señala que a ellos “les sorprende ver que aparecen cosas después de esconderlas”.
Claro, hasta el momento puede no ser una base lo suficientemente potente como para explicar el por qué de la risa de los pequeños. No obstante, Stafford indica que para los bebés todo es nuevo y nada está totalmente establecido, “no conocen los libros ni a mucha gente”.
“Cuando alguien escucha una voz, con frecuencia sabe si esa persona está lejos o cerca”, señala el profesional. En ese sentido, apoya su argumento en las conclusiones del psicólogo suizo Jean Piaget “quien llamó a este principio ‘permanencia del objeto’. Sugirió que los bebés se pasan los dos primeros años de sus vidas entendiéndolo”. Con esta información, queda claro que el juego de “¿Dónde está el bebé?” demora precisamente esos dos años.
Al respecto, en BBC señalan que “Los investigadores Gerrod Parrott y Henry Gleitman lo demostraron en pruebas que involucraban a un grupo de bebés de seis, siete y ocho meses y que suena demasiado divertido como para ser un experimento psicológico”.
Durante el desarrollo del estudio, el juego se realizó casi en su totalidad del mismo modo. No obstante, en forma intermitente el adulto escondido se cambiaba por otra persona o aparecía en otro lugar.
Curiosamente, en éstas últimas pruebas los bebes solían reír menos aunque el resultado del juego pareciese ser más divertido que los anteriores.
“La interpretación de los investigadores es que este juego depende de la capacidad de predecir el resultado. A medida que los bebés crecen, su predicción se afina, por lo que la discrepancia con lo que pasa realmente aumenta; y lo encuentran cada vez menos divertido”.
Así, se llega a la respuesta de que el esconderse no corresponde sólo a un juego, sino que a un proceso de adaptación del bebé a sus capacidades que crecen con la edad.
A medida que el bebé crece, empieza a disfrutar de la desaparición y reaparición de los adultos, pero tras un año más o menos, el juego se puede graduar hasta llegar a un punto en que el niño es quien se esconde y reaparece.