Quienes tienen hijos adolescentes saben lo difícil que es despertarlos por la mañana. Aunque muchos lo ven simplemente como “flojera”, la verdad es que es mucho más que eso.
El psicólogo clínico estadounidense especialista en el sueño, Michael J. Breus, explica que no se trata de obstinación ni pereza por parte de los jóvenes. Él asegura que ellos están impulsados biológicamente a dormir más, pero las rutinas actuales no les permiten descansar lo suficiente, lo que termina frustrando a los padres y haciendo más complejo que los estudiantes pongan atención en clases.
Aunque esto podría solucionarse durmiéndose más temprano, en la práctica es difícil que esto suceda, por ello, Breus cree que la solución puede estar en retardar la hora de entrada a la escuela.
De hecho, cita un estudio de Bradley Hasbro Children’s Research Center en Rhode Island (Estados Unidos), el cual señala que incluso un pequeño retraso en la hora de inicio de las clases puede tener un efecto significativo no sólo en el sueño de los adolescentes, sino que también en su estado de ánimo y hábitos durante el día.
Para llegar a esta conclusión, los investigadores analizaron el impacto de una demora de 25 minutos en la hora de entrada al colegio de los jóvenes. Para ello, se recopilaron datos de sueño de 197 estudiantes de secundaria que asisten a un internado.
En este caso se retrasó la hora de comienzo de las clases, de las 08:00 a.m. a las 08:25 a.m. Los resultados arrojaron que este pequeño ajuste derivó en cambios significativos en el sueño de los jóvenes y en su estado de ánimo al despertar.
Por ejemplo, descubrieron que la duración total del sueño de los estudiantes aumentó significativamente cuando su jornada escolar comenzó 25 minutos más tarde. El tiempo total de sueño aumentó en un promedio de 29 minutos.
Además, el porcentaje de alumnos que dormían 8 o más horas por noche aumentó de un 18 a un 44 por ciento, siendo más notorios los beneficios en aquellos que tenían entre 14 y 16 años.
Los estudiantes también experimentaron una reducción significativa de la somnolencia durante el día y mejoras en el estado de ánimo durante sus clases. Asimismo, el consumo de cafeína entre los jóvenes también disminuyó.
Por otro lado, observaron que el tiempo dedicado a los deberes y a actividades extracurriculares (como deportes) no varió.
Luego, cuando los estudiantes regresaron a su horario habitual (8 am), la duración del sueño volvió a ser la misma del comienzo del estudio.
Breus dice que estos resultados aportan evidencia convincente de que los adolescentes se beneficiarían mediante el ajuste de los horarios escolares.
“Los adolescentes son especialmente vulnerables a la falta de sueño, por varias razones. Sus requerimientos de sueño son mayores a los de los adultos. Los adolescentes necesitan aproximadamente 9 a 10 horas de sueño cada noche, en comparación con la recomendación general de 7-8 horas para los adultos” señala Breus, añadiendo que sus horarios ocupados con tareas, deportes y otras actividades extracurriculares, así como el tiempo dedicado a socializar, hacen que sea difícil para ellos cumplir con las horas de sueño que necesitan.
“Los jóvenes también experimentan cambios biológicos que los hacen propensos a la deficiencia de sueño y que pueden hacer que comenzar temprano la jornada escolar particularmente desafiante”, indica, agregando que durante esta etapa, los ciclos de sueño están en proceso de cambio, por eso, no es raro que se duerman tarde y les cueste despertar en la mañana. “Los adolescentes tienden a una reducción del estado de alerta durante el día y a un aumento en la noche”, afirma.
Esto se produciría porque los adolescentes sufren de un retraso en la liberación de la hormona del sueño, melatonina, que comienza su ascenso más tarde en la noche, en comparación con niños más pequeños o adultos. De la misma forma, el descenso de la melatonina se produce más tarde en la mañana, lo que contribuye a que anden somnolientos, lo que puede impactar en el aprendizaje, rendimiento y comportamiento. De hecho, los adolescentes que duermen mal son más propensos a conductas violentas, vicios y depresión, según el experto.
Para reafirmar su tesis, Breus cita otra investigación de Archives of Pediatrics and Adolescent Medicine, que sugiere que cambiar la hora de inicio de clase de las 8:00 a las 8:30 am puede aumentar el promedio de sueño en 45 minutos entre los adolescentes, además de potenciar los beneficios ya mencionados en el estudio que probó con 25 minutos.