El argentino Jorge Mario Bergoglio, apreciado como Papa Francisco, es el número 266 en la controvertida lista de quienes han sido pontífices en el mundo. Jefe absoluto del Estado Vaticano y cabeza de la Iglesia Católica mundial, un complejo entramado de poder, influencia y recursos económicos. Una institución que ahora se encuentra sumida en una escandalera que anida en una honda crisis ética y moral, que no es primera vez que enfrenta en su zarandeada historia.
Que nadie se eche tierra a los ojos. Curas pederastas, frailes sinvergüenzas y abusadores de niños y monjas abusadoras de niñas, han existido siempre. Conventos, colegios, claustros o seminarios siempre han sido ámbitos secretos e insanos donde la sexualidad humana, o sea lo que debería ser lo más natural y hermoso de los seres humanos, se encuentra deformada.
Llevamos años conociendo todo tipo de lascivias. En más de un centenar de países han llovido denuncias. Se han abierto procesos. Se han explicitado los casos donde campean vergüenzas y delitos y, al mismo tiempo, el clero ha ocultado o amañado informaciones. Hasta se ha comprado con dinero el silencio de las víctimas.
En una apreciación continental se estima que, por lo menos, hay unos 440 mil curas, presbíteros, diáconos, obispos y otros fulanos de la misma ralea que han hecho y siguen haciendo de las suyas. Nunca mejor dicho, es un rosario de nunca acabar.
En este cuadro el reciente nombramiento de Ricardo Ezzati Andrello como nuevo Cardenal en Chile ha sido un feo bofetón (¿involuntario?) que le ha propinado el Che Papa a los católicos chilenos, sobre todo a los fieles más consecuentes y pensantes.
Chapoteando en el poder y la pompa, abanicándose en vanagloria, abrazado a la corrupción y perversión, Ezzati, junto a otros obispos locales, sigue siendo un encubridor de abusos y un porfiado obstruccionista de la investigación y justicia. Basta citar dos nombres, de la lista de pecadores: Fernando Karadima, que ignorando una sentencia vaticana sigue muy campante oficiando misa, y Rimsky Rojas, pedófilo contumaz protegido desde sus oscuros años en el colegio Salesianos de Concepción.
La pederastia ha echado tremendas raíces en la institución mundial. Con alarma, algunos honestos analistas de la propia Iglesia (y silenciados por la propia Iglesia) temen un desmoronamiento, una hecatombe que liquide a la institución.
En la escalada de perversiones uno de los capítulos más tristes se produjo hace poco en las Naciones Unidas. La ONU acusó formalmente al Vaticano de violar la Derechos del Niño. Un duro informe pidió a Roma que denuncie a la policía a los pederastas. Que aparte a violadores y sospechosos de abusos sexuales. Que abra camino a la investigación y al proceso.
En el Vaticano pusieron el grito en el cielo. La institución del che Papa asumió el rol de intocable y se sintió “sorprendida”. Dijo que la ONU “aspira a interferir en la doctrina de la Iglesia Católica”. ¿Cómo así? ¿Es que confunden doctrina con pederastas?
Las autoridades que dependen de Bergoglio ocultan, amañan y esconden sus miserias barriendo para debajo de la alfombra.
La tarea del Papa, con varios frentes abiertos, es gigantesca. Los escándalos más porfiados, sexo y finanzas, no los pudo atajar su antecesor, el teólogo alemán, el lóbrego Ratzinger, maltrecho de salud, rodeado y sobrepasado por peligrosas mafias con sotanas.
Un punto principal del cáncer eclesiástico anida en el anti natural celibato. Eso data del siglo XVI, del Concilio de Trento. Fue una medida draconiana para atajar, ¡ya en esos años! a curas sueltos y libertinos, pertrechados de concubinas a destajo y con hijos por doquier.
Hoy cuando la deformada sexualidad humana en la institución de Cristo se multiplica, aparece Ezzati, arropado cardenal pecador, ignorando hasta los llamados del Congreso Nacional. ¿Se creerá en la Edad Media?
Ante la perversión de su tiempo el locuaz romano Cicerón (106-43 a. de J.C.) clamaba: ¡O temporas! ¡o mores! Hoy, siglo XXI, seguimos igual pascual.
Crónicas de la actualidad europea cuyo autor, Oscar Vega, reside en Portugal. Periodista y escritor, se inició en 1956 en el vespertino Crónica de Concepción. Ha trabajado, entre otros medios, en los diarios La Discusión, Clarín, La Nación, Fortín Mapocho, La Época y en revistas como “Hechos Mundiales” y “Cauce” de Chile y “Límite Sur”, de México. Igualmente, entre otras emisoras, Magallanes, Minería, Cooperativa (1960-1970) y radio Berlín Internacional (1980-1990) Su último libro, “Música para dos”, fue publicado el 2012 por editorial Lom.