Detenido hasta que la Corte Suprema del gélido país se pronuncie, se encuentra un proyecto vial que pretende construir una carretera a través de la península de Álftanes en Islandia, luego de que un grupo de activistas presentara un recurso judicial para proteger al medio ambiente y… a los duendes.
Se trata de Friends of Lava, quienes expresaron que el proyecto vial tendría un fuerte impacto sobre el entorno natural y cultural de la zona, incluyendo el bienestar de los duendes. El mismo motivo llevó a que cientos de personas se congregaran en el lugar durante las últimas semanas para bloquear el paso de la maquinaria de construcción.
Si bien la principal preocupación de los ambientalistas son las consecuencias sobre la naturaleza, dentro de sus argumentos incluyeron la situación de los duendes debido a la carga histórica del lugar, y su arraigo en las tradiciones de los islandeses.
Sucede que mientras Noruega, Dinamarca y Suecia, pese a compartir las mismas raíces, dejaron de tomar en serio su mitología en el siglo XIX, en la isla los duendes siguen siendo creencias válidas. De hecho, una encuesta realizada en 2007 por la Universidad de Islandia descubrió que un 62% de sus habitantes creen en la posibilidad de que los duendes realmente existan.
No es raro entonces que los proyectos de construcción se llenen con reclamos de personas preocupadas por el bienestar de estas legendarias criaturas. La situación llega a tal punto, que muchas veces se llega a acuerdos con la comunidades para detener temporalmente las obras para “dar tiempo a que los duendes que supuestamente viven en el lugar, se trasladen”.
Aún así, no todos están de acuerdo con recurrir a argumentos míticos para salvaguardar la zona. Andri Snaer Magnason, un ambientalista entrevistado por la agencia AP, cree que recurrir a los duendes desvía el foco de atención de la flora y fauna.
“Algunos sentimos que este asunto de los duendes es un poco irritante“, declaró, agregando que personalmente no está seguro de que los duendes existan.
Pero la tierra de Islandia, fría, aislada y continuamente al borde del desastre por las erupciones volcánicas parece haber sido forjada para abrazar este tipo de creencias.
“Esta es una tierra donde el viento te puede hacer caer o donde el olor del azufre bajo tus pies te dice que no mucho más abajo hay fuego invisible”, indicó al diario británico The Independent el profesor de folclore de la Universidad de Islandia, Terry Gunnell.
“Todos sabemos que la tierra está viva, y uno podría decir que las historias de gente pequeña que vive oculta y la necesidad de trabajar cuidadosamente para no dañarlos, es sólo un reflejo de que comprendemos que la tierra exige respeto”, sentenció.