Si la gestión anterior de Oscar Acuña desprestigió la Secretaría Ejecutiva con ambigüedad en las definiciones, conceptos y orientaciones (manejo político en el mal sentido de la palabra), Emilio de la Cerda ha introducido un carácter tecnocrático y académico que ha alejado a las organizaciones ciudadanas vinculadas al Patrimonio, perdiendo así la confianza y la credibilidad de éstas. Y esto es muy grave, porque el Patrimonio Cultural en buena medida son las comunidades, y su sustentabilidad debiera descansar en gran parte en ellas.

El Gobierno de Sebastián Piñera empezó dando muy buenas señales en relación al Patrimonio Cultural. Por un lado, “salvó” al deteriorado Palacio Pereira de un proyecto muy cuestionado (fervientemente apoyado por Oscar Acuña) que consideraba una gran torre en su patio aniquilando algunos de sus principales atributos, comprándolo para el Estado y haciendo un concurso para lograr una propuesta que devolviera la riqueza al que fuera uno de los mejores palacios de la capital. Por otro lado, y en el contexto de la reconstrucción, tomó una postura que pareció valiente y acertada, y que fue aplaudida por todos quienes defienden el Patrimonio: no sólo considerar Patrimonio lo protegido legalmente sino todo aquello que además las comunidades sintieran importante para sus identidades.

Por otro lado, el Gobierno de Michelle Bachelet, en materia de Patrimonio, no había terminado bien. Varias organizaciones ciudadanas pidieron que renunciara o despidieran al Secretario Ejecutivo del Consejo de Monumentos Nacionales (CMN), Óscar Acuña, por una muy cuestionable gestión al frente de la principal institución estatal dedicada al Patrimonio (petición no acogida con el argumento que Acuña terminaría su gestión en algo más de un mes, con el cambio de gobierno). Además, después de un largo proceso “participativo”, su administración propuso, para enfrentar y solucionar los graves problemas en las leyes, normas e institucionalidad referida al Patrimonio, un Instituto del Patrimonio, la que generó un gran rechazo en el medio y en muchos de los que participaron del proceso.

En este contexto, un primer problema fue que Oscar Acuña se mantuvo en su cargo durante un año en la gestión de Piñera. Después, el actual Gobierno nombró como Secretario Ejecutivo del CMN a Emilio de la Cerda, un arquitecto de la Universidad Católica con un buen currículo.

Hasta aquí, las cosas iban medianamente bien. Pero, ¿se necesita un administrador o un gestor? ¿Un académico o un político (en el amplio y mejor sentido de la palabra)?

El Gobierno de Sebastián Piñera ha debido hacer frente a las consecuencias de uno de los mayores terremotos que ha sufrido el país, y ello requería hacer adaptaciones básicas y mínimas a las instituciones y estructuras que debían abordar la reconstrucción. En lo referido a Patrimonio Cultural, el trabajo y los desafíos se multiplicaron de manera significativa. Emilio de la Cerda no fue capaz de gestionar los recursos mínimos requeridos para hacer la labor necesaria.

Así, el CMN se ha visto ampliamente sobrepasado, lo que ha generado, entre otras cosas, un enrarecido ambiente laboral con precariedad laboral, con personas a honorarios y otras dando facturas. Todo esto ha sido investigado, aumentando las tensiones.

El Gobierno trabajó, en el Palacio de la Moneda, un proyecto de ley para crear el Ministerio de Cultura. En este proyecto no participó el CMN, lo que refleja el mínimo poder político y de gestión de Emilio de la Cerda. En particular si vemos que el resultado es un proyecto muy deficiente –con serias incoherencias, retrógrado en algunos aspectos- que desmejora en forma notoria la forma en que el Estado abordará al Patrimonio y, en particular, la posición en la que quedará el Consejo de Monumentos Nacionales.

Más grave que lo anterior es que la DIBAM (a la que pertenece el CMN) ha estado trabajando en una modificación a la ley 17.288 de Monumentos Nacionales y al CMN, pero a puertas cerradas (cerradísimas, en verdad), al punto que éste –la entidad directamente beneficiada o afectada- no ha participado en este proceso y sus consejeros no saben nada. Otra demostración de una “administración” que hace, pero no decide.

En otros ámbitos, Emilio de la Cerda ha sido casi indiferente: ha asumido una actitud blanda frente a los verdaderos desastres, desde el punto de vista del Patrimonio Cultural, que pueden significar la destrucción de algunos inmuebles y la construcción de centro comerciales que modifican el paisaje cultural como son el mall de Castro y el megaproyecto del muelle Barón en Valparaíso. Una actitud que no se condice con su calidad de académico, al menos.

Y la guinda…

Las instituciones del Estado (Justicia, Parlamento, y muchos servicios públicos) no están bien evaluados, y no sólo durante el mandato de Sebastián Piñera. Sin embargo, el CMN –incluso durante la gestión de Acuña- recibió un número creciente de solicitudes de protección de Patrimonio, lo que, en definitiva, era una demostración de confianza en esa institución. Porque para que haya postulaciones, entre otras cosas, debe haber una confianza mínima en la institución que recibe éstas. Y que recibirá las postulaciones de buena forma y las tramitará en un plazo razonable y con voluntad de acoger las necesidades –de resguardar y fortalecer sus identidades- de las comunidades.

Pero durante la gestión de Emilio de la Cerda las postulaciones han bajado a 28 durante el 2012, con un retroceso de casi 10 años (80 en 2011, 55 en 2010 –posiblemente afectadas por el terremoto-, 77 en 2009 y 122 en 2008).

Y si las postulaciones han bajado, las declaraciones, es decir las postulaciones que han terminado en un bien patrimonial protegido, han bajado a niveles preocupantes. Basta mencionar que si en 2009 hubo 124 declaraciones y 42 el 2008, el 2010 hubo 25, el 2011 sólo 22 y el 2012 subió a 27. Y que de seguir el ritmo de una veintena al año sólo en medio siglo podríamos duplicar el Patrimonio protegido en Chile.

Esta diminución en las postulaciones se puede explicar por la bajísimas declaratorias –que también han bajado en forma significativa-, es decir en que frente al gran trabajo y esfuerzo que significa presentar una carpeta de postulación hay una respuesta bajísima de protección y lenta (a mediados de año habían alrededor de 300 postulaciones en espera). Pero también se podrían haber realizado gestiones para disminuir los aportes de Fondart para hacer postulaciones al CMN, para evitar así el exceso de trabajo.

A modo de síntesis

Si después de una muy buena década para el CMN, en la que fue consolidando su trabajo, prestigio técnico y profesional, y la confianza por parte organizaciones ciudadanas, Oscar Acuña (2006-2011) debilitó la institución al darle una connotación “política” (en el mal sentido del término) a su gestión, donde los conceptos y la orientación se hicieron más “dúctiles”, relativos, “negociables”. La mala gestión de Acuña llegó al punto que muchas organizaciones ciudadanas ligadas al Patrimonio Cultural pidieran su salida.

Pero al desprestigio –político- de la figura del Secretario Ejecutivo introducida por Acuña, Emilio de la Cerda le dio un carácter “tecnocrático”, academicista, a su gestión donde el Patrimonio se ha ido alejando de las organizaciones ciudadanas, de los ciudadanos, y, por lo mismo, de una de las características más importantes y significativas del Patrimonio Cultural que se remite en gran medida a las personas, a las comunidades, a sus identidades. Y son ellas parte fundamental para definir y defender nuestro Patrimonio, para ver cómo se restaura y se gestiona, y en particular para hacerlo sustentables y mantenerlo vivo. Y no con una mirada del siglo pasado, o antepasado, en la que el Patrimonio era un objeto, un gran monumento, un gran palacio, fortificación o iglesia.

Gran desafío tiene la futura gestión…. Les deseamos suerte, la mejor de las gestiones.

(Para quien quiera complementar o contradecir esta columna más allá de un comentario, es decir con un texto más largo, puede enviarlo a ezio@laradio.cl)