Reproducir el cuerpo de una persona, fabricar un auto, crear el decorado de un interior o copiar una obra de arte: la impresión en 3D llega al público general y promete una revolución comparable a la de internet.
“Internet cambió el mundo en los años 90. El mundo se dispone a cambiar de nuevo”: bajo esa divisa, el salón “3D Printshow” presentó este fin de semana en París los últimos adelantos en materia de impresión en tres dimensiones, una tecnología inventada hace tres décadas pero que llega ahora al consumidor.
La impresión 3D comenzó por revolucionar la fabricación de ciertas piezas industriales, abreviando el laborioso proceso que va del diseño al objeto concreto.
Hoy se ha extendido a los estudios de diseño de Hollywood, laboratorios dentales, museos o talleres de diseñadores de moda y sigue difundiéndose, impulsada por el motor comercial de la personalización a ultranza de objetos de la vida cotidiana.
Los líderes del sector son dos gigantes norteamericanos Stratasys y 3D Systems, pero la industria comienza a desarrollarse en Europa, sobre todo en Alemania, que se especializa en piezas metálicas.
“El verdadero interés que mueve a toda esta tecnología en 3D es la ultrapersonalización”, comenta a la AFP Mathieu Charoy, un “escultor numérico” que instaló su taller independiente en las afueras de París.
Tal cliente le envía por internet un dibujo hecho por su hijo y él lo devuelve en tres dimensiones. Otro le pide un estuche personalizado para su smartphone. O una pieza única y banal del patrimonio familiar, pero de alto valor afectivo.
Cosmo Wenman, un apasionado del arte, escanea obras de arte en los museos. No todos pueden darse el gusto de poseer en casa este busto romano que data de la antigüedad, pero una copia fiel está ahora al alcance de casi todos.
Quod, una empresa basada en Gran Bretaña, ofrece la posibilidad de escanear y reproducir objetos cualquiera sea su tamaño, “desde una joya hasta el interior de un edificio”.
¿Algún enamorado desea reproducir el cuerpo de la persona amada, o de sí mismo? Ese privilegio de reyes ya no requiere contratar a un gran escultor. “Se necesitan tres minutos para el escaneo, dos horas para procesar los datos y entre 4 y 8 horas para hacer la impresión en cerámica o plástico”, explica Ian Jackson, ingeniero de aplicaciones de Quod. El resultado cuesta 220 libras (poco más de 180 mil pesos), material incluido.
Tener el modelo en 3D de su propio cuerpo puede ser útil más allá de la contemplación: su sastre en las antípodas podrá por ejemplo confeccionarle a distancia un traje a perfecta medida.
Los creadores de moda presentaron en París un desfile de modelos, calzados y accesorios donde abundaron lo geométrico, las formas “fractales” y los motivos orgánicos. “Esta nueva tecnología genera su propia estética, un poco como pasó hace más de un siglo con la fotografía”, comenta Mathieu Charoy.
“Está además creando interrogantes sobre qué es lo que hace la máquina y qué hace el ser humano. ¿Por qué uno tendría necesariamente que copiar con las nuevas tecnologías lo que se hace a mano?”, agregó.
No muy lejos, “Urbee”, un automóvil aerodinámico “imprimido” por Kor Ecologic se autoproclama más “ecológico” que los industriales.
En el rubro decoración de interiores, “Habitat imprimido” de François Brument aspira por su parte a revolucionar las reglas tradicionales y propone por ejemplo un dormitorio enteramente realizado con impresión en 3D.
Las tres dimensiones también inspiran proyectos más modestos en costos, pero que apuestan a una difusión masiva. Palmerio Gianni, joven emprendedor basado en el sur de Francia, vende por ejemplo en todo el mundo franquicias de tiendas de impresión donde el cliente por 20 dólares sale con una estatuilla de su propio busto, tras posar ante un escáner. Su idea ya consiguió clientes en Sudáfrica, Corea del Sur y Brasil. “Ya vendí una tienda en Rio de Janeiro, esperamos poder hacer algo simpático para el Mundial”.