La autoridad de regulación nuclear de Japón evaluó este miércoles como un “incidente grave” de nivel 3 a la fuga de 300 toneladas de agua altamente radiactiva ocurrida estos últimos días en la central de Fukushima.

Esta clasificación en nivel 3 de la escala (Ines) que va de 0 a 7 corresponde a una “contaminación importante en una zona que no debiera estarlo”, causada por el “vertido de gran cantidad de materia radiactiva en el interior de la instalación” y con “una exposición que supera diez veces el límite anual para los trabajadores”.

La radiactividad medida a unos 50 cm por encima de los charcos de agua contaminada era de unos 100 milesieverts por hora, según la compañía gerente de la central, Tokyo Electric Power (Tepco).

Un obrero expuesto a este nivel acumularía en una hora la dosis máxima autorizada actualmente en cinco años en Japón para los trabajadores del sector nuclear, admite Tepco.

No obstante, antes de pronunciarse definitivamente, la autoridad decidió en una reunión la mañana del miércoles solicitar la opinión sobre la pertinencia de esta clasificación a la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA).

El accidente de Fukushima el 11 de marzo de 2011 sigue clasificado en su conjunto en el nivel 7, el más alto, y correspondiente a unos “efectos considerables para la salud y el medio ambiente”.

Desde hace varios días, un depósito de almacenamiento de agua –del millar que existen en el sitio nuclear–, ha dejado escapar 300 toneladas de agua radiactiva que se han extendido en la superficie y en el suelo de la central nuclear.

El agua radiactiva fue descubierta el lunes, y Tepco consiguió localizar precisamente el tanque que perdía este líquido, descubriendo además que quedaban en la cisterna unas 670 toneladas que la compañía empezó a bombear para pasarla a otro depósito.

A lo anterior se suma que Tepco está intentando recuperar el agua derramada por el suelo y en parte infiltrada.

Un litro de esta agua contiene unos 80 millones de becquereles (unidad de radiactividad) de estroncio (metal muy radiactivo), así como otros elementos radiactivos que desprenden rayos beta.

Esta fuga es un incidente más de la larga lista de graves problemas ocurridos desde que la central fuera considerada estabilizada, es decir desde diciembre de 2011, cuando los reactores fueron declarados “en estado de parada en frío”. Desde entonces, Tepco no cesa de luchar contra reiterados problemas causados en parte por la urgencia con la que son tratados.

Tanto Tepco como el gobierno japonés lo reconocen: el mayor problema es qué hacer con esos millones de litros de agua contaminada que deben ser almacenados, a la espera de ser descontaminados, en el caso de que ello fuera posible.

“Algo muy preocupante se ha producido” subrayó el presidente de la autoridad nuclear, Shunichi Tanaka, que se interroga sobre el riesgo potencial del millar de depósitos que se instalaron rápidamente en la central tras la catástrofe, y que están a la merced de cualquier otra catástrofe natural.

El agua que contienen debe supuestamente estar sometida a un sistema de descontaminación pero “desgraciadamente, de momento, está en reparación”, admitió Tepco, que indicó el miércoles que estaba controlando otros 350 depósitos del mismo tipo.

Esta fuga es un incidente más de la larga lista de problemas de gestión del agua contaminada procedente en gran parte del riego de los reactores dañados, un medio de refrigeración indispensable para evitar un recalentamiento del combustible fundido.

Tepco también reconoció recientemente que desde hace meses se vertían al océano unas 300 toneladas de agua igualmente contaminada, que inundó el subsuelo entre el lugar donde se hallaban los reactores y el vecino Océano Pacífico.