Tal como se había previsto, estalló un frente de guerra en gran escala en la península del Sinaí, basta región oriental de Egipto. En tanto las tropas de ese país se mantienen reprimiendo el latente e incesante movimiento islámico que sigue apoyando al depuesto presidente Mursi, movimiento político-religioso que hasta ahora ha sido sofocado a balazos y con gases lacrimógenas, pero que parece seguir creciendo junto con la rabia y el rencor.
Mientras tanto hasta los más furibundos militaristas de Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, han acabado por aceptar el hecho de que ya no es posible enviar armas de mayor potencia a los rebeldes de Siria, dando por hecho que esas armas llegarán a manos de las poderosas y dominantes organizaciones de yihadistas sunitas, íntimamente vinculados a Al Qaida.
Las informaciones filtradas por los servicios de inteligencia occidentales y de Israel, se contrastan y se verifican con los servicios informativos de Al Jazeera y Al Arabiya, propiedad de las monarquías árabes petroleras. Según esas fuentes, ya está claro que ni EEUU, ni la OTAN están, dispuestos a meterse y empantanarse más en la sangrienta aventura en que trataron de derrotar al presidente Bashar Al Assad en Siria tan fácilmente, como habían logrado hacerlo con los Gobiernos de Libia, Túnez y Egipto.
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