Este jueves 4 de julio, el fotógrafo Luis Sergio presenta, en la sala de exposiciones del Centro Cultural las Condes, su más reciente trabajo “Misterio Inca”, a las 19:00 horas.
Misterio Inca
Cuzco es un intento de modernidad construido sobre la mitología del hombre peruano. Allí, donde la roca suspira. Allí, donde cada edificación, con la sutil delicadeza de lo que surgió de la propia tierra, se levanta a sabiendas de que a su arrimo los hombres seguirán naciendo y muriendo hasta el final de los tiempos. Sus habitantes reconocen con gratitud esa necesaria relación. Una correspondencia que en la muestra “Misterio Inca” es capturada con fidelidad a través del lente de una cámara Holga. Un instrumento que permite al fotógrafo jugar con una interpretación que simultáneamente goza de la distancia de lo artístico y de la aproximación de las raíces. “La Holga es una herramienta sumamente sensible que tiene la capacidad de recrear composiciones irrepetibles. Es un aparato cuya manipulación dista mucho de la técnica y de un manejo sistemático. Por el contrario, en su uso prima el instinto del fotógrafo”.
Dicen las leyendas, porque son varias, que Cuzco la fundaron los enviados del Sol entre el siglo XI y XII después de Cristo. Los años le concedieron un carácter de metrópolis religiosa y económica. Sin embargo, y aunque los templos alcanzaron magnitudes monumentales, su arquitectura estuvo siempre definida por una sencillez y delicadeza natural. Como piezas de rompecabezas, las rocas fueron amontonándose sobre sí con la simetría del universo. Hoy esos mismos bloques, impunes al paso del tiempo, no son sólo el orgullo de sus habitantes, sino un recordatorio para un pueblo completo de que allí habitó lo supremo. De que allí caminaron los majestuosos. De que allí ocurrió lo imposible: el hombre que un día salió arrastrándose del barro levantó con sus manos un imperio. El recordatorio de que ese ser humano, el original, es el padre y mentor de todos los que hoy, con el mismo dolor, transportan sobre sus espaldas los grandes y pesados bloques de vivir en un mundo consumido. Una humanidad que ha olvidado sus espíritus. Esa dicotomía es la que estas piezas se esforzaron por capturar. “El resultado es una serie de imágenes genuinas, en color blanco y negro, que acercan al espectador más a la cotidianidad de la vida misma”, explica el fotógrafo