Se debe actuar rápidamente para reducir la cantidad de basura espacial que orbita en torno a la Tierra y que podría contaminar ciertas órbitas dentro de unas décadas, abogaron expertos internacionales tras una reunión en Alemania este jueves.
Residuos de componentes de cohetes, viejos satélites, herramientas dejadas atrás por astronautas… Es lo que queda tras casi cinco mil lanzamientos desde que comenzó la era espacial y que bajo el efecto de dislocaciones e impactos en cadena (el Síndrome de Kessler) no deja de multiplicarse.
Desde 1978, la cantidad de basura espacial se ha triplicado, lo que aumenta el riesgo de colisiones, advierte el Director del Departamento de Basura Espacial de la Agencia Espacial Europea (ESA), Heiner Klinkrad.
“En unas pocas décadas este entorno podría volverse inestable”, subrayó Klinkrad durante la 6ª Conferencia europea sobre basura espacial, que se desarrolló durante cuatro días en Darmstadt (Alemania).
Actualmente, hay más de 23.000 fragmentos de basura de más de 10 centímetros -según estimaciones de la NASA o de la ESA- la mayoría en órbitas bajas (bajo los 2.000 kilómetros) utilizadas por satélites de observación de la Tierra o por la Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés).
En cuanto a los objetos de entre uno y diez centímetros, habría cientos de miles en el espacio. Aunque de apariencia inofensiva, estos fragmentos, lanzados a una velocidad promedio de 25.000 kilómetros por hora, pueden averiar un satélite, señalan los especialistas.
En promedio, cada año la Estación Espacial Internacional debe realizar una maniobra para evitar una potencial coalición. Y de acuerdo a la ESA, cada semana una docena de objetos se acercan a menos de 2 kilómetros de un satélite.
Las zonas más afectadas: las órbitas polares ubicadas entre 800 y 1.200 kilómetros de altura sobre la superficie terrestre, áreas donde se concentran varios satélites de observación.
Si los lanzamientos continúan al ritmo actual y no se emprende ninguna acción para reducir la cantidad de residuos espaciales, el riesgo de coalición podría ser multiplicado por 25, de acuerdo a proyecciones de las agencias espaciales.
Peor aún, si actualmente se detuvieran por completo los lanzamientos, el número de objetos en el espacio seguiría aumentando por el simple juego del “efecto Kessler”.
Para tratar este problema, es necesario colocar sistemáticamente los satélites desactivados en vías especiales, en donde terminarán desintegrándose en la alta atmósfera terrestre sin causar inconvenientes.
Asimismo, hay que retirar del espacio los fragmentos grandes, 5 a 10 por año, con el fin de estabilizar la situación, recomiendan los expertos.
“Hay un fuerte consenso sobre la necesidad urgente de actuar rápidamente para retirar esos residuos”, aseguró Klinkrad al cierre de la conferencia de Darmstadt, que reunió a unos 350 actores de la industria espacial.
Para lograr este objetivo, la ESA junto a otras agencias espaciales estudian varias soluciones para desviar la trayectoria de los residuos a la atmósfera: brazos robóticos, pinzas gigantes, motores instalados en los residuos, arpones, redes de remolque o un armas para bombardean el objeto y cambiar así su curso.
Todo esto implica un costo, pero inferior a lo que costaría la destrucción de los satélites a causa de un choque contra residuos (alrededor de 100 mil millones de dolares).
Pero en el mejor de los casos, estas “misiones de limpieza” no empezarán antes de unos diez años.