Por Rodrigo Chacón
Ya vamos por la Alameda y de seguro los miles que estamos en la competencia, jugamos a ser las estrellas durante una hora. El entorno es maravilloso y así se nos hace sentir. La gente al costado de la calle nos alienta; “Vamos que se puede cabros…”, nos saludan y aplauden y nosotros nos dejamos querer.
Voy corriendo hace escasos 5 minutos, llegando a Los Héroes y un carro de Bomberos nos sorprenden. Espontáneamente aplauden nuestro paso y hacen sonar sus sirenas en señal de aliento. A nosotros no nos queda más que agradecer el gesto con un chi-chi-chi, le-le le…mismo grito que se fue repitiendo varias veces durante el trayecto.
Doblamos por Brasil y me doy cuenta que la música es fundamental en una corrida.
Sean 10, 21 ó 42 kilómetros, la música acompaña a los runners y es clave para olvidarse de que, en un poco rato más, nos comenzará a doler la planta de los pies y las piernas por el cansancio. Pero me preparé durante varias semanas. Fui sumando kilómetros conforme pasaban los días hasta llegar a 10. Cuando cumplí la meta de forma gradual, supe que no iba a tener inconveniente alguno para terminar la corrida.
Siento que ha pasado harto rato, pero recién vamos en Brasil con Agustinas. La gente sale a los balcones con pijamas como diciendo… “Pucha ellos corren y yo acá flojeando”. Es verdad, muchas veces yo también me sentí así y eso fue lo que pensé. En maratones anteriores me despertaba, prendía el televisor y decía “Que increíble es ver a toda esa gente adultos, adultos mayores, jóvenes, personas con capacidades diferentes y yo acostado…”
Hoy miro el panorama desde la otra vereda y créanme que es mil veces mejor estar en la pista.
Llegamos a La Vega, a la distancia diviso el primer arco de agua que la producción instaló para que podamos refrescarnos. Esta vez paso por fuera, ya que aún no tengo la necesidad de mojarme además está fresco el clima.
Avanzo y los bomberos nuevamente nos saludan con sus sirenas sonando a todo lo que dan. Ellos mismo escribieron pancartas para tirarnos buena onda. Hay una que me hizo reír mucho… “Corre, corre imagina que atrás viene tu suegra”.
Enfilamos por el sector de Plaza Baquedano hacia el oriente por Andrés Bello. Allí nos juntamos los que vamos subiendo y los que van bajando por la Alameda. A ellos les queda poco, están a minutos, nosotros subimos recién por un costado del parque. La gente en sus bicicletas observa. ¿Qué mirarán?, seguramente nuestras caras rojas, algunos con cara de felicidad y otros con cara de dolor.
Me llamó la atención que cada esquina cobijaba a un grupo familiar, una polola, una esposa o unos hijos. “Vamos Billy”, “Aguante amor”, “¿Mario te esperamos a almorzar? y “Papito no corras tanto te estamos esperando en casa”. Respectivamente eran esos, algunos de los mensajes que se leían.
En ese momento se piensan tantas cosas y la música hace que nos transportemos, pues hace que uno se sienta como que va en un auto escuchando con las ventanas cerradas. Es allí cuando uno es dueño de sus pensamientos. Pensar y volarse con el entorno es el juego que cada uno debe tratar de hacer para llevar a cabo una carrera y disfrutarla. Yo pensé en mi sobrina, en la Pequita la mujer que adoro, en la meta, en la vida… se disfruta tanto correr!
Auch!!!, siento una pequeña molestia en el muslo… seguramente una elongación ausente en ese sector de mi pierna. Pero es leve, sé que debo bajar el ritmo un poco, pero no pararé…eso jamás.