Tras la renuncia del papa Benedicto XVI, que se materializará este jueves, empezará el proceso en varias etapas para elegir al próximo jefe de la Iglesia Católica.
El primer paso, inicia a las 19:00 GMT (16:00 horas local), momento en que se hace efectiva la renuncia. Desde ahí se abrirá el periodo llamado de “sede vacante”, es decir de trono vacante, a partir del cual dejarán sus funciones todos los jefes de los dicasterios (los ‘ministerios’) de la Curia Romana, el gobierno de la Iglesia. En ese contexto, el viernes, el Vaticano imprimirá un sello especial utilizado durante la sede vacante.
Una vez confirmada la renuncia, el camarlengo (administrador de la propiedad y las rentas del Vaticano) se convertirá temporalmente en el máximo responsable de la Iglesia durante el interregno. El papa Benedicto XVI nombró en 2007 para ese cargo al número dos del Vaticano, el cardenal italiano Tarcisio Bertone.
Angelo Sodano, decano del Colegio Cardenalicio (también llamado “sacro colegio”), enviará este viernes cartas a todos los cardenales, teniendo o no derecho a voto, para convocar las llamadas “congregaciones generales” , donde se empieza a discutir el nombramiento del nuevo papa.
El cuarto paso, tiene relación con el anillo del pescador, el cual está hecho de oro macizo que llevan todos los papas con su nombre grabado en latín y que en la antigüedad servía para sellar documentos, será destruido a martillazos por el cardenal Bertone cuando empiece la primera reunión de cardenales, lo cual evitará cualquier falsificación. El camarlengo también será el encargado de colocar el anillo en el dedo al nuevo Papa.
Durante las congregaciones, los cardenales también deciden la fecha del cónclave. La constitución apostólica ‘Universi Dominici Gregis’, promulgada el 22 de febrero de 1996 por Juan Pablo II, fijaba un plazo de 15 a 20 días desde la declaración de la “sede vacante” para el inicio de esa asamblea de purpurados. Pero antes de renunciar, Benedicto XVI publicó un decreto (“motu proprio”) que permite anticipar la fecha “si los cardenales están presentes” en Roma.
Una vez fijada la fecha, se realizará el cónclave, reunión a puertas cerradas de 115 cardenales “electores”, aunque el número podría variar. Según lo establecido el año 1970, el papa Pablo VI fijó en 80 años la edad límite para tener derecho a voto. La duración del cónclave no está fijada de antemano.
Luego, se realiza el proceso electoral en la Capilla Sixtina, dentro del palacio apostólico del Vaticano. En este proceso se necesita una mayoría de dos tercios para nombrar al nuevo papa. La votación se hace con papeletas que se ponen dentro de un cáliz.
Durante el cónclave se vota dos veces por la mañana y dos veces por la tarde. Tras cada votación, las papeletas se queman en una estufa ubicada en la Capilla y que tiene salida al exterior. Si no se alcanza un acuerdo, se añaden productos químicos (en la antigüedad era paja húmeda) para que el humo sea negro. Si el resultado es positivo, se queman las papeletas, lo que provoca el humo blanco que anuncia la elección del nuevo Papa. En ese momento la gran campana de la Basílica de San Pedro empieza a redoblar.
Una vez elegido, el nuevo Papa deberá responder a las preguntas: “¿Acepta su elección canónica como Soberano Pontífice?” y “¿Con que nombre quiere ser llamado?”. Si responde positivamente a la primera pregunta, el elegido se convierte en Papa y arzobispo de Roma.
Luego pasa a una habitación anexa, llamada “Sala de las lágrimas” porque muchos pontífices lloraron en ella al tomar conciencia de la importancia del cargo. El nuevo Papa se pone entonces una de las tres sotanas blancas (de tallas distintas) preparadas por el sastre oficial del Vaticano.
El “protodiácono”, vale decir, el cardenal más veterano, actualmente el francés Jean-Louis Tauran. Anuncia entonces la noticia desde el balcón de la Basílica de San Pedro, con la fórmula en latín “habemus papam” (“tenemos Papa”), de esta manera se revela el nombre del nuevo pontífice e imparte la bendición “Urbi et orbi” (“a la ciudad y al mundo”).