Muchos chilenos saben lo que significa el impacto del 27 de febrero del 2010. No es necesario recordar que se trata de uno de los sismos más fuertes de la historia a nivel mundial.
Miles de familias que perdieron sus viviendas o quedaron con severos daños, cientas que vieron partir a sus seres queridos y millones que recuerdan esta fecha con dolor. Y a ellos les dedico este artículo, porque es indignante ver cómo sus vidas son usadas por la clase política del país.
Es inaceptable e impresentable que el gobierno que preside Sebastián Piñera utilice el tercer aniversario de la tragedia como plataforma política, con el fin de obtener una mayor aprobación y, de paso, ayudar a los candidatos presidenciales de la Alianza.
Es una burla, una falta de respeto e incluso una falta a la moral politizar el dolor y la aflicción de los chilenos que resultaron afectados con el terremoto y maremoto del 27F.
El gobierno lleva dos meses anunciando el discurso de este miércoles, donde más que sensibilizar con la gente, se ha abusado del tema en cuestión, atacando lo que hizo o no hizo la administración de Michelle Bachelet, por el temor del Oficialismo a una derrota presidencial a final de año. No hay otra razón objetiva en ello.
Dejo en claro que no defiendo el actuar, en este caso, del gobierno anterior. Sólo manifiesto mi repudio a la utilización que se le ha dado al tema en cuestión.
Es cierto que hubo deficiencias graves por parte de la autoridad el día de la tragedia, errores garrafales de la Armada de Chile, sobre todo del proceder de su comandante en jefe, el almirante Edmundo González Robles, quien prefirió ir a dormir en vez de tomar el control del desastroso actuar del SHOA.
En resumen, Chile no estaba preparado para enfrentar un desastre natural como éste, a pesar que destacados sismólogos llevaban años alertando a la población de que debía informarse sobre cómo actuar frente a una situación así. Lo malo era que la autoridad es quien debía y debe preparar a la ciudadanía.
Retomando la errática fórmula gubernamental de conmemorar el tercer aniversario del 27F, es necesario recordar a la máxima autoridad del país que las tragedias no son herramientas para subir el apoyo ciudadano. Piñera cansó a los chilenos con el rescate de los 33 mineros y ahora son pocos los que apoyan el discurso descalificador y populista.
Lo que extraño en el presidente, quien dice hablar con objetividad y conocimiento de causa, es que no se pronuncie frente a las condiciones en que opera en la actualidad el Instituto de Sismología de la Universidad de Chile y, a la vez, las discrepancias de la Onemi con el ente investigador.
Me atrevo a decir que si hubiese un sismo de las mismas características, nuestro país sigue no estando a la altura para enfrentar un desastre natural de similar envergadura. No en vano las críticas de los expertos de la U. de Chile son ciertas, en cuanto al atraso del financiamiento estatal para el funcionamiento en cuestiones básicas, tales como mantener la red de monitoreo a nivel nacional y no permitir lo que ya sucede, que 11 estaciones están fuera de servicio.
A lo anterior, sumemos que en bodegas de la Onemi aún duermen 600 sismógrafos nuevos que debieran estar operativos hace rato. Por ejemplo, la región de Los Lagos carece de estos instrumentos. Por consiguiente, si hubiese un sismo en la zona, sismología no cuenta con una red activa.
Por otra parte, que la autoridad anuncie que la reconstrucción tiene sobre el 80% de avance tampoco es cierto. Hay demasiada soberbia en querer demostrar lo que no es real a como dé lugar. La firma de los subsidios no significa que los afectados ya tengan una casa donde vivir.
También es indignante que se esté construyendo un memorial de la tragedia en Concepción con un costo superior a los 2 mil millones de pesos, suma de dinero que podría invertirse, por ejemplo, en viviendas sociales. Una farra desproporcionada que podría tener un fin social.
En conclusión, lo descrito aquí no es más que una muestra de lo desprestigiada que está la totalidad de la clase política chilena. Se sigue en esa lastimosa política de la soberbia y del egoísmo, donde más que preocuparse por la gente, se busca el voto y subir en la encuesta. Y lo peor es que, en este caso, es escarbando en el dolor ajeno.
Víctor Huidobro es periodista. Vive en Santiago y escribe regularmente en su blog El Nada Serio. Su cuenta de Twitter es @elnadaserio.