Los catalanes eligen este domingo a su parlamento regional en unos comicios que, más allá de dar el poder a uno u otro partido, definirán el camino que quiere tomar esta gran región del noreste de España sacudida por un creciente fervor independentista.
En una soleada mañana de otoño, los electores catalanes acudían a las urnas en Barcelona, donde las banderas independentistas, ornadas de una estrella blanca sobre fondo azul, superaban a las enseñas catalanas colgadas en los balcones.
Enfrentado al gobierno central de Mariano Rajoy por un sistema fiscal que considera como un lastre a la reactivación económica de la región, muy duramente afectada por la crisis, el presidente catalán, Artur Mas, convocó elecciones anticipadas tras menos de dos años en el poder.
Su objetivo es obtener mayoría absoluta y poder convocar en los próximos cuatro años un referéndum de autodeterminación con cuya promesa enardeció a sus seguidores un político considerado hasta hace muy poco como un nacionalista moderado.
Sin embargo, según los sondeos, el resultado de su coalición conservadora, CiU, podría ser similar a los 62 diputados de que dispone actualmente, en una cámara de 135, mientras deberían crecer los pequeños partidos independentistas de izquierda.
“Estamos en un punto de inflexión, en función de las mayorías independentistas que salgan seguramente esto marcará un antes y un después”, dice a la AFP Carme Llistosella, de 60 años, una secretaria desempleada, mientras espera para votar en la mesa instalada en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona.
“Hasta ahora había un sentimiento nacionalista que era menor y que con la crisis ha aumentado”, agrega.
Sacudida por la crisis como el resto de España, Cataluña, otrora uno de los motores de la economía del país y ahora su región más endeudada, ve crecer el auge secesionista que el 11 de septiembre desembocó en una masiva manifestación en las calles de Barcelona.
Incapaz de hacer frente sola a los pagos de una deuda que supera los 40.000 millones de euros, Cataluña, con 7,5 millones de habitantes y el 20% del PIB español, tuvo que pedir a Madrid un rescate de 5.370 millones, que muchos sintieron como una humillación en una región que dice pagar anualmente 16.000 millones en impuestos destinados a otras zonas del país.
Sin embargo, para Mireia, una abogada de 44 años que prefiere no dar su apellido, no sólo la crisis, sino también la democracia han propiciado el auge independentista.
“Ahora ya hay generaciones que hemos podido estudiar en catalán, y que sentimos las cosas de otro modo, nuestros padres, tras 40 años de franquismo, es normal que tuviesen miedo”, añade.
El idioma catalán, prohibido de la esfera pública bajo el régimen de Francisco Franco (1939-1975), recuperó sus derechos tras la muerte del dictador, convirtiéndose en la lengua en las escuelas.
Con las heridas por fin cerradas, parece haber llegado el momento de que la región decida sobre su futuro en unas elecciones que el diario conservador catalán La Vanguardia, cercano a CiU, calificaba el domingo como “las más importantes de su historia”.
“En unas elecciones convencionales se decide la orientación política o ideológica del gobierno, pero eso no afecta al edificio estatal”, afirmaba el rotativo.
“En cambio, los catalanes han sido convocados a las urnas para que se pronuncien si se reconocen a sí mismos como un sujeto político capaz de decidir sobre su futuro (…) si Catalunya ha de ser soberana o es España la única unidad de destino”, agregaba.
Pero no todos los catalanes están de acuerdo con el cariz separatista que tomaron los comicios.
“Con el tema de la independencia se ha conseguido que mucha gente que está o estará afectada por los recortes deje de pensar en ello”, afirma Andreu Camprubí, sociólogo de 27 años, mientras espera para votar, lamentando que la crisis haya sido dejada de lado durante la campaña.
“Estas elecciones me parecen una porquería, porque los países están para unir y no para desunir. En Europa se une y no se desune”, lanza por su parte Josep, un jubilado de 65 años.
Muestra del interés que despiertan en el mundo, un centenar de periodistas extranjeros se acreditaron para seguir unas elecciones a las que están convocados 5,4 millones de catalanes.