En un ambiente festivo en la pequeña ciudad minera sueca de Gallivare, a 100 kilómetros al norte del círculo polar, nueve Papás Noel han venido de todo el mundo para participar en los Juegos de Invierno del Papá Noel.
“Vamos a ponernos en forma antes de empezar a distribuir los regalos y hacer felices a los niños”, declara la única mujer en liza, que viene del norte de Francia. Estrenó su uniforme de lana roja el año pasado y está feliz con esta nueva competición.
El sábado por la mañana en este pueblo de Laponia, los nueve participantes se pasean con sus asistentes, elfos y duendes hasta el lugar de la competición en el centro de la ciudad.
El japonés está acompañado por tres “renos” humanos, que, con buena disposición, aceptan tirar del trineo del Papá Noel lapón, el local de la etapa. Poco a poco, los curiosos se van congregando en la procesión.
Agnes, dos años y medio, envuelta en su traje violeta está alucinada. “Un Papá Noel, otro… Les tengo que dar un beso. A todos, nunca había visto tantos”, exclama.
Raisa, rusa de 53 años, asiste a la competición por quinta vez. “Me encantan todos estos Papás Noel. Es divertido y agradable y me hace sentirme feliz”, dice con una gran sonrisa.
Mientras los espectadores se precipitan alrededor del terreno, los elfos, los duendes y los renos distribuyen banderas, silbatos y golosinas. El asistente del Papá Noel español, de tres años, cumple concienzudamente su tarea antes de irse a jugar con la nieve.
Rodeo en un reno, rapidez a la hora de beberse un caldito caliente, karaoke y una carrera a pie sobre la nieve, en sacos o en trineo son las pruebas que permitirán al jurado elegir a los más rápidos.
“¡El lapón tiene que ganar!”, dice Siri, de 11 años, que con sus amiguitas comenta la competición desde encima de una montaña de nieve.
“He prometido apoyar al participante holandés. ¡Es tan simpático!”, dice por su parte Ina-Britt, de 76 años, que ha asistido a todos los Juegos de Invierno desde su primera edición en 2003.
La Mamá Noel se divierte, pese al esfuerzo. “No resulta fácil”, confiesa entre dos pruebas.
“Oh, oh, oh, lo contento que estoy, ¡feliz Navidad!”, dice en inglés siempre que puede el participante chino, que viene de Hong Kong.
Finalmente es el holandés el ganador. “Estoy encantado. Soy el primero que gana la competición dos años seguidos. Volveré el próximo año a revalidar mi título”, promete.
Y cada uno se va a degustar un vino caliente o un chocolate caliente al mercadillo de Navidad.
Unas 400 personas, con calzado sólido y gorros, han ignorado el frío polar, un “récord” según los organizadores. “El próximo año, haremos las cosas a lo grande”, dice Mathias Svalenström, responsable de este acontecimiento.