Los niños desatendidos o que sufrieron traumas en la infancia tienen tres veces más riesgo de sufrir derrames cerebrales en su vida como adultos, según un nuevo estudio.
Si bien los investigadores afirman que no tienen claro el proceso exacto por el que esto sucede, el estudio revela un creciente conjunto de evidencias según las cuales lo que ocurre en nuestra infancia tiene implicaciones en nuestra salud a lo largo de toda nuestra vida.
Los traumas sufridos a temprana edad “interfieren de alguna forma con el desarrollo normal”, afirmó a la AFP el investigador principal, Robert Wilson.
Asimismo, un gran número de estudios muestran que “las experiencias adversas en la infancia” pueden ser asociadas con un alto riesgo más tarde de padecer enfermedades como alta presión arterial, obesidad, así como condiciones crónicas asociadas a personas mayores, como enfermedades cardiovasculares.
Wilson afirma que su equipo tenía curiosidad por saber si los traumas sufridos en la infancia incrementaban la posibilidad de sufrir derrames cerebrales, que también se han asociado con muchos de estos factores de riesgo.
Para ello hicieron preguntas sobre su infancia a más de 1.000 personas mayores que participaron en un estudio a largo plazo sobre memoria y envejecimiento.
Entre las 16 preguntas, se les consultó acerca de si se habían sentido amados, si un miembro de su familia les hizo sentir especial, así como si fueron castigados con cinturones u otros objetos, si sus padres se habían divorciado o si su familia sufrió algún desastre financiero.
En los siguientes años, 257 de los participantes murieron y mediante autopsias cerebrales y otras herramientas de diágnostico los investigadores determinaron que alrededor del 46% experimentó uno o dos ‘mini derrames cerebrales’, de los que provocan cambios de comportamiento pero no serían la causa de muerte.
Este tipo de afecciones cerebrales es común entre las personas mayores, pero “quienes afirmaron haber recibido menos atención y cariño tenían mayores posibilidades de revelar un infarto cerebral en la autopsia”, explicó el neuropsicólogo.
En cambio esta relación no se observó entre los hijos de padres divorciados o en quienes que afirmaron haber recibido castigos físicos, sino sólo entre las personas que no se habían sentido queridas o especiales, señaló el estudio.
La correlación fue signficativa incluso cuando se controló el estudio para compensar por factores como diabetes, actividad física, fumar, ansiedad o problemas del corazón.
Es necesaria una mayor investigación, con un muestreo más importante, para entender la causa del creciente riesgo de derrame, afirma Wilson. Su artículo fue publicado este miércoles en la versión en línea de “Neurology”.