En siglo XIX el poeta y narrador español Gustavo Adolfo Bécquer escribió: Por una mirada, un mundo/ Por una sonrisa, un cielo/ Y por un beso… yo no sé que daría por un beso. Esta rima que tuvo como fuente de inspiración el beso, se convirtió, en la era del romanticismo, en uno de sus trabajos más célebres.
Sin embargo, no sólo poetas han utilizado como objeto de inspiración el acto de besar. Un ejemplo, es el científico que cambió el paradigma del siglo XX, Sigmund Freud, que dedicó algunos versos en aquellos ensayos que intentaban explicar el psicoanálisis de los seres humanos.
En uno de sus escritos, se recoge la siguiente cita: “el beso constituye la quinta esencia del placer oral”. Ana Freud, hija y aprendiz, dijo que su padre profetizaba que el besar a alguien en la boca significaba el primer paso lógico para hacer despertar un deseo que podía llegar a algo más. Hoy en día aquellos individuos enamorados del siglo XXI, pueden corroborar o refutar los poemas, ensayos y teorías que se escribieron en años anteriores.
Pero hay algo que no puede ser obviado al tratar este tema, y es que besar a otro ser es un arte que tiene sus orígenes desde hace muchos años atrás. Nos transporta por la línea del tiempo y nos estaciona en los inicios de la evolución del hombre, donde el género femenino de la especie primitiva Hommo Cro-Magnon, alimentaba a sus pupilos masticando primero la comida para luego ser entregada de boca a boca a sus crías.
Tal ha sido el éxito de esta entrega de cariño, que no sólo se han escrito libros dedicados a esto o capítulos de obras tan famosas como el Kammasutra -que a pesar de ser una narrativa que aborda temas principalmente de índole sexual, hizo un punto aparte y dedicó unas hojas para enseñar hasta 30 tipos de besos distintos- sino también se ha hecho de esto la base fundamental para la creación de una nueva “pseudociencia”.
El estudio del beso
Se trata de la Filematología y se dedica a estudiar el origen y todo lo que concierne el besar.
La experta de esta rama, Gisele Dahl, fue entrevistada por la revista Nature y asegura que el beso compromete tres de nuestros sentidos, que son: el gusto, el tacto y el olfato. Sabiendo esto último, se podría creer que esta es la razón por la cual los esquimales se besan con un sutil movimiento de nariz, no obstante, esto está muy lejos de ser cierto.
Los labios están compuestos por una membrana muy delgada, lo que la hace ser muy susceptible tanto al frío como a la resequedad. El clima en el que están insertos los esquimales, presenta temperaturas bajo los 0° y, debido a esto, un mínimo roce de labios podría dejar pegados a los amantes, habitantes de la nieve. Ellos lo entendieron bien y por esto crearon el “beso esquimal”.
Pero hay algo más que explica la Filematología, y son todos los beneficios que conlleva el practicar continuamente esta caricia, la que va desde el bienestar personal hasta presentar un óptimo estado de salud.
Algunos de sus beneficios son:
-Un beso apasionado quema en promedio 26 calorías, debido a que diecisiete músculos de la lengua y once de los labios trabajan en conjunto, haciendo de algo divertido un saludable ejercicio. Debido a esto, otra positiva consecuencia es la tonificación de los músculos faciales.
-Las hormonas epinefrina o adrenalina y norepinefrina se liberan en el torrente sanguíneo, lo que provoca una serie de cambios físicos en la acción cardiovascular, aumentando el ritmo del corazón y el bombeo de la sangre.
- Además, un beso libera endorfinas pudiendo contrarrestar el efecto de la morfina, lo que ayuda a nivelar el estrés y da una sensación de bienestar, mejorando también la autoestima.
- Si bien se pueden transmitir algunas bacterias, el intercambio de saliva puede prevenir la aparición de caries.
-Disminuye el nivel de colesterol y mejora el funcionamiento del metabolismo.
Este contacto que revoluciona los pálpitos del corazón, aumentado su frecuencia de 60 a 100 latidos por minuto, y que genera una “tormenta” bioquímica tras la liberación de hormonas, debería ser practicado por toda la población. No obstante, hay un porcentaje equivalente al 10% del globo -unos 650 millones de personas aproximadamente- que nunca han besado, debido a la cultura en la cual están insertos.
Jesús de la Gándara, psiquiatra y constante colaborador con la filematología, escribió un libro llamado El planeta de los besos, donde aconseja lo siguiente: “Buena parte de nuestra felicidad depende de la cantidad de besos que nos dan o damos y a pesar de existir civilizaciones en las que no besar está prohibido, el porcentaje es mínimo. Por lo que quienes quieran vivir y ser más felices, deben besarse más”.