¿Es posible sanar a una persona haciéndole creer que está recibiendo un tratamiento farmacológico cuando en realidad sólo está ingiriendo sustancias inertes que no tienen la más mínima propiedad médica? De esto trata el polémico efecto placebo.
Según la definición entregada por la Escuela de Medicina de la Pontificia Universidad Católica de Chile, es la “reducción de los síntomas como resultado de la percepción de los pacientes de estar recibiendo una intervención terapéutica”, teniendo efectos tanto psicológicos como fisiológicos.
Sí, fisiológicos. Y es que las consecuencias no sólo son a nivel psicosomático, pues no se trata únicamente de que el paciente “cree” que se siente mejor, también existen cambios a nivel neurobiológico, es decir, “algo pasa en el cerebro de la persona”. Así lo afirma Fabrizio Benedetti, profesor de Fisiología y neurociencia en la Facultad de Medicina de la Universidad de Turín y del Instituto Nacional de Neurociencia de Italia, quien por años ha estudiado el tema y ha llegado a la conclusión de que “si esperas que algo te va a aliviar el dolor, liberas opiáceos endógenos. Si esperas una mejora en tu movilidad, liberas dopamina, otro neurotransmisor”.
“La imagen y las palabras del médico, el olor de los medicamentos, los aparatos del hospital: todos estos estímulos sensoriales y sociales dicen al paciente que la terapia está en marcha”, añade.
De hecho, según un estudio de la Universidad de Michigan realizado en 2005, la sola acción de pensar en que un fármaco alivia el dolor, puede llegar a ser suficiente para liberar el “analgésico” natural del cuerpo: las endorfinas.
“Fuimos capaces de ver que el sistema de endorfinas se activaba en las zonas cerebrales relacionadas con el dolor y que la actividad aumentaba cuando se le decía a un paciente que estaba recibiendo un analgésico. Entonces, decían sentir menos dolor”, explicó Jon-Kar Zubieta, profesor de psiquiatría y radiología de la mencionada casa de estudios y principal autor de la investigación.
Situación que también detallan desde la Escuela de Medicina de la PUC: “Los estudios con relación a efecto placebo a menudo involucran síntomas de la esfera psíquica, tales como depresión o dolor. Sin embargo, el efecto placebo se puede traducir en cambios fisiológicos, como la reducción del dolor a través de la liberación de endorfinas, aumento de los niveles de dopamina endógena en pacientes con enfermedad de Parkinson y cambios en el tono de la musculatura bronquial y en el valor de flujo espiratorio máximo en asmáticos”.
Enfermedades tratadas con placebos
De acuerdo a la Escuela de Medicina de la PUC, el efecto placebo “podría ser mayor en determinados escenarios clínicos, como en las enfermedades con componentes psicológicos como la depresión”.
“Se ha determinado que entre un 50% a un 75% de la mejoría de esta patología con antidepresivos es debida al efecto placebo. Se estima que sólo un 25% de la mejoría observada en los estudios con antidepresivos es atribuible al principio activo, otro 25% se debe a la historia natural de la enfermedad y un 50% al efecto placebo”, detallan.
Asimismo, un estudio de la Universidad de Colorado demostró que los síntomas de trastorno de Déficit Atencional e Hiperactividad (TDAH) desaparecieron en 150 adolescentes tras ser sometidos a sesiones de terapia cognitivo-conductual y una pastilla de azúcar inactiva, haciéndoles creer que estaban tomando Ritalin. Mientras otro grupo de 150, recibió el mismo tratamiento, pero con el fármaco activo, y se obtuvieron los mismos resultados.
En tanto, otro sondeo realizado en 2011 por el investigador de la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard, Ted Kaptchuk, demostró que los síntomas de colón irritable se atenuaron en 22 de 37 pacientes sometidos a un tratamiento de píldoras inactivas.
Controversia
La principal polémica que existe en torno al efecto placebo trata sobre la falta a la ética que supone el hecho de que un médico le mienta a un paciente, pese a que el fin sea que éste mejore. El problema principal es que si a una persona se le explica que está recibiendo medicamentos inactivos es casi imposible que se obtengan los resultados deseados.
Pero esa no es la única controversia, pues hay dudas en torno a los resultados, especialmente en enfermedades crónicas. Ejemplo de ello es un estudio practicado a asmáticos y publicado en ‘The New England Journal of Medicine’, el cual señala que muchas veces los pacientes se sienten bien, pero están lejos de una mejora real.
En este caso, se demostró que los tratamientos con broncodilatadores pueden mejorar en un 20% a los pacientes en una semana, en comparación con el 7% de avance que experimentaron quienes consumen fármacos inactivos.
“Hay que tener en cuenta que este efecto tiene la capacidad de funcionar en investigaciones con un corto periodo de tiempo de estudio. Son éstos los momentos en que se ve la mejoría, pero una vez que ha pasado un tiempo razonable se observa que no hay tal curación. En el caso de enfermedades crónicas como en asma, su mejora, si es que la hay, suele durar poco en el tiempo”, indicó Pedro Rodríguez, psicólogo clínico entrevistado por diario El Mundo.
Lo cierto es que aún falta más investigación científica al respecto, pues aún no se ha logrado descifrar en su totalidad las implicancias del “efecto placebo” con estudios a largo plazo.
7 maneras en que nuestra mente puede enfermarnos
El doctor Richard Kradin, quien trabaja en el Massachusetts General Hospital (Estados Unidos) y además es profesor asociado de la Harvard Medical School, asegura que así como nuestra mente puede contribuir a que nos mejoremos, también puede hacer que nos enfermemos.
Esta situación, conocida como efecto nocebo, ocurre cuando, por ejemplo, a una persona se le administra un tratamiento inofensivo (como una pastilla de azúcar) y el paciente cree que no le hará bien y comienza a experimentar malestar
En este sentido, Kradin expone algunas conductas que pueden llevarnos a sufrir ciertos padecimientos o bien, ralentizar el proceso de curación.
1. Confiar en los medicamentos basándose en supuestos: Los estudios demuestran que la gente cree que las píldoras pequeñas son menos eficaces que las grandes, que las rojas causan más efectos secundarios que las azules, que los remedios genéricos son menos eficaces que los de marca y que los medicamentos orales son menos potentes que los inyectados.
2. Demasiada información: Cuando los pacientes leen detenidamente sobre los efectos secundarios de un fármaco comienzan a preocuparse en exceso y son más propensos a experimentar los síntomas, que aquellos que no conocen en profundidad esta información.
3. Creencias desinformadas: Muchas personas creen que la alergia a la penicilina es común y algunos expertos plantean que si bien cerca de un 10% presenta síntomas adversos a este antibiótico, sólo un 3% es realmente alérgico.
4. Lenguaje atemorizante: El lenguaje adoptado para describir los efectos secundarios de un medicamento puede influir mucho en las expectativas y los resultados. Por ejemplo, dice Kradin, en lugar de pedir “prestar atención a si existe obstrucción nasal” (situación que puede evocar síntomas en vías respiratorias), es mejor solicitar “prestar atención a la libre circulación del aire.”
5. Señales incidentales del medio ambiente. El profesional dice que en más de un tercio de las veces los pacientes sometidos a quimioterapia, puede sufrir nauseas desencadenadas por estímulos ambientales incidentales, como estar en una sala de tratamiento del mismo color que una donde anteriormente la persona se sintió mal.
6. Temer a los ataques al corazón: Las mujeres que temen a sufrir enfermedades del corazón tienen 4 veces más riesgo de morir por factores asociados a la obesidad, niveles altos de colesterol o la presión arterial, según estudios.
7. Escuchar pronósticos pesimistas: Cuando los médicos responden de manera pesimista a las preguntas de los pacientes, el proceso de curación del paciente puede ralentizarse o reducir su efectividad, indica Kradin.