Durante 2010 se conoció públicamente una de las denuncias que para muchos marcó un antes y un después en la Iglesia Católica. Tres reconocidos profesionales, provenientes del sector más acomodado de nuestro país, daban a conocer sus testimonios donde aseguraban haber sido víctimas de abuso sexual por parte del ex párroco de la Iglesia El Bosque, Fernando Karadima.
Tras cerca de dos años de investigación por la justicia civil, finalmente se sobreseyó al sacerdote, pero se comprobó que había cometido los delitos de abuso sexual por los que fue acusado.
Uno de sus denunciantes fue José Andrés Murillo, quien conforme por las consecuencias impuestas al sacerdote, desde el 2010 ha emprendido un nuevo proyecto en su vida y concentra sus fuerzas en dirigir “La Fundación Para la Confianza”, una insitución que tiene como fin poner freno a todo tipo de abuso, especialmente al que afecta a los menores de edad.
En entrevista exclusiva con BioBioChile, el doctor en Filosofía comentó el trabajo realizado por la organización y reconoció los puntos débiles del Estado, la Iglesia y la sociedad en general, que les impiden disminuir las cifras de abuso sexual, las que aumentan cada año. Además explicó el nuevo paradigma que desean instaurar respecto a las relaciones humanas que se deben establecer en nuestro país, denominado “Confianza Lúcida”.
¿Por qué la fundación tiene el nombre “Para la Confianza”?
La fundación recibió este nombre porque nos dimos cuenta que la confianza es uno de los pilares fundamentales de nuestra sociedad, y lamentablemente cuando ocurre un abuso sexual se ve inmediatamente dañada. Esto porque el 80% de los abusos se cometen por personas cercanas a las víctimas, lo que genera que la desconfianza se tenga como un principio fundamental. Las personas creen que es imposible volver a confiar.
Nosotros aspiramos a crear una confianza que llamamos “Lúcida” y es por esto que nuestra fundación “para la confianza” pretende alcanzar este ideal que sabemos se debe estar reconstruyendo constantemente.
¿Cómo nace la Fundación Para la Confianza?
En primer lugar el abuso sexual en Chile es una situación cuyas cifras crecen día a día, pero de la que se habla poco.
Se debe crear una sociedad en que los niños puedan ir a la Iglesia, el colegio o subirse al furgón de una manera más confiable.
Nos dimos cuenta de que no existía una organización que se dedicara a la prevención, sensibilización y a poner el tema del abuso sexual infantil en la agenda pública. Además la “cifra negra” o el número de casos que no se han denunciado nunca, son aún mayores.
¿Qué radiografía haría usted de las relaciones de confianza que se establecen entre los niños y adultos de nuestra sociedad?
Hasta hace poco se creía que las relaciones que se debían generar con la autoridad en general, como profesores, políticos o familiares, era de confianza ciega. Pero tampoco nos podemos pasar a la contraparte de no tener confianza en nada, es por ello que nosotros abogamos por la “confianza lúcida” es decir crear un espacio de “luz” en las relaciones, donde se respeten los límites.
Eso es lo que debemos reconstruir en Chile y que se ha dado en el caso de los estudiantes o las Iglesias. Sabemos que todo tipo de abuso se genera por un abuso de poder, por lo que nosotros queremos crear un espacio de “luz” donde podemos ver e intervenir estos abusos de confianza.
¿Qué medidas ha implementado la Fundación Para la Confianza con el fin de evitar los abusos sexuales y establecer esta confianza lúcida?
Nuestro trabajo consiste en capacitar equipos, realizar investigación y dar cursos de formación en el tema de la confianza, en el tema del abuso, de los abusos de autoridad y de relaciones sanas.
Entregamos talleres para que la gente sepa relacionarse de manera confiable y segura. Por ejemplo enseñamos el “contacto seguro” con masajes sanos, con toques sanos, etc. Uno no puede pensar que ante la cantidad de abusos sería mejor encerrarnos en nuestras casas y no tomar contacto con nadie, porque finalmente crearemos una sociedad esquizofrénica y nosotros creemos en las relaciones sanas, integradas, formadas y con espacio de luz.
Principalmente nos concentramos en los colegios para establecer relaciones de transparencia para evitar el abuso, pues el agresor siempre busca una plataforma en que cuente tanto con el silencio de la víctima como de los terceros, es decir los que pudiesen poner freno a este tema y que no lo hacen por miedo al conflicto, a quedar mal con la persona o simplemente a causarle un daño mayor al niño que es víctima.
¿Cree usted que las víctimas de abuso tienen una buena percepción de las instituciones del Estado que se encargan de prevenir estas situaciones?
Creo que nuestro Estado se ha sensibilizado y está creciendo en esta materia tanto a nivel de Municipalidades, ministerios como el Sernam y el Sename, u otros organismos. Hace poco dimos una charla al equipo del Sernam porque no estaban informados del tema del abuso sexual infantil. Nosotros continuamos en contacto con ellos y nos han develado a todas las personas que han ayudado luego de recibir nuestra orientación.
Estamos en una etapa en que se “destapó la olla” con el tema del abuso sexual infantil y nos ha parecido doloroso, escandaloso y vergonzoso, pero sólo así podemos quitarle al abusador el sitial de poder que se establece por el silencio de las víctimas y su entorno.
En este sentido, ¿Por qué cree usted que en instituciones como las Iglesias o ciertos sectores sociales se ha querido mantener este tema en silencio?
Hay varias razones por lo que se no se habla de esto. En primer lugar Chile es una sociedad que vive de las apariencias, donde nos importa mucho el qué dirán y tendemos a estigmatizar a las personas. Sumado a eso tenemos miedo a que nos tilden de locos, víctimas e incluso hemos escuchado a obispos que han mencionado que son los afectados los que han “provocado” a los “pobres agresores”.
Mientras en nuestro país no tengamos una Ley de defensa integral al niño, y una persona que sea capaz de levantar la voz cada vez que se dicen tonteras del abuso, como por ejemplo cuando se culpa a las víctimas, y se les responsabiliza a ellos en vez de al agresor, continuaremos con estas prácticas de esconder y de temerle a la vergüenza.
Es por ello que nosotros humildemente acogemos a las personas, las ayudamos a levantar la voz y a rearmarse para que puedan tener un vida feliz, porque eso es un derecho de todos.
¿Cómo calificaría usted el actuar de la Iglesia tras conocer los casos de abuso sexual?
Sinceramente creo que la Iglesia tiene buenas intenciones. Muchas veces están mal enfocados. Hace poco escuché a un vocero del Vaticano quien decía que el abuso sexual infantil “humillaba la esencia del sacerdocio”, cuando lo que hace es dañar a las víctimas, porque ellas son las más importantes.
Están bien encaminados y creo que realmente quieren reparar a las víctimas de abuso sexual, no sé si es porque ha disminuido el número de fieles o si están realmente comprometidos. Por ejemplo, la Conferencia Episcopal de Francia, creó un documento maravilloso y de última generación donde se ha dialogado con profesionales de todas las áreas: psicólogos, siquiatras, sacerdotes, académicos, intelectuales e incluso teólogos,
En Chile sólo poseemos un tímido comité que mas bien está orientado a ayudar a los sacerdotes y no ha reparar a las víctimas, porque no sólo los afectados necesitan ser escuchados, sino también quieren aprender a realizar su espiritualidad sin rabia. Lo peor que hace la Iglesia es quitarle su capacidad de confiar en instituciones que hablan en nombre de Dios, eso me escandaliza. Les falta establecer nexos con otras personas que dialoguen con las víctimas y no solo que les cuiden el negocio.
¿Cree usted que el poder que aún detentan algunos sectores conservadores en el desarrollo de la sexualidad de los chilenos fomenta los casos de abuso?
La moral sexual que predica la Iglesia no es la única que existe, y lamentablemente tienen una historia de contradicciones. Hay temas que se vienen revisando hace un tiempo como que los sacerdotes crean que tienen un cuerpo divino o glorioso, cuando en verdad tienen un cuerpo igual al de nosotros y muchas veces necesitan perdonarse, reencontrarse e incluso asumir su identidad sexual, porque en el sacerdocio también es diversa.
Usted fue uno de los denunciantes de Karadima, ¿Qué sensación le queda después de las medidas adoptadas tanto por la Justicia Civil como por la eclesiástica?
Creo que la Justicia Civil y la Eclesiástica, ayudada por la presión de los medios y de la opinión pública, han hecho todo lo que está a su alcance para descubrir la verdad.
Si usted me pregunta por qué Karadima no está en la cárcel, a mi me importa más que ya no esté en su sitial de poder donde podía abusar de las personas, lo que yo considero un triunfo. En ese sentido no estoy buscando venganza.
¿Qué papel juega en la fundación Vinka Jackson? (autora del libro Agua Fresca en Los Espejos, y quien a partir de su experiencia de abuso pretende ayudar a otras víctimas)
Ha sido muy importante en la fundación, con su testimonio ha permitido que muchas personas se reconozcan como víctimas para así continuar con el proceso maravilloso y doloroso de reparación, perdón y justicia.
Como fundación, ¿tienen una posición respecto a la homosexualidad?
No juzgamos la sexualidad de nadie, menos la homosexualidad que es una realidad. La mayoría de las veces que las víctimas han sido abusadas por personas del mismo sexo llegan con dudas sobre su orientación sexual, confundidos. Nosotros los acogemos y nadie va a ser excluido por su identidad.