Antes de comenzar, pido disculpas si redundo en algunas palabras, pero para que se entienda bien el contenido de esta columna, me veo en la obligación de hacerlo.
Y parto así. Con este mensaje, dramático y emotivo.
Sí, los niños no entienden a golpes.
Me refiero a los castigos físicos que sufren por partes de sus padres, progenitores, padrastros, madrastras, etc. Un MAL estúpido y triste de la sociedad moderna.
Para comprender este artículo me es necesario explicar textualmente el significado de maltrato infantil. Unicef lo define como “víctima de maltrato y abandono a aquellos niños, niñas y adolescentes de hasta 18 años, que sufren ocasionalmente actos de violencia física, sexual o emocional, sea en el grupo familiar o en las instituciones sociales”.
Nunca he comprendido, y espero que nunca logre hacerlo, el sentido de sancionar a un menor con brutales golpizas. Lo que les escribo aquí es pan de cada día y muchas veces no lo vemos, pero citaré más adelante algunos ejemplos respecto a lo que se puede ver en las calles y en cualquier lugar público.
En Chile, según estudios de la UNICEF, un 75,2 % de los menores de edad sufre violencia física o sicológica por parte de sus padres. Un 53,8% recibe castigos físicos, de los cuales un 25,9% son golpizas graves y un 27,9% leve. Y un 21,4% sufre violencia sicológica. Es decir, solo un 24,8% no es víctima de maltrato infantil, cifra que no solo llama a reflexionar, sino que la califico de inexplicable.
Usted me podrá decir que ello se puede justificar por hogares mal constituidos, familias de escasos recursos o en riesgo social, ignorancia y cualquier calificativo de nuestro vocablo. Es cierto, son factores determinantes, pero mi artículo se basa, simplemente, en el rechazo a la violencia física y sicológica a los menores de edad.
Por otra parte, este tipo de actos delictuales, según nuestras normas jurídicas, se da en todos los estratos sociales; desde el que tiene más solvencia económica, hasta el que no recibe un peso al mes.
La IGNORANCIA está presente en todos los estratos de nuestra sociedad. Me refiero a los que creen, que la forma de educar es agredir, ya sea físicamente o sicológicamente a los menores de edad.
He visto a padres sacudiendo a sus hijos, dándole golpes de puño, cachetadas, tirones de orejas, coscorrones en la cabeza o zamarreándolos, por nombrar algún tipo de agresión.
Menciono algunos casos.
Cuando un niño se baja de la vereda y corre el riesgo de que lo atropellen, me pregunto: “¿aprenderá con una agresión?”. ¿No será más responsabilidad del adulto, que va a cargo, quien debe velar por su seguridad? Pienso que aquella misión corresponde a la persona mayor que camina junto al menor. Ver el espectáculo descrito solo me conduce a calificar de estúpido a quienes reaccionan con esa violencia. No olvidemos que educar, en el amplio sentido de la palabra, corresponde a los padres y no un hijo a ellos.
Otro ejemplo: cuando castigan a un menor por tener un bajo rendimiento en el colegio. Las sanciones son correctas, pero en ningún caso, con violencia física. Hay múltiples formas de hacerlo. Puede servir no dejarlo juntarse con sus amigos por unos días, quitarle la posibilidad de ocupar el computador o dejarlo sin ver televisión. He presenciado a padres golpear a sus hijos con puños y cinturón. Para este tipo de progenitores, sin duda alguna, es la fórmula perfecta para mejorar las calificaciones.
Un papa o una mamá que ha bebido alcohol en su hogar podría derivar, como sucede en un porcentaje no menor de casos, en discusiones y peleas donde también terminan pagando las consecuencias un niño que puede ser golpeado, sin motivo alguno, producto de la imbecilidad protagonizada por los grandes.
Podría describir numerosas, pero tomaría un tiempo mayor.
No me olvido de las agresiones sicológicas. Gritar, insultar, no hablarle a un hijo por un tiempo, menospreciarlo y dejar su autoestima en el suelo, es una crueldad que puede llegar a inimaginables resultados. Los menores se quedan en sus vidas con este tipo de episodios y no los borran de su mente. Lo peor es que pueden imitar estas conductas en la vida adulta con sus propios hijos.
En resumen, nada justifica el maltrato infantil. Decirle a un niño que “a mí me hacían lo mismo mis padres”, “yo soy el que manda o “te voy a pegar si no obedeces”, no son formas de enseñar. Como se dice, se crían personas y no animales. Son vidas humanas, tales como la de los adultos, que valen lo mismo.
Equivocarse (me refiero a los niños) es parte de su crecimiento, enseñanza y manera de ir madurando. Ellos tienen sentimientos, éxitos y frustraciones, y esto debe respetarse. Está demostrado que quien no sufre agresiones en su niñez aprende y madura más rápido, y sus conductas, en su diario vivir, son de resultados exitosos si se compara con un hijo maltratado.
Es por ello que me indigna y no soporto ver cuando le gritan o le pegan a un niño. Considero que representa una actitud despreciable, y afirmo, que en no pocas circunstancias representan que son un estorbo para los progenitores. Se agradece a las autoridades de los últimos gobiernos de la Concertación y del actual, que han trabajado en legislar para aumentar las sanciones penales a quienes infringen no solo una ley, sino que también le quitan la posibilidad al menor de crecer en forma correcta y no repetir lo mismo, para cuando sean jefes de familia.
Sí, a los niños no se les pega.
Víctor Huidobro es periodista. Vive en Santiago y escribe regularmente en su blog, El Nada Serio. Tiene su cuenta de Twitter en @elnadaserio