¿Jet? Sí. ¿Isla privada? Sí. ¿Helicóptero? Sí. ¿Submarino?… Cuando el cineasta James Cameron bajó al fondo del Pacífico el lunes, no sólo arrojó luz sobre las profundidades del océano, sino también sobre el hobby más exclusivo del mundo: los viajes privados submarinos.
El exitoso canadiense director de “Titanic”, entre otros filmes, descendió más de 10 km en el Océano Pacífico en un submarino color verde brillante, no muy atractivo estéticamente y con espacio para un sola persona.
Cameron se convirtió en el tercer ser humano que logra sumergirse en la zona más profunda conocida en la corteza terrestre, en el fondo de las Fosa de las Marianas, en una misión organizada con fondos exclusivamente privados.
Mientras tanto, en otra parte del planeta, otro multimillonario con un submarino, el británico Richard Branson -dueño de Virgin- está preparando una expedición para descender al punto más profundo del Océano Atlántico, la Fosa de Puerto Rico.
Para un hombre que ya ha efectuado viajes extremos en globos y veleros, esta inmersión al estilo James Bond aparece como el próximo paso lógico de su intrépida carrera.
Branson sueña con encontrar “galeones españoles” o “especies que aun no han sido descubiertas”.
“Es muy excitante que ahora se pueda explorar los océanos y que tengamos vehículos para hacerlo”, dijo Branson a la AFP desde su isla privada Necker situada en el Caribe.
Para Charles Kohnen, cofundador del constructor de submarinos SEAmagine, los propietarios privados de ese tipo de vehículo constituyen un pequeño grupo, compuesto quizás por apenas una docena de personas, aunque la tendencia es que el “juguete” se vuelva más común entre los multimillonarios.
La mayoría de los aparatos a disposición en el mercado comercial son técnicamente sumergibles, con una autonomía limitada y la necesidad de un barco en la superficie como nave nodriza.
Estas “cápsulas” pueden descender fácilmente hasta 500 pies (unos 150 metros), e incluso más, al igual que los verdaderos submarinos.
Cuando SEAmagine se lanzó al mercado 16 años atrás, “los yates no eran lo suficientemente grandes para transportar submarinos”, cuenta Kohnen.
“La evolución que hemos visto en los últimos cinco, siete años es interesante en el sector privado y está directamente vinculada a la industria de los megayates”, agregó.
Uno de sus clientes recientes compró un catamarán de 25 metros con helipuerto y espacio especial para lanzar un sumergible.
Otro directamente no necesitó ninguna modificación particular para incluir un sumergible porque su yate tiene 85 metros de eslora.
“Un submarino no es un jet ski”, dijo Kohnen, en referencia al espacio y la logística que requiere este tipo de vehículo para ser transportado en un yate.
Sus aparatos cuestan entre uno y tres millones de dólares y su mantenimiento anual entre 15.000 y 20.000 dólares.
Una compañía llamada U.S. Submarines apunta todavía más lejos, ofreciendo lujosos submarinos además de los más tradicionales sumergibles.
El negocio está creciendo entre los sumergibles, especialmente “entre la comunidad científica y mucho más en la comunidad del cine”, afirmó a la AFP Marc Deppe, un responsable de Triton Submarines, una compañía subsidaria de U.S. Submarines.
Lo que les gustaría hallar ahora, dijo Deppe, es al propietario del primer verdadero submarino privado, un Capitán Nemo moderno.
U.S. Submarines ofrece varios modelos: el “Nomad”, descrito como el equivalente a un avión privado; el “Seattle”, comparable por sus comodidades a un gran yate; y el increíble “Phoenix.”
Esta submarino, de 65 metros de largo y del que no existe ningún ejemplar construido aún, es capaz de cruzar el océano y sumergirse cuando quiera cuando el mar se vuelve peligroso, y tiene tanto espacio adentro que puede transportar su propio minisubmarino.
Su costo es de 78 millones de dólares, según el sitio en internet de la compañía.
“Será necesario encontrar a alguien un poco extravagante, que quiera ser el primero en tener este tipo de embarcación”, sostuvo Deppe.