*Por Camila Mendoza, desde Miami.
Lorenzo García tiene 67 años y nació en Cuba, en 1945. Su vida de infante, como el mismo reconoce, fue de pequeño burgués. “Fui estudiante del Candler College en Marianao, un colegio americano que estaba en la Habana. Siempre pasaba mis vacaciones en Miami, en casa de mis padrinos y tuve una infancia muy plena”.
Su padre Lorenzo, fue un conductor de ómnibus, o micrero como diríamos en Chile; y su madre Evangelina, una empleada de servicios del Anglo American Hospital, de la Habana.
Sin profundizar en detalles del por qué tomó la determinación de salir en balsa de Cuba, Lorenzo comparte su historia con mucha emoción y mucha sinceridad, expresando en cada respuesta y en cada gesto, lo que significa ser latino, en Estados Unidos.
En agosto de 1994 a las 4 de la mañana, se lanzó a la costa por la playa de los rusos, en Alamar. “Jamás dude en la decisión. Pensé… el que quiere irse conmigo que se venga, y el que no, que se quede”. Lo acompañó Yolanda, madre de uno de sus hijos, y dos jóvenes que educó junto a ella, cinco personas en total. “Mi hijo mayor se quedo en Cuba con su esposa y su hija”, relata Lorenzo.
A cinco llantas les amarraron un tablón, y eso fue su medio de transporte. Una balsa a remos, sin propela ni nada que le diera fuerza. A las pocas horas de salir, el mal tiempo desvalvuló una llanta y perdieron el agua, la medicina y la comida.
Tuvieron la suerte de ser escoltados hasta las costas de la Florida por ocho delfines. Al igual que a muchos balseros, eso los protegió de los tiburones. “Fueron 7 días en el mar, pero al segundo día yo perdí la conciencia y entré en estado de coma”.
-Si te digo la palabra Cuba ¿Cuáles son las palabras que vienen a tu cabeza?
-Plantearte mi perspectiva es difícil, pero puedo decir que Cuba es la tierra más hermosa que ojos humanos hayan visto.
Cuando Lorenzo tenía 13 años, tomó la determinación de irse de Cuba. “Le dije a mis padres que quería ir a vivir a Miami con mis padrinos. Mi padre me respondió: Lore, esto es lo que nunca nadie ha visto. Esta revolución es pura, es santa, es divina… quédate conmigo. Y me quedé con ellos. Esos años eran los comienzos de la revolución cubana”.
Trabajó en el periódico Juventud Rebelde durante 10 años, con el equipo de investigación histórica. En ese periodo pudo compartir con muchas figuras de la Revolución Cubana, entre ellas, el Che Guevara, “yo no me atrevo a decir que conocí al Che en profundidad, porque ciertamente es un personaje al que costaba mucho tener acceso, si no eras parte de su círculo cercano; pero si tuve la oportunidad de conversar con él e intercambiar ideas en dos oportunidades”.
-¿Qué opinas de la Revolución?
-De las ideas nobles de la revolución sentí un gran y profundo orgullo. Ideas que fueron fruto de la nobleza de muchos hombres en aquel momento. La generación más noble y espontánea que tuvo la revolución, fue la que participó en la lucha y la que vino después… pero la corrupción destruye todo, y eso pasa en cualquier país y en todos los sistemas.
-¿Pudiste tener acceso a Fidel Castro cuando trabajaste allá?
-Cuando me case en el año 1963, fui a pasar mi luna de miel al Hotel Internacional de Varadero. Yo estaba en lobby con mi esposa, y le comenté que notaba mucho movimiento verde-olivo en el lugar. En ese momento alguien me abraza por la espalda… era Fidel, me saludó y me felicitó por la boda. Ese fue el encuentro más cercano que tuve con él.
-¿Por qué razón te fuiste de Cuba?
-Son razones muy privadas que las puedo compartir contigo y con quien desee conocerlas, pero no en una entrevista. Pero no llegué a este país buscando hacerme millonario y buscando tener lujos. A mí me da lo mismo eso. Me da igual comer boniato [papa dulce] que comer pollo. Mis razones fueron profundas decepciones.
-¿Cómo te defines ideológicamente?
-Yo soy creyente en Dios. Soy cristiano y a quien único sirvo es a él, a más nadie.
Lorenzo es un hombre marcado no sólo en lo emocional, sino también en lo físico. Su espalda y sus piernas tienen profundas secuelas de su travesía; la sal del mar pegada en su piel, más la fricción con la goma de la llanta caliente en la cual viajó, lo dejaron con grandes cicatrices.
“Llegué a las costas de la Florida prácticamente muerto. Me hicieron un tratamiento profundo porque la piel se me pudrió en el mar. Además los pescaditos nos comían las piernas mientras dormíamos. Yo no sufrí tanto dolor físico como mis hijos, porque estaba en coma. Viví gracias a que Yolanda recogía mi orina y me la daba. Así sobrevivimos todos, porque no teníamos agua”.
A raíz de la experiencia de estar al borde la muerte Lorenzo comenzó a creer en Dios. Cuando se recuperó de todo el proceso, regresó al Jackson Memorial Hospital de Miami donde estuvo internado y quiso hablar con el médico que lo atendió.
“El médico me dijo que científicamente no entendía cómo pude sobrevivir, y fue él quien me pidió que fuera a una iglesia a dar gracias por ello. Ahí cambió mi vida y entendí que si estaba vivo, era porque aún tengo algo que hacer”.
-¿Yolanda y tus hijos qué hicieron al llegar?
-Yolanda llegó relativamente bien y comenzó a establecerse en Miami, pero mis hijos fueron enviados a la base norteamericana de Guantánamo por un año. Luego los trajeron y pudieron comenzar su vida aquí.
-¿Qué apoyo recibiste al llegar?
-Llegué a este país en cuero, sin nada, sin un dólar. La Iglesia Católica me ayudó y el gobierno americano me dio medicare, un seguro médico que es parte del dinero de todos los contribuyentes de este país. Mi proceso en el hospital costó más de 380 mil dólares, así que gracias a eso pude cubrirlo.
-¿Te gusta la forma de vida de Estados Unidos?
-Me gusta porque considero que el ser humano tiene que ser independiente (y que no se confunda con individualista). Dada su independencia nadie tiene responsabilidad de lo que él haga con su vida. Si su vida es un éxito, la supo aprovechar; si su vida es un caos, la supo desperdiciar.
-Y de Miami ¿Qué es lo que más te gusta?
-Admiro la cubanía, pero el cubaneo lo desprecio. Me gusta el olor a café cubano, el olor a plátano maduro y a carne frita que hay en la Calle 8. Eso es lo que me tiene aquí, de lo contrario estaría viviendo en Alaska.
-A tu juicio, y en general ¿Cuáles son las virtudes y los defectos de los cubanos?
-En general no me gusta de los cubanos, ni en Cuba ni aquí, el que somos muy gritones y muy tramposos, pero no todos, es una generalidad. Y la virtud de los cubanos es que en situaciones difíciles nos engrandecemos, en ambas orillas. Piensa que a Miami llegan grandes científicos, grandes cirujanos y médicos, que tienen que empezar fregando platos en un hotel para poder salir adelante y revalidar sus títulos si pueden. Siempre un cubano parte desde cero. De la nada echamos pa’lante y logramos grandes cosas.
-En Miami hay una cantidad importante de cubano-americanos que nacieron y han pasado su vida aquí ¿Crees que a pesar de eso se puede seguir manteniendo la identidad?
-Las costumbres se mantienen, pero la influencia americana es mayor. Los hijos de cubanos se educan en escuelas norteamericanas y se empapan del idioma y de todo. Crecen viendo a Fidel Castro en la televisión, porque en los canales hispanos de EE.UU, aparece más veces Castro que el propio presidente Obama; y los niños crecen con una imagen de su país que se la forman los medios de comunicación. Pero se sienten cubanos igual, aunque hayan nacido aquí. Tú le preguntas a un niño de esos de dónde es y ellos siempre responden que son cubanos.
-¿Después de cuántos años pudiste volver a Cuba a ver a tus familiares?
-Llegué a Miami en 1994 y pude visitar Cuba después de 13 años. Cuando mi madre murió en Cuba no pude ir a despedirla y esa fue la primera vez que pedí permiso para entrar, pero me lo negaron.
Luego seguí solicitando la visa pero la respuesta por parte de gobierno de Cuba siempre era “Not welcome to Cuba never more”. Pero insistí y me dieron el permiso de entrada por fin en el año 2007.
-¿Qué sentiste cuando regresaste a La Habana?
-¡Chica! Una emoción tan grande que no hay palabras.
-¿Tienes deseos de vivir en Cuba nuevamente?
-Para mí, el hombre vive donde se sienta feliz y yo me siento feliz aquí. Como dijo Marti, “el amor a la patria, no es el amor a la tierra, ni a la hierba que pisan nuestros pies”, por eso el estar aquí no me hace sentir más ni menos cubano que el que está en la otra orilla.
Camila Mendoza Muñoz es estudiante de 4º año de periodismo en la Universidad de Concepción.
Actualmente ejerce como periodista en Miami, Estados Unidos, donde realiza entrevistas del mundo artístico, televisivo y de sociedad.