Todo beatlemaníaco o amante de la música chileno sabía que jamás podría ver al mítico cuarteto de Liverpool en nuestro país, especialmente luego del asesinato de John Lennon en 1980 y el fallecimiento de George Harrison en 2001. Lo más cercano fueron las dos presentaciones de Paul McCartney en 1993 y en marzo de este año.
Sin embargo, quizá la figura más opacada por la genialidad musical de los hombres de las cuerdas era precisamente la de Ringo Starr, quien siempre cultivó un perfil más bajo y amable. Era el otro superviviente que, probablemente sin saberlo ni desearlo, tenía una deuda con sus fanáticos en este lugar del mundo.
Y esa deuda se empezó a pagar alrededor de las 21.15 de este viernes, cuando el baterista apareció junto a su banda (All Starr Band) de destacados músicos para interpretar una serie de canciones, algunas más y otras menos populares.
El escenario era modesto, sólo un par de pantallas, iluminación y una estrella gigante que hacía de fondo donde se ubicaba Ringo, quien precisamente fue presentado por sus colegas como “una estrella gigante”, valga la redundancia.
Todo comenzó con “It don’t come easy”, su primer single tras la separación del grupo considerado por muchos el más importante de la historia musical moderna. Minutos después, vendría el primer tema de los Fab Four (quizá los más esperados), “I wanna be your man”. Más tarde, un público entusiasta acompañó a los artistas con globos amarillos mientras sonaba la canción del Submarino de aquel color. El ambiente era festivo, similar a “Cachureos”.
Por supuesto que los amigos de Ringo (Wally Palmer, Rick Derringer, Edgar Winter, Gary Wright, Richard Page, Mark Rivera y Gregg Bissonette) también hicieron lo suyo. Canciones más rockeras como “What I like about you”, popularizada por The Romantics, o “Frankenstein” de Edgar Winter, obligaban a saltos, sacudidas y gritos.
El concierto se desarrollaba entre insistentes y poco originales expresiones tipo “I love Santiago”, o “I love Santiago de Chile”. Todos los que estaban sobre el escenario se encargaron de dejarlo en claro –y mucho-. Incluso, hubo intentos en un casi champurreado español.
Pasadas las 23.00 el show empezaba a llegar a su fin. Y si bien Ringo nunca pudo imponerse en términos artísticos en The Beatles, Lennon y McCartney sí le dejaron un himno: “With a little help from my friends”. No podía ser otra la canción final, que fue acoplada al coro de “Give peace a chance” de Lennon.
Terminada la interpretación, la banda se agrupa, se despide y Ringo sale trotando de escena, no sin antes hacer el gesto de paz con ambas manos.
Se encienden las luces, y los miles de beatlemaníacos (casta que seguramente era mayoría en el lugar) se retiraban con la sensación de que este año y en nuestro país, estuvo todo lo que los Beatles actualmente pueden ofrecer, sólo que la espera fue demasiado larga.