El papa Benedicto XVI y dignatarios religiosos del mundo entero condenaron este jueves en Asís (centro de Italia) las guerras libradas en nombre de la religión, en un momento en que aumenta el fanatismo.
Ante musulmanes, hinduistas, budistas y judíos congregados en la basílica de Santa María de los Ángeles de Asís, el Papa criticó duramente el fanatismo religioso, pero también denunció las políticas antirreligiosas, responsables según él de la barbarie.
“Sabemos que con frecuencia el terrorismo tiene motivaciones religiosas y precisamente el carácter religioso de los ataques sirve de justificación para la crueldad implacable, que cree poder relegar las reglas del derecho en favor del ‘bien’ buscado”, dijo el Papa.
En este caso “la religión no está al servicio de la paz sino de la justificación de la violencia”, denunció el Papa en la Basílica de Santa María de los Ángeles, al comienzo de este encuentro interreligioso.
Le Papa se refería a la violencia perpetrada en nombre de la religión por cristianos, musulmanes, judíos e hindúes fundamentalistas que rechazan la construcción de lugares de culto, las conversiones o la expresión pública de otras religiones.
El Papa renovó el mea culpa entonado por Juan Pablo II por los actos de violencia perpetrados por cristianos.
“Como cristiano les diré: sí, en la historia recurrimos a la violencia en nombre de la fe cristiana. Lo reconocemos con vergüenza, llenos de vergüenza. Eso fue una utilización abusiva de la fe cristiana, en oposición evidente con la verdadera naturaleza” de la religión, concluyó.
El Papa tuvo cálidas palabras para los ateos humanistas abiertos al diálogo, considerando que plantean preguntas justas y que su imposibilidad de creer se explica por “la imagen reducida o deformada de Dios” dada por muchos religiosos.
La filósofa franco-búlgara Julia Kristeva, uno de los cuatro ateos invitados por el Papa, mencionó a Sade y Freud ante el pontífice y pidió a las religiones no tener miedo del humanismo, “heredero inconsciente a veces del humanismo cristiano”.
El patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomeo I, expresó su inquietud por “la marginación creciente de las comunidades cristianas de Oriente Medio”.
Para el ulema indonesio Nashihin Hasan, la violencia religiosa tiene dos causas: “una falta de comprensión global” de los fieles y también “la transformación por algunos de la religión como instrumento de sus intereses”.
Durante la reunión se mezclaban en el ambiente el hábito colorido de los monjes budistas, los turbantes sijs, las túnicas de los patriarcas ortodoxos y los bonetes rojos de los cardenales católicos.
Una multitud asistió al evento, pero fue menor que en las ediciones convocadas por el papa Juan Pablo II: en 1986 y 2002.
En la basílica, que alberga la capilla de la Porciúncula, donde murió Francisco de Asís en 1226, los dignatarios religiosos vieron una película sobre los 25 años transcurridos desde el encuentro histórico organizado por Juan Pablo II en 1986 en ese lugar.
El papa, de 84 años, estaba sentado en medio de diez dignatarios religiosos, y tenía a su izquierda al patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomeo I, y a su derecha a David Rosen, del Gran rabinato de Israel.
Los católicos integristas, opuestos radicalmente a este encuentro, consideraron que “el papa recibe a falsas religiones”, en su sitio internet “La porte latine” (La puerta latina).