España registra por primera vez en décadas un saldo migratorio negativo a causa de la crisis, que empuja a miles de jóvenes profesionales a ir a buscarse la vida a países como Brasil y Alemania, con perspectivas más atrayentes que la desocupación y la precariedad.

“Por supuesto que mi decisión viene motivada por la situación precaria que atraviese nuestro país”, afirma Lorena Escartín, 25 años, licenciada en Sociología y Antropología, que se dispone a partir a Brasil en busca de un trabajo que en España no encuentra.

En un país donde el paro afecta al 20,89% de la población activa, y al 46% de los menores de 25 años, cada vez más jóvenes profesionales españoles optan por buscar nuevos horizontes laborales.

En España “hay una falta de perspectiva de futuro”, explica Vera Giró, que acabó hace dos años la licenciatura de Comunicación Audiovisual, con 24 años se marchó a Argentina y acaba de regresar.

“Cuando terminé la carrera todos mis compañeros licenciados ya se quejaban de la falta de oportunidades. Me fui para probar suerte”, explica.

Por primer vez en décadas, España perdió 70.000 residentes en el primer semestre de este año, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), y aunque muchos de ellos son inmigrantes que regresaron a sus países debido a la crisis, una buena parte son españoles que dejaron su tierra natal.

Así, 36.967 españoles y españolas emigraron al extranjero en 2010, 18.838 de los cuales tenían entre 18 y 45 años, según el INE.

Un estudio de la sociedad de recursos humanos Adecco señala que entre abril de 2008 y abril de 2010 se duplicó el número de personas que solicitaron trabajar fuera de España y aumentó en 9,2% (118.145 personas) el número de españoles mayores de edad residentes en el extranjero.

“Está claro que es un fenómeno que se está acelerando”, afirma José Antonio Herce, ex profesor de Economía en la Universidad Complutense y miembro de la asesoría Analistas Financieros.

Para muchos la motivación no es sólo encontrar un empleo, sino conseguir que su carrera profesional evolucione más rápido.

Es el caso de Oriol González, de 36 años, director de la unidad de farmacéutica de Roche en Sao Paulo. Llegó a Brasil en septiembre de 2009 de la mano de una empresa española que se instalaba en el país y al año fue contratado por el laboratorio.

Se marchó de España “por no tener una proyección profesional”. En Brasil “me daban un buen salario y también me daban un nivel de responsabilidad mayor”, explica.

Mundial de fútbol de 2014, Juegos Olímpicos de 2016 y un crecimiento económico de 7,5% de PIB en 2010: Brasil necesita a los arquitectos, ingenieros y técnicos que España puede ofrecer, afirmó hace unos meses su embajador en Madrid, Paulo Cesar de Oliveira Campos, llamando a los jóvenes españoles a ir a trabajar a su país.

Desde entonces, “se ha registrado un mayor número de personas que vienen a consultar sobre los requisitos para partir”, confirma Lorena Alvarez, de la embajada de Brasil en Madrid.

Se retoma así una tendencia casi olvidada de los años 40 y 50, tiempos de miseria en la España de la posguerra civil, cuando los trabajadores españoles emigraban a Alemania, Francia o Argentina en busca de oportunidades.

Pero a diferencia de aquellos, estos nuevos emigrantes son “jóvenes licenciados, muy cualificados y sin cargas familiares”, explica Herce.

Sin embargo la mayoría sigue emigrando “a Europa fundamentalmente, Francia, Alemania, el Reino Unido”, agrega.

Precisamente Alemania, un país con una economía floreciente y decenas de miles de puestos vacantes, inició en abril un programa de reclutamiento de jóvenes ingenieros en España. En unos meses, 17.000 españoles se informaron sobre las posibilidad de trabajo en Alemania, según fuentes de la Agencia para el Empleo alemana.

Este flujo implica un riesgo para España, advierte Herce. “De dos titulados universitarios en paro emigrará el más cualificado, y nos vamos a quedar con el menos aventurero, el menos experimentado, el menos cualificado”, explica.

“Creo que se va a perder toda una generación de jóvenes-adultos que estamos marchándonos fuera y que no sé si volveremos algún día”, alerta Lorena Escartín.