Polémica causaron las recientes acusaciones del obispo evangélico Hédito Espinoza respecto de la homosexualidad durante el pasado Te Déum evangélico realizado tradicionalmente previo a las Fiestas Patrias.

Las reacciones no se hicieron esperar, especialmente en redes sociales, donde se repudió la intervención de Espinoza con términos poco cariñosos, por decirlo de manera elegante.

Pese a todo, quisiera aludir algunos de puntos que me parecen interesantes de resaltar, pensando en la premisa básica de que para opinar se debe disponer de la información precisa, veraz, y no dejarse llevar por lo que una supuesta mayoría señala como correcto.

Lo primero, todos tenemos derecho a expresar una opinión, y el ejercer esa franquicia no necesariamente implica una búsqueda de adeptos. En ese sentido, criticar a Espinoza por decir lo que piensa es una falta de respeto a la tolerancia y la diversidad, que ¡oh! ¡paradoja!, es lo que piden justamente quienes están a favor del reconocimiento homosexual.

¿QUÉ ES HOMOSEXUALIDAD?

Ahora bien, es claramente un error relacionar homosexualidad con pedofilia y zoofilia como lo hizo el mentado obispo, sin un estudio científico que avale esa tesis. Aunque si se viaja al fondo del asunto, comparten algo…todas son trastornos, y no lo digo a título personal, lo dicen expertos de la psicología como Otto Fenichel, Janine Chasseguet-Smirgel, Donald Meltzer y Anna Freud, hija del famoso y reputado psicoanalista.

Según estos especialistas, los trastornos son “comportamientos sexuales regresivos de conductas y deseos sexuales a modos infantiles”. Según Fenichel el origen tiene que ver con el “rechazo a la sexualidad adulta y el apego a la infantil”, mientras que Chasseguet-Smirgel postula que tiene que ver con relación madre-hijo y el complejo de Edipo (donde el hijo se enamora de la madre). Aunque por otra parte Meltzer atribuye su inicio en “una organización narcisista infantil que somete la parte adulta de la personalidad a una actitud pasiva de abandono”.

Durante el periodo de crecimiento del individuo, principalmente en la pubertad, es frecuente el rechazo por el sexo opuesto, y es donde se forman los denominados “club de Tobi” o “Club de Lulú”, actitudes que son consideradas normales en el proceso de crecimiento según Freud, pero que pasada esta etapa y si esta tendencia se mantiene, se puede hablar de una persona con tendencias homosexuales. En otras palabras, el homosexual no nace, pues de acuerdo a la psicoanalista “hasta pasada la pubertad, no se tomará forma definitiva el comportamiento sexual”, por lo tanto es una conducta aprendida que fue influenciada por una serie de hechos.

Partiendo de esa base, y reitero, según los expertos antes citados, “se puede entender homosexualidad como el resultado de diversas interferencias en el desarrollo psicosexual que determinarán el predominio del componente homosexual, por sobre el heterosexual”.

Dicho lo anterior, quisiera preguntar ¿es tan grave rechazar un transtorno que tiene un origen en el desarrollo del sujeto? A mi juicio es totalmente válido pensar distinto y no por ello significa que voy a discriminar o rechazar a la persona, pues es más bien la condición a la cual se alude con la cual se discrepa. Lo que en términos muy burdos pero clarificadores, se puede ejemplificar con el hecho que se puede aceptar a un pobre, pero no así aceptar la pobreza como una forma de vida normal.

Molesta ver la falta de argumentos en quienes ven odio en todo lo que alude en contra de sus comportamientos, especialmente en aquellos cuyos razonamientos en contra de alguien que piensa distinto son 9 garabatos de cada 10 palabras.

EL DATO OCULTO DEL CEP

En la última encuesta del Centro de Estudios Públicos que se efectuó entre el 24 de Junio y el 24 de julio de 2011, se indican un par de datos interesantes, que por uno y otro motivo no vieron la luz pública y que al parecer en el Gobierno tampoco importaron mucho.

En una pregunta abierta se consulta si una pareja del mismo sexo puede criar a un niño/a tan bien como una pareja heterosexual, ante lo cual un 58% se muestra EN DESACUERDO/MUY EN DESACUERDO y sólo un 26% se muestra DE ACUERDO (el porcentaje restante no sabe o no contesta), cifras que aumentan sobre el 60% en el rechazo cuando la afirmación alude a que una pareja homosexual pueda tener derecho a adoptar un niño.

Por otro lado y ante la consulta, ¿Qué tan de acuerdo o en desacuerdo está Ud. con que la ley en Chile permita casarse por el civil a una pareja del mismo sexo, donde se garanticen los mismos derechos que a un matrimonio heterosexual? Un 57% se muestra en desacuerdo, mientras que en la opción de “unión legal” el rechazo es de un 47%.

Ante esto cabe preguntarse, ¿Qué tan cierto es que todos están a favor de las uniones homosexuales? ¿Va en la senda correcta el proyecto impulsado por el presidente Piñera y su Acuerdo de Vida en Común?

A mi juicio es un balazo en un pie para el Gobierno presentar este tipo de iniciativas legales que apuntan no al universo de votantes que decidieron por ellos en las urnas, pues claramente nadie que estuviera a favor del matrimonio gay votó por Sebastián Piñera sólo porque apareció con una pareja de homosexuales en la franja electoral. Esos votos los tuvo Marco Enríquez-Ominami.

Pero aún más en el fondo, estos datos reflejan claramente que como sociedad no estamos preparados para aceptar el matrimonio entre personas del mismo sexo, a pesar de las incesantes campañas a su favor que no hacen más que tener el tema en agenda, pero que no determinan la voluntad de la gente en nuestro país que aún sigue siendo conservadora y que merece respeto, un respeto en el expresarse y un respecto en el hacerse oír y pensar distinto.

En otras palabras, los heterosexuales podemos salir del closet y no ser discriminados en el intento. Y no es odio, es sólo mi postura ante una controversia moral.